18: El bosque Vivo

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La Reina estaba, como de costumbre, preparada para su relato. Y sus hijos; Sara, Lucy, Margaret y Emil permanecían sentados sobre sus camas esperando para su continuación.

—Mami, ¿Qué ocurrió con Cenicienta? ¿Y qué ha pasado con el hermano del Príncipe Egoísta? —Emil estaba algo dudoso; como creyendo que sus personajes favoritos ya no aparecerían más—. ¿Y Nathanielle? ¿Y Robin?

La mujer sonrió orgullosa de su inteligencia; le regaló un abrazo afable y un ligero beso en la mejilla. Luego lo miró a los ojos.

—Nunca debemos pedir más de lo que tenemos, porque no sabremos cuando es demasiado —entonces se arregló el vestido para ponerse cómoda—. Creo que he dicho que Nathanielle partió de viaje; como tu padre justo ahora —los niños sonrieron—. Pero en cuanto a Robin...

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Que cuando Blancanieves cayó bajo los efectos de la manzana envenenada, solo los enanos Harold, Nort y Phineax le hicieron compañía. Belle iba con Spot, y Cenicienta recorría el bosque con Ernie. El enano Krom decidió hacer una expedición en solitario, y desde luego Billy debió atender el Gamba Roja para continuar ampliando su colección en monedas de oro.

Mientras tres de Las Elegidas vivían aventuras y peligros insospechados, la cuarta de ellas estaba perdida. Esa noche, Cenicienta recorría un Camino de Ladrillos Amarillos más opaco y desgastado que de costumbre. Eran lianas, hojas, ramas y un entramado que levantaba muros que se movían por sí solos.

El Laberinto de Corazones era el más grande de todo Shadowheart; capaz de tragarse a las personas, acortar caminos y multiplicar salidas. Sus muros se abrían y se cerraban, y abrazaban a los transeúntes para devorarlos. Había flores venenosas, polillas de colores llamativos y un olor a cementerio que aterraba.

Entonces se escucharon gritos. El estruendo de un mazo eléctrico y los pasos retumbantes de una criatura; un ogro obeso, panzón y gigante, acorralaba a Blancanieves, Aurora y Hanzel en uno de los costados del laberinto. Cenicienta corrió hacia ellos y notó sus rostros, pero fue golpeada por el monstruo.

—¡¿Estás bien?! —le preguntó Hanzel.

—Solo consígueme una espada y estaré mucho mejor.

La joven se levantó del suelo, y sus compañeras corrieron hacia el centro del laberinto, apenas saludándola. Hanzel se quedó a sus espaldas, pero ahora el ogro se dirigía hacia ella; con las uñas largas, los dientes rotos y moco mezclado con baba.

Cenicienta se escabulló entre las ramas, giró un par de veces y terminó atrapada en un cuarto donde el suelo era de cuadros blancos y negros. El ogro logró golpearla un par de veces hasta hacerla sangrar; la abatió, la embistió y casi aplastó su cráneo entre sus enormes manos. Fue entonces cuando despertó...

Respiraba rápido, sudaba y el cuerpo entero le dolía. Temblaba levemente y el vestido que cargaba hacía que le picaran las piernas de tanto vapor. Ya no había ogro, era de día y el enano Ernie le acompañaba. Pero no comprendía lo que había sucedido; estaba segura de haber estado en Shadowheart.

—No sé qué me pasó pero fue muy real. Necesito volver allí.

—No siempre podemos ir a Shadowheart, princesa. Como sabe, es un reino al que pocos tienen acceso. De pronto la magia de la que La Dama del Lago les habló está creciendo en ti —Ernie tomaba su cuchillo y la espada que había conseguido para ella—. Lo bueno es que ya tienes una idea de donde están las demás.

Cenicienta tenía poco conocimiento sobre la magia, de hecho, era de todas la más aguerrida y física. Las Amazonas le habían enseñado varias cosas sobre batalla, pero en cuestiones lógicas nunca supo comprender.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora