5° Celos.

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Ven aquí
Tócame y besame, se mas rudo
Esta bien, ¿verdad?
Si un día alguien muere y lo olvidamos.
Ahora, confiaré en algo mas seguro.

All alone with you — Egoist.

Los celos pueden ser aterradores

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Los celos pueden ser aterradores.

Cuando los sientes en carne propia, esa sensación ardiente en cada célula del cuerpo parece cobrar vida y las llamas quemarán cada rincón de tu pecho buscando una salida al desahogo.

El amor y los celos pueden volver a una persona un ser posesivo, mezquino, violento y cruel.

Sin hacer mención al dolor y la inseguridad que puedan acarrear.

Una persona celosa, después de su ataque de ira, después de gritar hasta que los pulmones duelen y la garganta arde, después de tirar cosas y romper hasta hacer añicos otras tantas, se deprimirá.

En mayor o menor medida. Aceptándolo o negándolo hasta el cansancio, esa persona posiblemente se deprima.

Y se preguntará internamente qué habrá hecho mal o si no es suficiente. Y entonces la furia volverá con más fuerza, decidirá que nada ni nadie tiene el derecho de hacerlo sentir menos valioso.

Esa ira a veces no logra enfocarse adecuadamente hacia un culpable en concreto y desencadena su fuerza hacia la persona que esté más cerca.

Yo he sentido esas emociones un par de ocasiones antes. No obstante, no tenía voz ni voto para quejas, ya que Yuratchka no era mío más allá de mi mejor amigo y yo no podía decir abiertamente que las tipejas que se contoneaban a su alrededor o con las que se acostaba eran putas cualquiera.

Ahora como novios y a menos de cinco horas de comenzar las vacaciones de verano yo disfruto de ser receptora de la furia producto de los celos en todas las chicas a las que Yuri ignora sin remordimiento alguno mientras me guiña uno de sus preciosos ojos verdes y palmea mi trasero antes de dar media vuelta e ir por un par de bebidas hacia la cafetería. Dejándome sola con mi regodeo y mi sonrisa suficiente ante las muecas de desagrado en mis compañeras, dispuesta a buscar a mis amigas en el patio escolar.

Por supuesto que no espere encontrarlas a mitad de una pelea bajo la sombra del árbol en el que nos reunimos cada receso.

Jamás he visto a alguna de ellas alterada más allá del drama diario que hacemos las mujeres por un maquillaje corrido o gracias a los síntomas nada agradables de la menstruación. Sin embargo, frente a mis ojos, refugiadas de otras personas tras varios árboles, están Mila Babicheva y Sara Crispino repartiendo bofetadas, patadas e insultos una a la otra mientras Yuuko usando un arbusto como escudo les pide encarecidamente que se detengan.

Phichit y Nishigori, varios pasos tras ellas, no hacen nada por acercarse y el labio partido de Chulanont junto al arañazo en la mejilla de Takeshi son claros signos de una batalla perdida al intentar separarlas.

El vendedor de sueños y la ilusa que los compra.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora