Parte VI: El Enterrador

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Relato VIII: El Enterrador

Erase una vez, en un pueblo tranquilo, donde nunca sucedía nada, las puertas de las casas siempre permanecían abiertas y sus habitantes Vivian mas de cien años. Las muertes que se daban eran por vejez y esto sucedía en grandes lapsos de tiempo, todo esto para desgracia de Eusebio, que era el enterrador del pueblo y odiaba a los médicos y medicamentos, ya que hacían que la gente viviera más tiempo y esto era malo para su negocio, ya que si no había muertos no cobraba, viéndose en una situación desesperada decidió ponerle remedio. Esa noche se coló en la casa de la centenaria Ana, que estaba viendo la televisión, se puso delante de ella y antes de que pudiera reaccionar, con sus manos cubiertas con guantes de cuero para no dejar huella, la cogió por el cuello y lo apretó con fuerza hasta asfixiarla, los ojos del cadáver se quedaron en blanco y su boca desencajada en una mueca de terror.

El cadáver fue encontrado por la mañana por una amiga con la que había quedado a desayunar y como llamo al timbre y no contesto decidió entrar al estar la puerta abierta y se encontró la macabra escena, horrorizada ante tal hallazgo, llamo a la policía la cual se presento de inmediato y después de examinar el cadáver . o les quedo ninguna duda de que se trataba de un asesinato por asfixia.

La noticia de que un asesino en el pueblo, corrió tan rápido como el fuego sobre la pólvora y desde esa noche todos los habitantes del pueblo cerraban las puertas de sus casas.

Eusebio, el enterrador corriendo por un estrecho pasillo formado por nichos y cuyas losas comienzan a resquebrajarse hasta romperse y del interior salen brazos cuyas manos esqueléticas lo intentan atrapar, de frente aparece Ana, la anciana centenaria que el mato y entre sus manos lleva una guadaña, Eusebio se detiene y las manos esqueléticas que salen de los nichos lo agarran de los brazos y piernas, estirando con gran fuerza hasta descuartizarlo. Eusebio despierta de la pesadilla, gritando de horror y empapado en sudor, en su casa del cementerio, en la ciudad de los muertos.

Eusebio se encargaba de vestir y maquillar a los muertos para el velatorio. Ahora tenía enfrente a su víctima a la que había asfixiado con sus propias manos. Debido a la rigidez que adquiere un cuerpo muerto, para vestirlo, hay que romperle los brazos y las piernas oyendo el crujir de sus huesos. Eusebio la vistió de negro con la ropa que había elegido la familia y después le cosió los ojos por la parte interior de los parpados, cerrándoselos e hizo lo mismo con la boca, después la maquillo. Eusebio la contemplo, le pareció realmente bella, daba la sensación de que estaba sumida en un profundo sueño , la fotografió como hacía con todos los muertos que pasaban por sus manos, para luego colgar las fotografías en las paredes de su habitación, le fascinaba la belleza de la muerte.

Fue al velatorio ya que en el pueblo todos se conocían y al día siguiente fue a la misa y al funeral, ya se había marchado hasta el último amigo y familiar, cuando aparecieron dos policías que querían hablar con el, porque un vecino le había visto entrar en casa de la víctima, la misma noche que la asesinaron. Eusebio se sintió acorralado, sabía que la policía había capturado a asesinos mucho más listos que el, cogió un pico que tenía cerca y se lo clavo en la sien a uno de los policías matándolo, el otro policía hizo intención de desenfundar su arma, pero Eusebio fue mas rápido y le lanzo el pico clavándoselo entre las cejas, por lo que el policía murió en el acto, después los cogió de las piernas y los arrastro hasta el interior de un nicho donde los enterró. Sabía que no tenía mucho tiempo, antes de que la policía lo atrapara y prefería la muerte a la cárcel, por lo que decidió suicidarse, pero preparando con antelación su funeral. Fue a la funeraria y eligió un ataúd con el interior del mismo color que la sangre, les dijo que pusieran un espejo, en la parte interior del ataúd a la altura de los ojos, les pareció una excentricidad, pero aceptaron, les entrego el traje negro con el que quería ser enterrado y volvió a su casa del cementerio, allí se inyecto una sustancia química que se utiliza en los embalsamientos y que en los vivos produce una especie de catalepsia, donde das todos los síntomas de estar muerto, pero no lo estas, lo que quedas paralizado, pero pudiendo ver y oír todo lo que sucede a tu alrededor. Para enterrar un cadáver solían tardar unas cuarenta y ocho horas , Eusebio calculo la dosis para permanecer en estado de catalepsia en sesenta horas.

La policía no tardo en llamar al timbre de su puerta y al no contestar nadie, la tiraron abajo de una patada y lo encontraron inmóvil sobre la cama dándolo por muerto, llamaron a una ambulancia y estos también lo dieron por muerto,, llamaron a la funeraria, y lo llevaron allí con un coche fúnebre. Lo llevaron a una sala y lo pusieron sobre una camilla, rompiéndole los brazos y las piernas, para poderlo desvestir y ponerle el traje negro que el mismo había escogido, no sintió ningún dolor gracias a la sustancia química que se había inyectado, sólo oyó el ruido de sus huesos al romperse, le cosieron la boca y le dejaron los ojos abiertos como el había pedido. contemplo su rostro maquillado en el espejo que les había dicho que pusieran y quedo satisfecho con el trabajo que habían hecho. Dentro del ataúd el oxigeno se iba acabando y él se iba asfixiando, pero estaba contento, todo había salido como había planeado, el era un muerto feliz.

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