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Era una mañana lluviosa pero no muy fría , algo así como una lluvia repentina de primavera , aunque en otoño , cosa difícil de explicar .
Y ahí estaba yo , Francisco Castillo, viendo por la ventana del cuarto de mis padres. No había más que nubes negras, nubes que para un niño hubieran significado algo asombroso , el escenario de alguna historia genial , mientras que para mí , como un adolescente sin una pizca de afecto por la vida , no significaban más que eso, nubes negras.
Nunca había sido feliz , pero esa mañana especialmente era más triste que cualquier otra . ¿Por qué? No lo sé , solo sé que así era.

Oí gritar a mi madre - ¡a desayunar Fran!-

"Fran", odiaba que me llamaran Fran, mi nombre es Francisco, ni siquiera era difícil pronunciarlo , ¿cuál era entonces el punto de ponerme un apodo? , si mi nombre era tan fácil de pronunciar como cualquier otro. Deje de pensar en ello y me dispuse a ir a desayunar.

No sé porque sigo guardando la esperanza de que algún día haya algo distinto , siempre son huevos y un vasito de agua. Estoy arto de ese desayuno , pero es lo qué hay.

Una vez acabado el desayuno me levante de la mesa y lo que hasta entonces fue una mañana como cualquier otra, (sin contar el toque extra de tristeza) se convirtió en la peor mañana en mis 15 años de vida .

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⏰ Última actualización: Jun 02, 2017 ⏰

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