41: Influencias del destino

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La Reina se recostó sobre la cama, arregló su vestido para ponerse cómoda y luego dijo:

"He llegado a saber, ¡Oh hijos míos! Sobre cierta madurez emocional, sobre las cosas que cambiaron a cuatro inocentes jóvenes y las convirtieron en Elegidas; no solo del destino, sino de la vida también. Y cambiaron coronas por espadas, vestidos por botas y príncipes por monstruos.

Porque es imposible escoger lo que deseamos en la vida, y porque lo mejor de ella es saber adaptarnos a lo que nos depara.

Aquella mañana templada, Belle, Aurora y Blancanieves bordeaban los volcanes aún despiertos del Bosque Rojo, el suelo seguía lanzando llamaradas y las copas de los árboles solo eran ramas calientes y faltas de hojas. El ambiente estaba vaporoso, acalorado y atareante, sin embargo, llovía como nunca antes.

Enormes gotas de agua; calientes y ácidas les habían mojado las ropas, e iban cansadas, ansiosas y preocupadas. Aurora les había contado todo lo referente a la nube verde, pero con el nuevo cambio; sin magia y con Nathanielle como Regente, las cosas resultaban un poco más graves.

Siguieron su marcha hasta llegar a los linderos del reino, y cuando se introdujeron entre los arbustos; estaban en Endingtopia.

—¿Seguro que tu padre nos ayudará? —preguntó Belle todavía dudosa.

—Sí, tranquilas —respondió Aurora—. La nota decía que debíamos venir. Algo ha de tenernos preparado.

«Una trampa, puede ser», Blancanieves trató de callar su cruel pensamiento, y mientras jugaba con el Anillo Nibelungo en su dedo, siguió el camino. Habían pasado por tantas jugarretas, falsedades y mentiras, que nada les permitía confiar, si quiera en ellas mismas.

Las tres Elegidas se introdujeron en el castillo con espadas en mano, pues en el trayecto se habían topado con ciertos grupos de caballeros negros y afectos a la causa del Regente de LoudRia. Sin embargo, fueron bien recibidas; las cortesanas, los cocineros, la servidumbre y señores menores, les expresaron ovas y aplausos al verles con su reconocido atuendo; caperuzas rojas y ropas marrones.

Fueron llevadas castillo arriba, donde las recibió La Reina Esther con un puñado de cortesanas hermosas. Le dio un abrazo a cada una, les felicitó por tan impuesta valentía y lloró un par de lágrimas en honor al equipo completo.

Era la madre de Aurora, con el cabello amarillo, corto y ondulado. Tenía el mismo color de ojos y la piel canela. Llevaba una tiara pequeña, un vestido rojo vino y las uñas pintadas de igual color.

Les llevó a una habitación para que se cambiaran, retiró sus trapos húmedos y pidió máxima atención para las tres por igual. Había una reunión con El Rey y era necesaria la buena postura del equipo completo. Fue así pues que Blancanieves, Belle y Aurora estuvieron listas para la ocasión.

El sastre Phineax había trabajado en ciertas confecciones para ellas, dado el grado de importancia que habían adquirido en el reino. Todas llevaban caperuzas doradas, brocadas y bordadas con las siluetas de ángeles y plumajes curiosos. Tenían pantalones, camisas, botas y guantes del mismo dorado que la capucha, y sus chalecos de pedrería brillante, llevaban botones grandes y tachones como adornos.

Cuando arribaron el salón principal, fueron sorprendidos por una marea de aplausos y ovas. Esta vez Aurora llevaba los risos caídos sobre el busto, Belle seguía con su castaño en una coleta, y Blancanieves tenía una trenza tan larga que le llegaba a las pantorrillas.

Cuentos de Luz OscuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora