He knows

608 89 37
                                    

—¿Papá? —Dallas miró a Connor. El niño se subió a la cama y se sentó junto a él —. ¿Podemos ir a ver elefantes?

—¿Elefantes?

—Sí, elefantes. ¿Podemos? ¿Con Lelet y Lex? —Dallas dejó a un lado su móvil para prestarle su completa atención a su bebé. Jessica entró en la habitación en ese momento.

—Conn quiere ir a ver elefantes con Scarlet y Alexander. ¿Vamos? —él se encogió de hombros, con la esperanza de que su esposa aceptara.

—Claro, hay que preguntar a Dan y a Rose —Jessie cargó a su hijo.

_

*
_

Jezziel Hale-Stilinski estaba orgulloso de su madurez. A sus quince años era el más independiente de todos sus primos, y obviamente mucho más que su gemelo.

Tal vez la influencia de Ian en toda su vida fue un aliciente para que su madurez se haya presentado tan pronto. El hecho de ser el más grande, junto con John, le hacía sentirse responsable de los demás. Sobre todo de Connor, Alexander y Scarlet.

Era un papel que le gustaba compartir con Jasper, que, como él, era demasiado tranquilo para su edad.

Esa misma madurez le hacía cuestionarse si estaba listo para una relación. Pero no con cualquier persona. Con Ian.

No era tonto, para nada. Él sabía que sus sentimientos eran reales y completamente correspondidos. El hecho de que Ian le abrazara durante diez segundos más de lo requerido, tenía que significar algo, ¿cierto?

Y también el hecho de que Ian desprendiera ese olor a celos cada vez que alguien que no era de la familia le tocara. O que simplemente respirara cerca de él.

Él sabía que el corazón de Ian se aceleraba al verlo leer en su cama, con sus esencias mezclándose. Sabía que a veces soñaba con él, aunque intentara disimularlo.

Pero, dolorosamente, también era consciente de que Ian se sentía culpable por pensar de esa forma hacia él y que para evitar pensar en él, se desahogaba con otras personas.

Y no lo culpaba. ¿Querer a alguien diecinueve años menor que tú? Un infierno, seguramente.

No diría nada. No. Se confesaría apenas fuera un poco más grande. Tal vez dentro un año, tal vez dentro de dos.

Pero él lo sabía.

Él sabía que terminarían juntos a como dé lugar.

_

*
_

Parker sentía que perdía a sus niños. A unos más pronto que a otros. El más grande lo abandonaba con normalidad. El mediano le abandonó a los tres años, cuando conoció a Ian y se hicieron amigos. El único que no le había abandonado era Thiago.

Pero Thiago tenía once, amaba las sabilas y la chaqueta de cuero de su abuelo Derek.

—Tú no me abandones como tus hermanos, Santiago —el niño sonrió y le abarazó.

—No te voy a abandonar, papá. Soy tu cachorro.

—Eres mi cachorro —Park besó la cabecita de su hijo. Edward escuchaba todo con una sonrisa desde la cocina.

_

*
_

—¿Por qué a mi no me pides que no te abandone? —Parker le sonrió con coquetería, mientras deslizaba su mano por los jeans de su novio.

—Porque, desgraciadamente, tú no lo harás.

—¿Desgraciadamente, eh? —Edward succionó en la clavícula de Parker, ganando un jadeo ronco y sensual —. ¿Estás en desgracia ahora, Park?

—Sí —suspiró cerrando los ojos y dándole a Edward más acceso a su garganta.

—¿Trenes idea de lo bien que hueles? —Ed mordió con suavidad su hombro —. ¿Tienes idea de lo mucho que te quiero?

Parker gimió bajito, porque escuchar a Edward decirle que lo quería le ponía como una moto.

—Me hago una idea. ¿Qué tal si me lo demuestras?

—¿Aquí? —Parker negó.

—No, no. Habitación.

—Pero, Thiago... —Park le calló con un beso.

—Thiago está viendo a todo volumen Moana.

—Mejor en el sótano —Eddie ganó y lo hicieron entre risas en el sótano.

Teen Wolves [En Edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora