La profecía inexacta

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A pesar de la situación en la que se encontraba, Sarah sonrió.

-¡Harry, estás vivo! -exclamó.

Los de la Orden estallaron en vítores, y bastantes mortífagos se apresuraron a escapar.

-¡Quietos! -pidió Voldemort-. ¡Quietos todos!

Estaba muy sorprendido, pero aun así, fue capaz de reaccionar: agarró a Sarah desde atrás y le puso la varita en el cuello.

-Como hagas algo -le dijo el mago oscuro a Harry-, como alguien de los que estáis aquí intervenga, la mato. ¿Entendido?

Harry se quedó quieto y callado. Exceptuando a los mortífagos que huyeron, el resto de la gente no se movió.

-Bien -dijo el Señor Tenebroso-. No creáis que me disgusta esta nueva situación; Harry podrá ver cómo su hermana mata a su madre. Y luego, Sarah podrá ver cómo yo mato a Harry. Sí, mejor así. Es un espectáculo más completo.

Acto seguido, Voldemort soltó a Sarah y apartó la varita de su cuello. Luego ató a Harry de pies y manos, al lado de Neville. Él no se resistió para no poner en peligro a su hermana, y además, aunque fuese extraño, su intuición le indicaba que las cosas saldrían bien.

-Acabaré contigo -le dijo entonces Severus al Señor Tenebroso-. No lo dudes.

Voldemort lo miró con desprecio.

-¿Aun sigues con vida? -comentó-. Bueno, estarás muriéndote de dolor. Pero en cuanto mueras, la varita de saúco me obedecerá a mí.

Harry se dio cuenta de que debería informar a Sarah de que la varita de saúco la obedecía a ella. Pero no podía decírselo en voz alta; Voldemort no debía enterarse.

-¡Sarah! -susurró Harry-. ¡Sarah!

Ella lo oyó y lo miró. Y se dio cuenta de que su hermano quería decirle algo. Y también se dio cuenta de que allí no podían hablar libremente. Así que le leyó la mente para saber qué le quería contar.

En la mente de Harry aparecía el libro de Beedle el Bardo, abierto por el capítulo por donde comenzaba la Fábula de los Tres Hermanos.Tanto Harry como Sarah conocían esa historia. A continuación, apareció el verdadero Dumbledore, cuando estaba vivo, sosteniendo una varita. Draco Malfoy lo desarmaba en la Torre de Astronomía. Y acto seguido, Sarah vio a Voldemort sosteniendo la misma varita que tenía Dumbledore.


Sarah salió de la mente de su hermano y él susurró:

-Es tuya.

Y ella lo entendió: era la dueña de la varita de saúco.

Antes de que Harry hubiese vuelto en sí, mientras todo el mundo lo daba por muerto, Sarah tenía pensado llevar a cabo un plan que efectivamente, pondría ahora en práctica. Pero ahora sabía algo más: que no iba a fallar. Ya no era una locura.

-Sigamos -dijo Voldemort-. Venga niña, lánzale un cruciatus a la sangre sucia de tu madre.

Y Sarah, apretando con fuerza la varita, respondió:

-No. Se me ocurre algo mejor.

-¿Algo mejor? -inquirió Voldemort-. La parte de matarla viene después. Lo sabes, ¿no?

Entonces Sarah supo que debería neutralizar a los mortífagos. Quería enfrentarse al Señor Tenebroso, y por lo tanto, debía librarse de ellos para que no le ayudasen a él. Se le ocurrió una manera. Ya no quedaban muchos mortífagos; los que seguían allí estaban desprevenidos y podría funcionar... No tenía más opción que averiguarlo. Así pues, la muchacha apuntó a la zona en la cual se concentraban los seguidores del Señor Oscuro y pronunció:

La elección de Severus: Entre luz y oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora