- ¡Volvió a pasar! – grité entrando al cuarto de mi amigo.
- Aitana, por Dios ¡cálmate! – gritó sorprendido.
- Es que no puedo, hicieron una promesa y no cumplieron – dije ya casi rompiendo en llanto.
- Se volvieron a pelear ¿verdad? – Solo asentí – Ay niña, pero no te pongas así, ven – extendió sus brazos y me acurruque en ellos – ya pasará, es cosa de adultos, tú no te metas – me acaricio el pelo.
Sollocé - ¿Cómo sabes que solo es cosa de adultos?, tú aún no lo eres, que yo sepa tienes 16 – río – ¿de qué te ríes Edward?
- Es que no se trata de edad Aitana, solo comprende y hazme caso, sino las cosas terminaran peor dentro de ti.
– ¿Ah?, ¿dentro de mí?, pero, yo no discutía – volvió a reír – no estoy entendiendo nada.
- Ya te dije, solo hazme caso – me miró a los ojos - ¿lo prometes? – puso su dedo índice en forma de garfio y yo sonriéndole lo estreché.
- Lo prometo – y me abalancé para colgarme de su cuello y darle un beso en la mejilla – gracias por ser mi apoyo siempre.Lo malo fue que nunca le hice caso, a pesar de lo que me decía y me aconsejaba, siempre terminaba haciendo lo que yo quería, y hasta que las cosas se ponían ya feas dentro de mi mente, recordaba sus palabras.
Edward es un amigo de infancia, él es 4 años mayor que yo, pero la edad nunca nos importó para formar una amistad. Yo tenía 10 años cuando se mudó a mi vecindario, por suerte, enfrente de mi casa. Lo conocí en una fiesta que su familia organizó, era el cumpleaños de uno de sus dos hermanos y nos invitaron a todos los de la calle, más que nada para ellos integrarse y no sentirse apartados.
El conocernos fue un "accidente del destino" o así lo llamamos nosotros, porque como todo adolescente se marginaba de los niños que jugaban en el patio.
Yo, junto con Megan, girábamos agarradas de las manos y ya después de marearnos un poco nos soltábamos, así lo hacíamos todo el rato, pues nunca vimos peligro de golpear a alguien, ya que estábamos en un lugar apartado; empezamos otra vez con el juego, pero nunca vi a Edward acercarse, estábamos tan centradas en nuestro juego que no se nos ocurrió parar a checar si alguien venia, y al momento de soltarnos yo terminé tumbada en el piso con él, les puedo prometer que no me había dado cuenta que choqué con alguien hasta que lo vi en el piso, la verdad el momento me causo mucha gracia y no podía parar de reírme, pero trate de tranquilizarme para verificar que Edward estuviera bien, me levante y le tendí la mano para pararlo:
- ¿Estás bien? – le pregunte entre risas.
- Si, eso creo – dijo sobándose una pompa.
- ¿Estás seguro? – reí – no lo parece.
- Si, seguro. Pero deben de tener cuidado para la próxima, por suerte no me mataron – dijo estirándose un poco.
Ante su comentario ya no pudimos aguantar más la risa, Megan y yo nos miramos y soltamos todo aquello que habíamos contenido – ¿Es enserio? – dije entre carcajadas de risa – ¿cómo podrían matarte unas niñas de 10 años? – no podía parar de reír y más por la cara de sorpresa que había puesto.
- ¡¿Cómo, 10 años?! ¿Es enserio? – preguntó muy sorprendido – pensé que ya eran más grandes.
Paramos de reír de inmediato y lo miramos con seriedad - ¿Tan viejas nos vemos? – retó Megan.
- Eh... no, pero pensé que tenían 12, no me mal interpreten, es que están altas para su edad.
- Lo sabemos, pero está dentro de nuestra genealogía, ¿qué podemos hacer? – dije cruzada de brazos.
- Bien, tranquilas, sólo fue un comentario, bajen la guardia y díganme sus nombres.
- Aitana, y ella Megan – dije señalando a mi amiga.
- Un gusto – y Megan le tendió la mano para saludarlo.
- El gusto es mío – correspondió el saludo.
- Bien – interrumpí – ¿ahora tu podrías decirnos tu nombre?
- Claro, me llamo Edward – dijo inclinándose como un caballero - tengo 14.
- Okey E-D-W-A-R-D, ahora ¿juegas? o mejor te vas – dije algo amenazante, pues, ¡se quería robar a mi mejor amiga! Y eso no iba a permitirlo
- Me quedo a jugar niña gruñona – sonrió y nos tomó de las manos para comenzar a jugar.Y ese fue el inicio de nuestra amistad, los tres nos apoyábamos en todo, pero había una conexión especial entre Edward y yo, no había entendido a que se debía y no le tomaba mucha importancia, para mí él sólo era un amigo y nada más.
Y así pasaron los años, nuestra amistad crecía al igual que los problemas, cada quien tenía los suyos, y entre los tres sabíamos cómo afrontarlos, pero la que nunca hacía caso era yo, por más consejos que recibía no aplicaba ninguno; doy gracias porque Megan y Edward nunca se rindieron conmigo, siempre estaban ahí para mí y sobre todo cuando mis padres se separaron, nunca me dejaron morir sola, valoro cada momento que pasé con ellos y nunca dejaré de estar agradecida por todo lo que me dieron. Ahora vivo con mi madre y mis dos hermanos, soy la mayor de los tres, acabo de cumplir 17 y éste será mi último año con Megan, ya que al ingresar a la universidad se irá lejos de aquí.
El día de mi cumpleaños Edward, me llevó a un balneario junto con Megan y ese mismo día ella me dijo lo que tenía planeado, me dolió, pero supe aceptarlo y prometí apoyarla en todo. Con respecto a ese día, la pasamos genial, todo fue idea de Edward. Después de nadar fuimos a cenar pizza, y mientras esperábamos nuestra orden, ellos me cantaron las mañanitas y me pasaron un mini-pastel con una vela en medio, todo fue maravilloso.
Tomé un sinfín de fotos en todo el día, me encantaba hacerlo, pues no quería dejar pasar el momento; nos fuimos de la pizzería y Edward nos trajo a casa, no paraba de presumir el coche que se había comprado, le encantaba y más porque lo consiguió con sus propias manos. Llegamos, nos bajamos y nos despedimos, pero al momento de despedirme del presumido, éste me dio un beso muy cerca de mis labios y podría jurar que había inhalado mi aroma, el calor invadió mi cara junto con los nervios mi cuerpo, así que después de despedirme corrí a mi casa y me encerré en mi cuarto, no podía creer lo que había pasado.