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— ¡JiMin, ven aquí! –Exclamó un agitado pelinegro, mientras corría detrás de un rubio bajito con lentillas azules.

Al escuchar su nombre cerca de donde había parado, apresuró el paso tratando de alejarse lo más que pudiera del mayor. — ¡Déjame, YoonGi! ¡No tenemos nada de qué hablar!

— ¡Joder, no seas así, Park! ¡Sabes muy bien que sí debemos hacerlo!

El rubio permitió que un suspiro agotado escapara de sus labios, detuvo abrupto sus pasos y esperó a que el otro le alcanzara, una vez estuvo cerca se tomó el puente de la nariz con su pulgar e índice mientras aclaraba su garganta y con voz resignada le contestó: — Tú crees que es necesario, pero yo pienso que fui lo suficientemente claro cuando dije que no iba a enlazarme contigo.

Los ojos del mayor se cristalizaron un poco, y un fuerte tirón azotó su corazón. — JiMin... n-no me puedes hacer esto, por favor.

— Y-YoonGi... no lo hagas más difícil. Tienes que aceptarlo. –La voz del oji-azul temblaba un poco, parecía estar a punto de echarse a llorar al ver el sufrimiento de su hyung (y el que él mismo estaba sintiendo).

Dicho esto, volteó su cuerpo y comenzó a caminar lejos de Min, dejándole un poco más roto.

Como él lo estaba.

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