CAPITULO 1

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Debía salir a las apuradas, había quedado en verme con una de mis amigas en el centro de la ciudad y no estaba precisamente cerca así que tomé un baño tan rápido como pude, me arreglé y salí; pude notar mientras me bañaba que esos dardos habían comenzado a llegar a mi mente diciendo que no iba a llegar, que siempre llegaba tarde a todos lados, que por causa de mi irresponsabilidad con los horarios no había logrado grandes cosas en mi vida, que seguro mi amiga llegaría más tarde porque conociéndome seguro estaría una hora después de la acordada o que si ya me estaba esperando seguramente estaría furiosa; incluso comencé a planear como le iba a contestar cuando me reclamara por mi tardanza y hasta en mi mente me enoje con ella por no ser tolerante ya que la noche anterior me había quedado hasta la madrugada terminando un proyecto de la Facultad.

Usé como mecanismo de defensa el clásico no me importa; no me importa que se enoje, no me importa lo que piensen de mí, no me importa nada.

Tremendo pero real, sin ella saberlo yo estaba yendo a su encuentro un tanto furiosa por algo que nunca había pasado en la realidad.

Tome el bus y para mi sorpresa un lugar libre junto a la ventanilla, me senté respire profundo y sonreí. Tomé la iniciativa está ves y yo hablé a mis pensamientos. No lo habían logrado, realmente podía gozar del dominio propio y una determinación muy firme.

Esos dardos está ves no habían logrado dar en el blanco.

Llegué por fin dentro del horario acordado, comencé a mirar en las mesas y no la encontraba. Fue automático, un dardo diciendo te lo dije y la tristeza inundó mi corazón quede en blanco, inmóvil, le creí y así di lugar a una interminable lluvia de dardos que está ves estaban dando todos en el lugar correcto, quede allí parada, quieta, sólo funcionaba mi mente a mil por minuto.

Has perdido toda credibilidad, a nadie le importa si te hacen esperar, lo disfrutan, en realidad no es una amiga, se está vengando de tantas veces que le has hecho esperar, y así millones de dardos más, me sentí triste, usada, observada por todas es personas desconocidas, llegué a pensar que estaba todo armado en mi contra, quería llorar, gritar, un nudo en mi garganta ya no me dejaba respirar con facilidad, necesitaba salir corriendo, desaparecer.

De repente entre toda esa locura alguien apoyo su mano en mi hombro, giré y era ella. La miré con decepción, ella no entendía nada, pero no habló. Una guerra había en mi interior no sabía que expresión o palabra decir, era el punto clave de ver si realmente tenía dominio propio o esa voz iba a lograr que ese día terminara mi amistad. No podía reaccionar e hice mi mayor esfuerzo por controlar una situación ya fuera de mi control.

Lo que podía haber sido una hermosa mañana terminó en fracaso y angustia. Perdí de disfrutar la elección del menú principal de mi fiesta de boda por elegir dar lugar a mis pensamientos mentirosos. Ese día el tablero en la pared quedó destrozado.

Ya en casa rompí en llanto, me dolía el pecho y me sentía afiebrada mi cuerpo estaba sintiendo el golpe de esos dardos, ¿cómo podía ser posible que algo en mi mente también afectará mi parte física?, ¿que tenía que ver? Luego de un rato sin parar de llorar y un tablero lleno de dardos cada vez más filosos sobre mí, logré la calma y entrando en si un nuevo sentimiento se apodero de mí, la ira una especie de rabia violenta, golpee con mi puño el escritorio y mientras decía no puede ser movía mi cabeza hacia los lados. Me había dejado ganar.

¿Cómo no me di cuenta?

¿Cómo iba a revertir la situación?

¿Por qué me dejé manejar y no dije basta?

¿Cómo podría volver un día atrás y comenzar de nuevo? ¿Cómo podría lograr tener la fuerza para vencer? No tenía aún la respuesta a ninguna de mis interrogantes.

Ya estaba todo hecho no se podía arreglar y yo me había fallado a mí misma, estaba enojada conmigo, grité de ira, fue la única manera que encontré para liberar esa tensión que había en mí y volví a golpear con los dos puños el pobre escritorio que nada tenía que ver con que yo no fuera capaz de dominarme. Tenía que tranquilizarme, sentarme, y pensar que hacer al respecto.

Mi amiga sólo había quedado desconcertada porque no sabía todo el mundo que se había producido en mi mente y mucho menos los sentimientos que me gobernaron en ese momento. Así que debía pensar una buena explicación para ella y todo volvería a la normalidad. Sin embargo, seguía muy furiosa con mi acritud, con mi debilidad, me seguía preguntando ¿Cómo había permitido que ese francotirador diera en el blanco?, no debía volver a repetirse, eso era una guerra declarada. En mi mente se mezclaba la necesidad de ser libre y la perseverancia de un francotirador que tenía todo el tiempo del mundo para seguir lanzando. Sentía como unas cadenas se apoderaban de mi mientras intentaba con esfuerzo ver toda la situación desde otro ángulo.

Una mañana, dos amigas camino a un bar para ajustar detalles de una boda, y un infierno en mi mente que acabó con el encuentro.

Me hubiera gustado por un momento que la responsabilidad cayera en alguien más, pero yo, sólo yo era la culpable. Ese día mi mente no paró siguió una lucha que dejó como resultado mi cuerpo agotado y varios recuerdos en mi dormitorio estallados en la alfombra. Una guerra se estaba librando en mí.

¿DARDOS EN LA MENTE?Where stories live. Discover now