Capítulo 8

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Cerca de alguna isla en altamar, un barco de madera oscura y velas amarillentas, descansaba anclado junto a un arrecife, mientras sus tripulantes descansaban en la playa.

Un gran botín de cerdo y cordero se asaba mientras cientos de hombres realizaban diferentes actividades en la arena, o simplemente disfrutaban de la calidez de la luz del sol; algunos habían optado por realizar expediciones y adentrarse entre la forestación para descubrir las maravillas del lugar. Otros se inventaban tesoros ocultos y corrían de un lado a otro intentando encontrarlos.

Todos disfrutaban del primer día, después de muchos, en tierra firme y sin apuros.

Un poco alejado, lo suficiente como para poder observar todo alrededor, se encontraba el capitán.

Sentado sobre una gran piedra, a la sombra de una palmera y el calor de una pequeña fogata, Theophilus le sacaba filo a una vara de madera con su cuchilla de acero y mango de plata. El cabello largo y desaliñado, de color negro intenso le caía ondulado sobre la mitad del rostro, haciéndolo gruñir mientras lo acomodaba detrás de su oreja, una y otra vez. Su piel morena contrastaba contra el brillo del fuego y el reflejo de la luz del sol en la arena, haciendo que sus facciones bien definidas –barbilla perfilada perfectamente en una línea recta, y la nariz de tamaño medio con un leve desvío en el puente a causa de una fractura de más joven- resaltaran con el paisaje que tenía detrás de él. Se irguió, haciendo tronar los huesos de su columna mientras cerraba los ojos y se rascaba el mentón de donde le crecía una barba de largo considerable. Siempre presumió de su imagen, agradecía que lo único bueno que hubieran hecho sus padres, fuera darle los genes griegos por los que mujeres y hombres hubieran pactado con el dios del inframundo para poder poseer. O por lo menos fue así hasta hace unos años atrás, en donde ese coreano presumido decidió dejarle una cicatriz por la que se lamentaría el resto de su vida. Pero no solo el hecho de tener una asquerosa línea de carne gruesa, cosida como un trapo y más clara que su piel -la cual comenzaba no muy arriba de su ceja izquierda, terminando a la mitad de la mejilla- lo atormentaba, sino que también había perdido por completo la visión del ojo que fue rozado por el filo de la espada con un dragón de oro tallado en el mango. Nunca lo olvidaría. El dolor había sido tan insoportable que llegó a implorar que le quitaran la vida, incluso una semana después de haber recibido el corte. Una mujer, a la cual consideraban bruja en su tierra, lo mantuvo con vida a base de hierbas extrañas en el ojo mutilado e invocaciones en idiomas inentendibles. Como consecuencia a todo lo sucedido, su iris de color verde esmeralda y bordes marrones, se puso completamente blanco y una pequeña ranura fue el recuerdo de lo que había sucedido en él. Un parche de cuero se volvió, por obligación, su accesorio más preciado, para cubrir el amargo recuerdo de una mala decisión tomada con la persona equivocada.

Unos meses después, el lado mutilado de su rostro ya no se encontraba tan repugnante, incluso algunas mujeres se excitaban al verlo, pero él sabía que no podría vivir el resto de su vida cargando con ello sin vengarse de G-Dragon.


Algo a su izquierda le llamó la atención, y sonrió al ver a un grupo de sus hombres agarrando a otro de sus extremidades para tirarlo al mar. Tres dientes de oro destellaron tras asomarse detrás de sus gruesos labios.

Intentó volver su imagen lo más amenazante y llamativa posible, para que fuera a la par con lo que debía cargar en el rostro. Y la mejor forma de conseguirlo fue modificando su dentadura, y tatuándose el pecho con la imagen de su nave y la leyenda "Die Rache" –La Venganza en alemán- escrita en él. Pero, a pesar de presumir esto, el cuerpo bien formado, su ojo funcional de color esmeralda y una sonrisa que deslumbraba por sí sola, los únicos momentos del día en que se quitaba el parche, eran en los que estaba completamente seguro que no tendría a nadie cerca para que lo observe. Odiaba las miradas de repulsión, pero las que menos toleraba, eran las de lástima; nadie debía sentir pena por él.

De frente al mar ~ [Nyongtory]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora