Trapped with a demon.

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La melancólica melodía de un flautín recorría las calles desiertas en aquella oscura noche, colándose en la habitación de la chica de cabello rojizo, quien había sido despertada del sueño que tanto trabajo le había costado conciliar. Se levantó de mala gana hasta la ventana, con los ojos aún pesados por el sueño, o más bien, la falta de él. Abrió las gruesas cortinas de satín intentando encontrar la procedencia de la misteriosa música que había perturbado su hora de sueño, pero no logró ver nada mas que una sombra escabulléndose por un oscuro callejón. No le quedó de otra mas que abrir la ventana para hacer el intento de ver algo más, lo cual fue imposible.

—¡Eh tú! ¡Estúpido! ¿Quisieras callarte? ¡Es media noche! —gritó la chica al aire nocturno que envolvía el pueblo. No le importaba despertar a los vecinos, ella sólo quería volver a la cama.

La música cesó por un instante y ella dejó salir un suspiro de satisfacción, hasta que casi al instante el sonido del flautín volvió a llegar a su ventana, esta vez con una melodía más rápida y alegre, que quizás habría disfrutado de no ser tan malhumorada. El suspiro se convirtió en gruñido mientras se ponía zapatos y tomaba el viejo suéter que yacía colgado en la cabecera de su cama, para después salir con prisa de su habitación y bajar corriendo las escaleras de su casa.

¿Qué tipo de persona mentalmente sana tocaba el flautín a la mitad de la noche? Pero quizás ese no era el problema. Quizás el problema era a que chica le había tocado despertar. Todos en el pueblo conocían su carácter, y era famosa por ello. Definitivamente no era alguien a quien quieras despertar, en especial una noche en la que apenas ha pegado ojo a la almohada por desvelarse pasando el rato con cierto chico.

Al salir de su casa, la pelirroja corrió por la calle principal, dejando atrás la tienda de su tío y la pastelería donde pasaba el tiempo comiendo golosinas. Siguió el camino que la persona del flautín había tomado, entrando al callejón que resultó no ser más que una estrecha calle.

Con cada paso que daba, la música que nadie más parecía escuchar se iba intensificando en sus oídos, y aún podía oír las pisadas de aquél -o aquella- que le huía, junto con algunas risitas que solo servían para cabrearla más. Cuando pensó que pronto lograría encontrar al extraño, ya que había visto un pedazo de su capa agitarse en el viento al girar una esquina, tan sólo quedó frente a frente con una extraña escena que nadie pensaría encontrar una fría noche de invierno.

Un grupo de niños, probablemente ninguno mayor que ella, bailaban al ritmo de la música formando un círculo alrededor de una gran fogata, que irradiaba calor hasta desde donde la chica observaba todo. Admiró la escena maravillada, dejando sus labios separarse un poco debido a la sorpresa, sintiendo la música y la energía dentro de sus huesos con tanta fuerza que apenas pudo contener las ganas de unirse a la extraña danza.

Sacudió un poco la cabeza para aclararse y recordar para que había venido.

En el centro del círculo, tan cerca de la fogata que la chica pudo haber jurado que se estaba quemando, se encontraba un chico -o al menos eso parecía- cubierto con una capucha, que se llevaba una flauta de pan a los labios.

—¡Eh, gilipollas! ¿Tienes idea de la hora que es? ¡Despertarás a todo el mundo!—   gritó la chica lo suficientemente fuerte como para que se pudiera escuchar sobre la música.

Los niños danzantes parecieron ignorarla y siguieron con su baile, mientras que el extraño le dirigió una mirada sombría con unos hipnotizantes ojos verdes oscurecidos por la sombra de la capucha sobre ellos... ¿O eran marrones?

—Venga— bufó ella. —¡Sé que me has escuchado!— 

Al no encontrar más respuesta que otra mirada, se acercó a él con paso lento, no con temor sino con precaución, abriéndose paso por entre los chicos que no paraban de bailar.

—¿Quién eres tu?— le preguntó con dureza al estar lo suficientemente cerca.

Otra mirada. Sus profundos ojos la penetraron completamente, mirándola de arriba a abajo, hasta un punto casi intimidante, pero ella no era de las que se dejaban intimidar. Le devolvió la mirada de igual forma y dio un paso para demostrar su punto.

—¿Quién eres...— se disponía a repetir cuando una profunda voz proveniente del chico respondió.

—Soy Peter.— levantó la capucha dando visibilidad a todo su rostro, iluminado por la luz del fuego. —Peter Pan.— 

Trapped with a demon.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora