La hora de dormir llegó casi en minutos, a pesar de que las cortesanas habían estado preparando la habitación durante horas. Cuando La Reina arribó la recámara de sus hijos, se encontró con una multitud de niños enloquecidos y divertidos ante el frenetismo de un posible relato.
Sara, Lucy, Emil y Margaret se pusieron cómodos entre las sábanas de sus respectivas camas, mientras la mujer que alguna vez había sido pordiosera, abrigaba a sus hijos entre cojines y pieles predispuestas en el suelo, para comodidad de la velada.
Megara y Menelao estuvieron repartiendo pan, leche y algunas golosinas para los pequeños, dieron una breve cena y atendieron con las mejores carnes a ambas mujeres. En tanto La Reina estuvo satisfecha se recostó sobre una de las camas, bebió un sorbo de hidromiel y respiró profundo. Su historia continuaba:
"He llegado a saber, ¡Oh huéspedes míos! Sobre un niño que se creyó perdido entre los pactos de un hombre egoísta. Sobre ese pequeño inocente que fue arrebatado de su madre y que cuyo nombre no se descubrió hasta que fue demasiado tarde para pronunciarlo.
La noche caía sobre el castillo oscuro como una lluvia de piedras negras, como cuando la tristeza arropaba los corazones de los más desventurados en LoudRia. Era una noche tan entristecida, tan amarga y tan silenciosa, que hasta los depredadores tuvieron miedo de salir a cazar.
Y la muerte danzaba entre los gritos de las banshees, y los espectros salían desde las sombras como perversas almas andantes, y la zozobra, la angustia y el miedo, surcaban el rostro de cada cortesano, caballero o esclavo de aquel tenebroso lugar.
El castillo se sentía más frío que nunca antes, y la neblina amenazaba con saturarlo en cualquier momento; justo como en las pesadillas del moribundo Príncipe Egoísta. Para todos, la tensión de un rey muerto había dejado consternación, pero los atemorizaba aún más, la posibilidad de un Regente enfermo, pues Nathanielle moría con cada segundo que pasaba, y ni siquiera toda su magia podía salvarlo.
Odile corrió entre la grama y en silencio. Se introdujo en el laberinto de hiedras de la entrada, recorrió gran parte de la maleza y hasta lanzó unas cuantas hienas por los aires. Llegó a la fuente de la estatua dorada, y luego de admirar el manzano del despiadado príncipe, decidió esperar.
Un tifón azuloso y de destellos verdes se dibujó sobre su cabeza, y a continuación, el samurái Saigo saltó con una velocidad impresionante. Estaba sudado, respiraba rápido y se veía cansado, además, sus ojos estaban rojos, sus labios rotos y tenía parte de la cara ensangrentada.
El cisne notó que una brecha de sangre le bajaba desde la cabeza, mientras que su armadura iba rasgada y con un orificio ensangrentado casi en el centro del estómago. Estaba débil, jadeante y empalidecido; casi como una presa cuando recién escapaba de su depredador.
—Has venido... —dijo ella mientras se le acercaba.
Entonces quiso ayudarlo con una devoción inesperada, pero se paralizó al ver que el bebé entre sus manos también estaba ensangrentado.
—Dime que nada le ha pasado —pidió Odile mientras sostenía al bebé para revisarlo.
—Él está bien. Fui yo quien arriesgó el pellejo para salvarlo —comentó Saigo aún arrodillado en el suelo. Era Raven, el hijo del Regente.
El samurái se había revelado contra Rumplestiltskin para entorpecer sus planes, y evitar que criara al pequeño hechicero como un ser de las tinieblas.
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Cuentos de Luz Oscura
FantasiUna hermosa reina se ve obligada a entretener a sus hijos, tras la partida misteriosa de su adorado esposo. Aquellos cuentos de hadas que escuchó durante su juventud, le servirán de inspiración para entrelazar algunas cosas que supo de personas que...