Hace frío.
Mientras las gotas de agua caen sobre mí, trato de recordar cuantos días de lluvia he vivido. Al parecer son bastantes pues no termino de concluir una cantidad exacta. A mi mente llegan imágenes de partidos de fútbol durante los festivales deportivos de la escuela, nunca fui bueno en los deportes pero me gustaba estar en el equipo y patear, de vez en cuando, el balón.
La lluvia sigue cayendo y mi pasado sigue visitándome. Una vocecita burlona me pregunta cuantas veces me habré aprovechado de la lluvia para declararme a una chica quienes, manipuladas por tantas películas románticas, veían en la lluvia una escena tan romántica que muy pocas podían rechazar.
Karen fue la última que cayó en esa táctica y la más importante pues con ella viví más días lluviosos. Días en los que simplemente nos quedábamos recostados en la cama y veíamos como las gotas golpeaban los vidrios de nuestra ventana como queriendo entrar. O aquellos paseos en los que nos olvidábamos de los riesgos de contraer un resfriado y caminábamos por horas con la ropa completamente empapada.
Y me olvido de la lluvia. El rostro de Karen lo ocupa todo en mi mente: sus ojos pardos, su piel canela, sus labios y ese lunar pequeñito que tiene bajo el ojo izquierdo. Pero el rostro que veo luce acongojado, gotas resbalan por sus mejillas y estoy casi seguro que no es la lluvia.
«No llores» intento decir pero no puedo. Las palabras quedan en mi garganta, como atoradas. Ella me acaricia el rostro mientras grita mi nombre, aunque su voz apenas es audible sé que está gritando. La lluvia que siento en mi rostro son sus lágrimas.
Tengo frío. He perdido la noción del tiempo pero todo parece más oscuro. La lluvia ha cesado y los gritos de Karen también. El frío me ha dejado adormilado, quiero dormir un rato.
Espero que no le moleste a Karen que cierre los ojos por unos minutos, luego seguiremos nuestro paseo y terminaremos en esa cafetería tan bonita a la que le gusta ir. Entonces pediremos café y unos croissants rellenos de dulce de leche y cuando entremos un poco más en calor, sacaré el anillo de mi bolsillo y le preguntaré si se quiere casar conmigo. Estoy seguro que aceptará, no importa que la lluvia haya parado.
Hace frio y el sueño me gana. Si no puedo hoy, quizá le proponga matrimonio mañana.
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El desván de las ideas
De TodoColección de cuentos y relatos cortos sin un género específico. Las historias que leerás aquí son las que escribí para practicar por lo que no necesariamente serán grandes relatos. Advertencias: *Debido a la variedad de temas y géneros que se recoge...