El baile

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El baile

Sus padres eran de los que organizaban muchas cosas para caridad.

Si se necesitaba abrir un nuevo hospital en los barrios bajos de la ciudad allá iban ellos a juntar dinero con sus "amigos" de la alta sociedad. Si hubo algún tipo de desastre natural en algún país de nombre impronunciable eran los primeros en acudir con recursos para levantar las ciudades caídas y asistir a las personas que fueron afectadas.

Todo eso eran detalles de los que el joven Bruce Wayne se sentía orgulloso y siempre iba con ellos a donde la ayuda fuera requerida. A pesar de sus cortos años tenía los conocimientos necesarios de medicina y construcción como para curar heridas y ayudar levantando casas de emergencia, le era mucho más grato estar en el barro ayudando que en esas estiradas fiestas donde lo obligaban a vestir como un señorito y a sonreír a gente que no le agradaba.

Pero esos pensamientos solo los compartía con su fiel mayordomo Alfred, solo el mayor tenía claro lo mucho que le molestaba al joven el tener que compartir con ese montón de hipócritas de la alta sociedad, gente que en su vida se había ensuciado las manos ayudando a nadie y que sonreía para la prensa mientras depositaba su limosna disfrazada de caridad. Bruce Wayne pensaba que el mundo sería un lugar mejor si hubiera más gente metida en el barro armando casas que en bailes.

Aun así seguía a sus padres donde fueran, el fin justificaba los medios y muchas más personas ayudaban si es que veían al hijo de los Wayne con ellos o pensaban que podían conseguir que alguna de sus hijas pudiera llegar a ser la futura yerna de los acaudalados filántropos. Hasta el momento ninguna de las muchachas, rubias estiradas la mayoría, había logrado llamar la atención del muchacho.

Sucedió que llego a oídos de los millonarios el dato de que en una pequeña comunidad estaban organizando una fiesta juvenil para juntar fondos en nombre de un chico que padecía cáncer y necesitaba ayuda. La escuela ofrecía un baile a cambio de una donación y los Wayne vieron que era la oportunidad perfecta para hacer del pequeño Bruce alguien más sociable, no tenían quejas con respecto a su comportamiento y a su entrega con la misión en la que se habían encomendado como familia pero si sentían que era necesario que el joven tuviera algo más de contacto con gente de su edad. Al menos que pudiera decir que tenía un amigo, eso los alegraría bastante.

Les costó convencerlo de que se presentara a la fiesta y que participara en ella, ir a dejar la donación no era suficiente, le dijeron, tenía que compartir con ellos aunque fueran un par de horas. La orden para Alfred fue que no volvieran a la mansión hasta que Bruce no haya pasado un rato con los muchachos, y muchachas, del lugar.

El mayordomo no pudo estar más de acuerdo.

El joven Wayne tuvo que aceptar, de malas ganas, y se vistió elegante pero sencillo, pantalones rectos de tela negra, camisa lisa y suéter gris, nada muy ostentoso.

El eficiente mayordomo lo llevó hasta la escuela donde se realizaba el baile, se quedaron unos minutos observando el ambiente. Decenas de chicos y chicas reían, se saludaban y compartían fuera de la entrada esperando por sus amigos o parejas de baile, Bruce se sintió extremadamente incomodo con la situación, él no conocía a nadie y estaría solo como siempre; no tenía nada de ganas de bajar de su automóvil.

- Si no se acerca nunca sabrá que es lo que pasará.- la voz del anciano surgió desde el asiento delantero llamando su atención.

- Ellos nunca me aceptaran.- la respuesta del joven Wayne apenas se escuchó, de pronto se sintió pequeño y asustado.

De pronto alguien golpeo el vidrio de su ventana sorprendiéndolo. Al mirar lo primero que vio fue una enorme sonrisa seguida de unos brillantes ojos azules que lo observaban divertidos.

El baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora