Prólogo

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Un frío empezó a propagarse en mi cuerpo haciéndome temblar, las cobijas que traía encima no eran suficientes para controlar el dolor que me hacía sentir. Poco a poco fui recobrando la conciencia abriendo los ojos, luego me senté en la cama y palmé el lugar hasta encontrar el control para encender la luz. Mi labio inferior temblaba y lo toqué para intentar calmarme, vi la hora y aún era de madrugada, las tres para ser exactos.

Mi respiración comenzó a agitarse y me levanté para cerrar la ventana. Quise cerrar las cortinas para relajarme un poco pero me llamó la atención el farol que se apagaba y se encendía cada cinco segundos.

¿Por qué carajo no arreglaban eso?

Era como un maldito parpadeo en el que no dejaba ver y no dejaba descansar.

Regresé a la cama y me senté dejando mis pies en el suelo, aún teniendo los calcetines puestos el frío traspasaba a las plantas de mis pies. Suspiré y me agarré la cabeza, todavía podía sentir el silencio mortificador cuando revisé el cadáver de aquella mujer que alguna vez fue rubia. Ahora sólo el color rojo reinaba en su cráneo.

Al pasar de los años fui perdiendo la sensibilidad al ver órganos o extremidades destrozadas de personas que fallecían por homicidio, suicidio o simplemente de forma natural, que eso es lo que menos frecuentaba. Pero por las noches, siempre despertaba de pesadillas donde la sangre me cubría de pies a cabeza.

No tenía miedo, sólo me causaba escalofríos y repulsión.

Me refregué los ojos y solté un gruñido, ya debería acostumbrarme a despertar a esta hora porque lo he hecho durante casi cuatro años, pero no podía. Extrañaba esas noches donde mi única preocupación era entregar mis tareas y despertar a las seis de la mañana para asistir a la escuela, no tres o cuatro horas antes.

Me dejé caer poco a poco hasta posar mi cabeza en la almohada, el algodón se comenzó a adaptar los cambios de postura que hice hasta lograr acomodarme. Me habían citado en la oficina del condado a las ocho en punto de la mañana, ahí se reunían varios policías que laboraban como yo, tanto en la misma sección, la documentación, inspección o cualquier otra área referido a lo forense.

En eso me especializaba, en determinar el intervalo de tiempo post-mortem al que ha sido expuesto un cadáver antes de su hallazgo, también el servicio encargado de la identificación y clasificación de armas de fuego, balas casquillos relacionados con el delito. En resumen, si me asignan un cadáver tengo que investigar cual fue el motivo y cual fue el arma (o en general cualquier cosa) que se empleó.

No me arrepiento, me gusta este trabajo. Sólo que es duro, no hay lugar para débiles y mucho menos se permite el ser vulnerable porque esto te carcome y la mente empezaría a jugar contigo hasta el punto de volverte loco. Las personas que no supieron manejarlo tuvieron como final eso, la demencia.

Y por último la muerte.

Miré el techo, en la esquina había una marca de humedad y sólo significaba algo. Debía comprar impermeabilizante. Crucé mis manos sobre mi pecho y esperé a que los ojos se me cerraran de cuenta nueva.




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