Veintiuno...

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Desperté con una gran jaqueca, tome un par de pastillas para calmarlo y retome la labor que había dejado la noche anterior. Ya era viernes así que terminaba de empacar mis maletas, el viaje duraba toda una semana, el detalle era que un día después del funeral de papa era mi cumpleaños. Mama llamo para posponerlo para otros tres días, pero le fue imposible, este no se podía mover para otro día, así que como eran mis intenciones, no habría celebración.

El vuelo salía al medio día por lo que tuvimos que despertar antes para estar listos, toda la familia iba, por lo que había mucho que hacer. Baje ambas maletas por las escaleras para colocarlas junto a las demás, Cristian estaba ayudando a mama con las suyas e Isa a Valentina, fui a la cocina tome un vaso de jugo de naranja y empecé ayudar a mama.

Recordé a Edgar, tenía mucho tiempo sin verlo, la última vez que nos vimos fue cuando, se suponía que debíamos hablar, no asistí mas a clases, por lo que no lo vi en horas académicas y Cristian se comunicaba con el solo por teléfono. Tenía la intención de despedirme de él, pero dadas las circunstancias era casi imposible. Quería preguntarle a Cristian de él, pero mi orgullo no me dejaba.

- ¿Listas Señoritas? –Dijo Cristian cuando dábamos por terminada la labor- ¿Señora Holls?

- ¡Vámonos! –Grito Valentina contenta. La idea de viajar le emocionaba, aunque el hecho de que papa haya muerto lo supero muy rápido, y no la culpo, la pobre apenas podía encontrar recuerdos en los que papa ocupaba un espacio, desde que nació, el hacia estos viajes.

Todos estábamos preparados para salir, Cristian subió las maletas al auto, faltaba pocas horas para el vuelo, la aerolínea nos obligaba a estar tiempo antes, Cristian acelero el carro, cuando una voz con mi nombre llamo mi atención.

- ¡Becca! –La voz me sonaba familiar- ¡Rebecca Holls! –Era la voz de Edgar- Adiós Holls.

Saque mi cabeza por la ventanilla, desde allí pude observar su figura, su rostro se veía descuidado y su cabello despeinado, se veía lindo y radiante, pude solo ofrecerle una sonrisa mientras el auto se alejaba, dejándome ver con lejanía su cuerpo.

Duramos aproximadamente dos horas antes de que el próximo vuelo saliera, no recordaba la última vez que me había subido a uno, al avión me refiero, la última vez fue cuando tenía nueve años, papa nos llevó New York, caminamos por las calles y visitamos algunos restaurantes, al igual que hermosos lugares turísticos.

El viaje fue muy tranquilo, seis horas de vuelo, escuche música casi todo el tiempo, y aproveche para leer. Llegamos a México DF, de allí subimos a una camioneta, la cual nos dejó en una finca no muy lejos de allí.

Esta estaba alquilada para nosotros, pero en ella Vivian los dueños, nos recibieron con mucha amabilidad, de hecho una de las hijas de ellos, engancho la atención de Cristian, la chica era muy linda, tenía un hermoso cabello rubio ceniza y grandes ojos cafés.

Gracias al cielo, no nos tocó compartir habitación, la casa era lo suficientemente grande como para tener una habitación cada uno, con excepción de valentina que prefirió dormir con mama.

En México, la diferencia horaria era de una hora antes, por lo que faltaba poco tiempo para que el reloj marcar las 10:38 pm, decidí aprovechar el tiempo y dormir.

Dormí hasta el día siguiente, el funeral de papa era en la tarde, mi madre me pidió que usara mis habilidades y escribiera una especie de discurso para decirlo en el funeral, trate de negarme, pero se le veía a mama muy contenta por el tema, por lo que se me vio imposible decir que no.

Tome mi libreta y empecé a escribir. Me tomo dos horas escribirlos y medias más editarlo. Una de mis cualidades era mi innecesaria y exagerada perfección.

Al marcar la hora de irse, yo ya estaba alistada, ayude a mi madre con algunas cosas y ya estábamos listos para irnos. A mi madre se le hacía muy difícil todo esto, eso ni negarlos, se le notaba demasiado, pero sabía lo fuerte que estaba siendo al no desplomarse sobre cualquier lugar y llorar como una pequeña que se le había quitado su más preciado y amado juguete.

Llegamos al lugar y todo alrededor estaba decorado limpiamente, era una pequeña colina con lapidas a los alrededores, grandes grupos de personas estaban cerca, supuse que eran sus compañeros de trabajo, éramos su única familia presente.

El cura dio por finalizado su sermón y me llamaron a mí para empezar mi discurso.

Al momento de estar ante todas aquellas personas a las cuales no conocía y la verdad no me interesaba conocer, algo en mi estómago comenzó a revolotear justo en ese instante cuando todas esas miradas me veían con curiosidad pude darme cuenta de todo lo que estaba sucediendo Sebastián Holls ya no estaba y nunca más estaría, esta vez no regresaría de su viaje, ni le enviaría más cartas a mama y Cristian jamás lo conocería y ahora yo debía pararme en frente de todas estas caras que esperan escucharme hablar sobre lo buen papa que era y lo mucho que lo extrañaría pero realmente esta vez no tenía idea de que decir, la voz se me quebró un poco al principio pero de a poco las palabras fueron fluyendo quizás la mitad de aquellas personas ni siquiera entendieron lo que dije pero no importaba porque no quería que lo hicieran cuando mi garganta se secó y sentía que el aire se acababa supe que era momento de huir de aquel lugar y volver a mi universo paralelo donde nada de aquello ocurría.

Diario de una Escritora más...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora