Ella siempre llegaba despacio, lentamente cuando los demás apenas se daban cuenta. Poco a poco se entremetía por algún resquicio de las vidas de las gentes de las aldeas. Aquella aldea era la última antes de su fin soñado. Tras la aldea, la ciudad, y en la ciudad no habría manera de poder pararla. Con toda la tranquilidad de quién no tiene prisa, se detuvo, casa a casa a admirar a las gentes. En su interior se jactaba de ellos pensando en que su Dios no podría salvarles. Una noche en la que todos rezaban a no se sabía que, decidió comenzar. Le gustaba hacerlo con los ancianos, siempre pensó que era lo lógico además de hacerles un favor. Solía pensar que a los cincuenta años todos deberían desaparecer porque eran una carga. Cuando acababa o casi acababa con los ancianos, cansado del trabajo fácil siempre le tocaba el turno a algún hombre lozano y apuesto. Gozaba viendo sus efectos sobre la hermosura. Despacio, con la prisa de quién sabe que todo acabará pasando, finiquitó aquella aldea. Su fin soñado se acercaba, Roma estaba ante sus pies. Las ratas estaban a sus órdenes. La Peste plena de alegría fue incapaz de contener la carcajada al entrar en la ciudad. Roma, era realmente fácil.
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Azrael y otros escalofríos
HorrorLa sangre nos recorre por nuestras venas, un día una de esas gotas acabó en la boca de Carlos. Nació Azrael. Es Halloween, noche de terror, disfruta con este regalo de narraciones con dosis de escalofrío.