CAPITULO V

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En la mañana siguiente Wester revisaba su lista de posibles victimas futuras; entre ellas, una niña de ocho años, su madre había muerto y su padre era un alcohólico, la deja sola en casa de seis a doce de la noche; no seria mucho problema matarla. Además que su carne es joven y dulce, pero no duraría mucho. La segunda opción era un hombre, de veinte siete años; trabajador de una industria.

Prefirió matar a una niña, ya tuvo suficiente con los hombres de negocios. malditos viciosos. Wester guardo su lista y saco un libro. Su vida transcurría como siempre, sin complicaciones, la vida en la escuela era la de siempre, saludar maestros, ayudar a sus compañeros, contar y soportar chistes absurdos... Todo era tan normal y aburrido.

La clase de arte era la siguiente, saco una hoja de papel y comenzó a dibujar. Su mente se había perdido en sus trazos, haciendo espirales y líneas rectas; combinando colores rojos, azules y negro. Cuando se dio cuenta tenia a la maestra encima suyo, mirando con intriga aquella obra. Miro con atención aquello que había hecho, había una mancha negra en el centro del cual emanaban líneas rojas y azules como un fuego que danzaba al rededor. Había en aquella obra, algo que llamo su atención, cuando se acerco para mirar más, vio una niña pequeña, su cuerpo era consumido por aquellas llamas pero ella tenia el rostro sin inmutarse, como una muñeca sentada en una repisa: olvidada, polvorienta, agrietada, descuidada. Volvió en si, la maestra Frein, había hallado otro significado a aquella obra; pues parecía como si le diera algo en que pensar y no en que preocuparse.

Wester guardo el dibujo y comenzó de nuevo, sacando otra hoja; en el rabillo del ojo vio un rostro, en la esquina de la ventana, parecía un hombre, aunque parecía más una especie de demonio, con dientes afilados. Le dio la impresión de que se estaba burlando de ella, se enojó por un momento, después pensó que era una idea absurda enojarse por aquello. Termino su trabajo al cabo de un rato y lo entregó.

Cuando llego a casa su madre la esperaba en el sillón.

-Wester, ¿Qué significa esto?.- dijo su madre apuntando a la bolsa con pescado que había escondido hace días. Wester tenia un plan para ese tipo de casos, y no solo uno, tenia tantos que podía hacer un fichero con todas aquellas mentiras, que tendría para varios años.

-E...es que, cuando lo comimos no tenia mucha hambre y lo guarde en una bolsa, lo subí pensando que podría comerlos después. Se me olvido y se quedaron ahí.- Wester no mostraba signos de duda.- Siento haberla olvidado.

Su madre tan solo suspiro. Wester mostraba una mirada sincera, aunque no fuera así, su madre le creía.

-Esta bien, Wester, tan solo no la olvides así de nuevo.- Wester asintió y se dirigió a su cuarto, cuando rebasó a su madre, soltó una sonrisa y reprimió el deseo de reír a carcajadas. Llego, cerro la puerta y se recostó en su cama, era suave y tranquilizador. Comenzó a planear su siguiente asesinato. Seria en unos días pues, la ultima vez no había conseguido nada y no se quedaría sin comer tanto tiempo.

Oh no, claro que no.

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Mr. Adam.

El verdugo de cristoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora