Buda y el terrorista (1)

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Cap 1- Encuentro con el monstruo
Hace mucho tiempo, en el norte de la india, sobre la llanura del Ganges, Gautama, el Buda, llegó a Savatthi y halló el pueblo desierto: tiendas blindadas, casas cerradas y calles vacías. El Buda buscaba alimento para su comida del mediodía. Tocó a la puerta de una discípula leal, la señora Nandini, que miraba por una ventana con preocupación. Al ver al Buda, rápidamente abrió el cerrojo de la puerta y le pidió que entrara. Una vez dentro, echó el cerrojo de nuevo.
El Buda se mostró perplejo.
-¿Qué ocurre? ?preguntó el Buda con voz desconcertada-. Veo temor en tu cara. ¿Por qué están las calles vacías de gente? -¿No lo sabes, señor mío? ?dijo Nandini-. Un hombre conocido como Angulimala ha estado aterrorizando al pueblo y asesinando gente.
Inspiró profundamente. Se preocupaba porque el Buda, inconsciente y vulnerable, iba por el pueblo sin protección.
¿Qué sucedería si Angulimala se topase con el Buda? Nandini tembló al pensarlo. ¿Quién es Angulimala? ?preguntó el Buda.
-Lleva puesto un collar (mala) de dedos humanos (anguli) y por eso se le conoce como Angulimala. No tiene piedad. Asesina a los hombres para arrancarles los dedos. Es fuerte, diestro y audaz, y es astuto. Ha destruido aldeas y pueblos. Todos le temen. Una profunda seriedad apareció sobre el rostro del Buda. Permaneció silencioso y pensativo. Nandini ofreció al Buda un cuenco de arroz empapado en zumo de mango y miel, pero su mente no estaba en la comida. Pensaba en Angulimala.
Quédate aquí, por favor- rogaba Nandini al Buda-. No salgas solo, es peligroso. -Pero mis discípulos me esperan en la Arboleda Jeta. Debo irme.
¡No, a la Arboleda Jeta no! En el bosque, entre aquí y la Arboleda Jeta, es donde se esconde Angulimala. Por favor no vayas, señor mío, al menos no por ese bosque. Angulimala no sabrá diferenciar entre el compasivo Buda y un mortal ordinario. No te arriesgues. Es un criminal perseguido. Han ofrecido una recompensa de mil monedas de oro por su cabeza. Nandini, el Buda no teme a la muerte, y el Buda no cambia sus planes debido al miedo.
El arroz empapado en zumo de mango ha sido verdaderamente nutritivo. Estoy satisfecho. Gracias por el maravilloso regalo.
El Buda se giró hacia la puerta cerrada. Pero Nandini no quería dejarlo salir. -Estoy esperando que abras el cerrojo de la puerta.
-Por favor, señor mío, por favor, escucha. No te acerques a Angulimala. Es muy peligroso.

-Preciosa Nandini, confía en el Buda, él sabe muy bien lo que hace. Libérate del miedo. -Pero temo por tu vida, iluminado ?dijo Nandini.
-Vivir con temor no es vivir- respondió el Buda- Puede ser trabajo del rey matar a los criminales, pero la labor del Buda es transformarlos, despertarlos y liberarlos de la ignorancia. Así que, Nandini, no intentes disuadirme de hacer mi deber. -Pero creedme, señor mío, Angulimala es demasiado peligroso-argumento Nandini.
-Dulce Nandini, entiendo tus inquietudes- replicó el Buda-. Pero comprende que mi amor, mi amistad y mi compasión no se limitan a los que ya están de acuerdo conmigo.Debo ofrecer mi mano a los que están poseídos por el dolor y la ignorancia. Mi vocación es sanar el alma herida. No me preocupa mi propia vida, o mi muerte. Lo que me preocupa es Angulimala. Para Nandini, la inocencia del Buda bordeaba la ingenuidad. Mientras se planteaba maneras de disuadirlo de enfrentarse a angulimala, escuchó sus palabras finales:
-Nandini, me alegra morir, si es necesario para salvar a Angulimala.
Con manos temblorosas Nandini abrió el cerrojo de la puerta, pero seguía llena de temor. Imaginaba los dedos del Buda colgados del cuello de Angulimala, y tembló al pensarlo.
-Señor mío, ten cuidado, ten mucho cuidado. Que te vaya bien.
El Buda alzó la mano en bendición y se alejó andando con calma. Pronto dejó atrás el pueblo. Solo, sin impedimentos ni disturbios, el Buda siguió el sendero hacia la Arboleda Jeta, atravesando los campos, introduciéndose en el frescor del bosque. Siguió caminando, adentrándose cada vez mas en el.
En la quietud de los árboles, los pasos del Buda eran el único sonido, y el único hombre que los escuchaba era Angulimala.
Éste se preguntaba:?¿Qué es ese sonido? ¿Quién anda? ¿Quién se atreve a venir e invadir mi territorio??. En la distancia observó una figura con hábito amarillo moviéndose lentamente. Angulimala meneó la cabeza incrédulo, y volvió a mirar. La figura caminante se acercaba a él. Lleno de alegría, Angulimala asió su espada y se puso de pie.
?¡Ajá! ¡Ya tengo diez dedos más para mi collar sin demasiado esfuerzo!?, se decía a sí mismo.
Manejando la espada se abalanzó hacia la figura que se le acercaba. Al ver su cara furiosa, el Buda supo que se trataba de Angulimala. El Buda sonrió y siguió andando. Angulimala quedó perplejo. Nunca había visto a ninguna persona que no le temiera y no se alejara corriendo.
-¿Es que este necio ignorante no sabe quién soy? Pronto lo sabrá- murmuro Angulimala. En unos segundos sintió una dulce voz que le llamaba: ?Angulimala, Angulimala, Angulimala?. -¡Que extraño! Es evidente que me conoce, sabe mi nombre y sin embargo? ¿y sin embargo? Angulimala contestó gritando.
-¿Quién eres? ¿Por qué no te alejas corriendo de mí? ¿No sabes que te voy a matar sin pestañear y voy a coser tus dedos en mi collar?
-Sí, sí. Se quién eres. Pero, ¿no sabes que es fácil matarme sin pestañear? -El Buda calló un momento, y entonces añadió-: Yo siempre estoy dispuesto a morir. Morir no perjudica a nadie. ¿Pero matar? ¿Cómo te sientes después de haber matado, Angulimala? ¿Verdaderamente has considerado tus sentimientos sobre el acto de matar? El Buda observó al hombre que tenía delante. Algunos de los dedos que colgaban de su cuello aún sangraban. Su ropa manchada de sangre y el sudor de su cuerpo producían un olor alarmante. La agresión emanaba de su enorme y negro bigote, de su barba y de su pelo largo y enmarañado. Su apariencia fuerte y temible habría espantado a la mayoría de los mortales, pero el Buda se mantuvo firme como una roca.

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