Fifty Eight

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Bonnie despertó varias horas después en su habitación en la nueva casa de su madre; su cuerpo se sentía pesado y su marca había dejado de doler.

Ya no sentía ninguna emoción.

Se quedó unos minutos mirando al techo, oyendo un constante pitido en sus oídos. No tenía ganas de moverse, ni de respirar, ya ni siquiera tenía ganas de vivir. Las lágrimas no tardaron en inundar sus ojos bicolor y sus sollozos se hicieron notar cada vez más, hasta que se convirtió en un desastre de lágrimas y mocos.
Hacía mucho tiempo que no lloraba de esa forma, todos los sentimientos que había contenido alguna vez estaban saliendo en ese momento y no se detendrían hasta que todo el dolor hubiese pasado. Tapó su boca cuando las lágrimas disminuyeron, en un intento de acallar sus sollozos; hipaba de vez en cuando, soltando unas pequeñas lágrimas. Entre sus sollozos, escuchó unos balbuceos que reconoció inmediatamente como los de una de sus hijas, pero su cuerpo se encontraba demasiado débil como para levantarse; aún así, hizo un esfuerzo y logró sentarse en la cama, no aguantó mucho tiempo antes de volver a tumbarse en el colchón, sin su alfa, no tenía ganas ni siquiera para mimar a sus hijas.
La puerta se abrió, pero Bonnie no se sentía entusiasmado por ver a su madre. La mujer entró a la habitación con una bandeja con comida, ella sabía por lo que su hijo estaba pasando, sólo que a ella no le había afectado de esa forma porque el amor que hubo alguna vez entre Andrew y ella había muerto mucho antes de que Bonnie naciese.

-Bon- murmuró dolida, el ver a su hijo así le provocaba tristeza. -Te traje algo de comer...- el omega no respondió, su mirada se encontraba perdida. -Sé que duele, cariño, pero lamentarte no va a traerlo de vuelta...-
-¿Y el que sonría lo hará? Él se fue, déjame solo...- los ojos vidriosos del omega se conectaron con los avellana de la mujer. -Quiero ir con él...-

La señora Anderson sintió un nudo en su garganta, no podía dejar que su hijo se suicidase, Bonnie estaba tomando el mal camino. Se sentó a lado del omega e intentó acariciar su rostro, pero este se lo negó corriendo la cara.

-Déjame solo- gruñó. -Y llévate a las gemelas, no las quiero ver- el chico le dio la espalda a su madre.

La mujer no pudo hacer nada más que aceptar, su hijo no estaba dispuesto a escucharla. Sacó cuidadosamente a sus nietas de la cuna y las cargó hasta la puerta donde se detuvo unos segundos, finalmente, salió, cerrando la puerta sin decir nada.
Bonnie volvió a quebrarse, aunque creía que eso ya no era posible, estaba lo suficientemente roto como para seguir rompiéndose. Sus ojos dolían de tanto llorar; las palmas de sus manos estaban rojas debido a que clavaba sus uñas de vez en cuando en estas, eso le hacía recordar que estaba vivo, pero que en cambio, su alfa no lo estaba.
Llevó su mano hasta su marca y aunque no podía verla, sabía que se encontraba pudriéndose, que dejaría de ser una marca color rojo platinado a convertirse en una amarillenta. Al final si había terminado como su madre, con la única diferencia de que él nunca había sido golpeado por su alfa.
Definitivamente la vida lo odiaba. Primero, le había dado un padre que lo odiaba, pero lo consentía para aprovecharse de él. Luego, se enamoraba por primera vez y toda su familia se veía afectada de manera negativa, perdía a su padre, su hermano mayor quedaba con un trauma, lo secuestraban por gustarle a un loco, ese loco moría a manos de su pareja, toda su familia era secuestrada por la novia del loco, su amiga perdía un ojo y su alfa moría. Y lo peor es que él sabía que todo aquello era su culpa, que quizás todos tenían razón en que él hubiese estado mucho mejor en un matrimonio arreglado con algún alfa sofisticado y que Frank hubiese estado mejor si se hubiese fijado en Carrie.
No pudo evitar recordar cada momento que tuvo con Frank, esas peleas tontas que solían tener, aquellos mimos que le hacía cuando se sentía mal, aquellos besos que nunca olvidaría, pero que nunca más volvería a disfrutar...
Jaló sus teñidos cabellos con enojo. Se odiaba a si mismo. Había pasado de no sentir nada a sentir miles de emociones y de aquello, a volver a sentirse vacío.
Se quedó en silencio un buen rato, pero de pronto, un fuerte golpe llamó su atención. Se incorporó y miró en dirección de la cual había venido aquel sonido.

Imprudent 「ABO!Fonnie」Donde viven las historias. Descúbrelo ahora