Eran ya las siete de la noche. ¿Las siete ya?
El tiempo pasaba volando durante estas frías lluvias de noviembre, mucho trabajo que hacer, las vacaciones se acercaban ya y todos los ahorros deberían ser gastados así como lo demanda la sociedad. Que horror.
En el caso de Luis, un joven muy trabajador, que se ganaba el pan diario de manera honrada, no era el caso. No le hacía mucha gracia el salir de paseo durante las fiestas navideñas, le parecía un malgasto de dinero.
Trabajaba en el mercado de la ciudad, vendía frutas de temporada durante todo el año, desde muy de madrugada salía de su casa y regresaba cuando el sol se ponía.
Su barrio era un riesgo, su mujer Esmeralda, ya se lo había dicho muchas veces, que volviera más temprano aunque tuvieran que sacrificar el desayuno del día siguiente.
Luis ya lo consideraba y había decidido hacerlo a partir de mañana. Por ahora, regresaba a casa, bajo la lluvia. Dos bolsas grandes llenas de víveres del supermercado lo acompañaban, una en cada mano. La venta había estado bien y todo lo que llevaba era prueba de ello.
Parte del capital del día, iba en la bolsa derecha de su pantalón. Caminaba confiado, seguro que nada pasaría durante esa tranquila noche, pese a la lluvia que sobre su espalda caía.
En casa, Esmeralda, aguardaba por su marido. Su hijo de tres años jugaba con unos pequeños soldaditos de juguete. Alegre simulaba los tiroteos entre ellos, sin saber exactamente su significado. Esmeralda preparaba carne esa noche, estofado de res, delicioso. En las casas de los vecinos se podía sentir el exquisito aroma a carne guisada, acompañada de patatas, zanahorias y otros condimentos más.
Ella estaba con una sonrisa en su rostro, confiaba que su marido llegaría pronto y por eso preparaba algo especial, aunque el cumpleaños de Luis fuese en tres días, ella le daría algo súper genial desde ese momento.
De vuelta en la calle, la peligrosidad de la que temía Esmeralda no podía verse por las nubes que cubrían el potente reflejo de luna llena. Además que luego de unos minutos después de que anunciaran que habría actividad eléctrica en el cielo, hubo un apagón en gran parte de la ciudad.
No se podía ver lo que en una esquina se ocultaba, un joven, de algunos dieciocho años y con apariencia sospechosa, aguardaba por una víctima a la cual despojar de sus bienes, y tal vez algo más. Ocultaba en sus holgadas vestiduras, una pistola de bajo calibre, pero aun así letal.
La mala fortuna le tocaría a nuestro amigo Luis... ¿Qué habrá pasado por la cabeza de aquel joven asaltante, al ver a Luis pasar frente a él? Nada... No le importaba cuánto había él sufrido para ganar su dinero y comprar comida esa noche.
La lluvia descendía fuertemente, quizás esa fue la razón por la cual Luis no volteó ante el llamado que hacía el joven para llamar su atención. Al verse ignorado por Luis, bajo la lluvia sacó su arma y se escucharon dos sonidos secos y estruendosos.
Luis pudo sentir el calor recorrer su espalda y atravesar su pecho en dos ocasiones, no pudo evitar la acción de soltar sus bolsas, que cayeron sobre la calle esparciendo su contenido sobre los charcos de agua.
Al inicio, solamente cayó sobre sus rodillas, quería recordar algo de su vida, pero nada le traía más felicidad que su esposa e hijo. Un par de lágrimas salieron de sus ojos antes de caer sobre sobre la calle, golpeándose el pecho en el impacto. En sus momentos finales, solo pudo sentirse débil mientras el aliento escapaba de su ser, aceptando la muerte que le abrazaba...
El joven asaltante, al verle caído, corrió a saquear el cuerpo. Corrió a toda velocidad mientras que Luis, expiraba en medio de la oscuridad, bajo la lluvia.
¿Qué pensará ahora su esposa cuando lo vea en el noticiero nocturno...?
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Fragmentos y Otros más...
DuchoweHistorias cortas de la esquizofrenia que arrebata mis sentidos durante cortos lapsos de tiempo.