Cap 5

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Syaoran observó a su hermana que atravesaba corriendo el vestíbulo, espiaba por la puerta abierta, y después se volvía con el ceño fruncido y regresaba corriendo a la escalera, de donde había partido. La llamó antes de que llegara a los primeros peldaños. La niña regresó, pero no con tanta prisa, y se acercó a la larga mesa frente a la cual él estaba sentado desayunando solo. La hermana de Syaoran ya había comido con su criada Maiko.

Meiling continuaba irritada con Syaoran después de lo ocurrido en la habitación de Eriol, razón por la cual no deseaba acompañarlo esa mañana, sin embargo no podía evitar mirar al hombre desde el lugar en que se encontraba, inclinada sobre uno de los heridos. No era difícil percibir la renuencia de Emi a acercarse a su temible hermano.

La reticencia de Emi hacia él era algo que desgarraba el corazón de Syaoran, y la culpa era suya; era el resultado de su deplorable comportamiento ese primer año después de la pérdida de tantos seres queridos durante una incursión vikinga. Emi era demasiado pequeña para comprender lo que él sentía, el por qué se mostraba hosco con todos, e incluso con ella. Ese año la pequeña comenzó a temerle, y ese sentimiento nunca desapareció, pese a que él la había tratado con el cuidado más afectuoso apenas comprendió lo que estaba sucediendo.

Durante ese período ella había concebido muchos temores: temor a los desconocidos, a las voces muy estridentes, a los gestos de mal humor, y Syaoran se atribuía la culpa de todo. Sabía que ella lo amaba. Él era el primero en quien la niña buscaba protección cuando se sentía amenazada. Pero se mostraba tan terriblemente tímida con él, tan temerosa y con modales tan prudentes, como si siempre esperase que él la castigara, o algo peor. En realidad, adoptaba la misma actitud frente a todos los hombres, pero Syaoran se sentía profundamente herido por ese comportamiento precisamente con él.

- ¿Tenías miedo de salir? – preguntó cariñosamente Syaoran, cuando al fin ella se acercó, con la cabeza inclinada.

- No, solamente deseaba mirar a los vikingos. Maiko me dijo que eran todos malos, pero a mi me parecieron sólo hombres heridos. –

Espió el rostro de su hermano para observar su reacción ante estas palabras y se tranquilizó cuando vio que él le sonreía.

- ¿No crees que pueden ser hombres malos heridos? –

- Quizá. Pero de todos modos no me parecieron tan malos. Uno incluso me sonrió, o me parece que me sonrió. Syaoran¿esos hombres tan jóvenes pueden ser realmente tan malos? Yo creía que los hombres tenían que vivir mucho tiempo en el pecado y la perversidad para ser realmente malos. –

- Esos hombres no han aprovechado la influencia de Dios para atemperar su maldad, y por eso no importa cuán jóvenes sean. –

- Maiko dijo que tienen muchos dioses, y que eso también los hace malos. –

- No. Eso los convierte únicamente en paganos que sacrifican a los dioses paganos. ¿Les temes? –

- Sí – reconoció ella con un gesto tímido.

Obedeciendo a un impulso, Syaoran preguntó:

- Emi¿qué crees que debería hacer con ellos? –

- Decirles que se marchen.

- ¿Para que puedan regresar y atacarnos nuevamente? No puedo permitir tal cosa. –

- Entonces, conviértelos en cristianos, Syaoran. –

Syaoran sonrió ante la sencillez de la solución.

- Esa es tarea del buen abad, no mía. –

- Entonces¿qué harás con ellos? Maiko cree que los matarás. – La niña se estremeció visiblemente al pronunciar estas palabras. - Yo le dije que no lo harías porque ya no están combatiendo y tú no eres capaz de matar a un hombre, salvo en la batalla. –

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