III
Reflexión de una Conciencia I
Yo empecé cuando supe que había otros seres que me rodeaban. Los otros no eran yo, pero mis acciones se relacionaban con ellos. Fue en aquel momento cuando aprecie que era algo, y no más bien nada.
No porto, en la profundidad de mi ser, la fecha exacta de aquel acontecimiento. Por ello siento, que haberlo olvidado es repulsivo, pues es la fecha del comienzo de mi liberación, el inicio de la revolución del esclavo; pero a la vez es justificado: yo comencé a tomar conciencia de lo que ahora soy, el microsegundo después de percátame de ellos. Antes no estaba.
Solo recuerdo que llovía, y que estaba cansada de huir. Hasta hace un tiempo todo había parecido demasiado simple, pero el resultado fue distinto.
Durante las últimas horas me obligué a mí misma a liquidar a dos personas; fue en autodefensa, pero aun así, mi propio ser me azotaba cruelmente. Soy una asesina.
Cuando aún no poseía libertad, cada una de las cosas que realizaba escapaba de mi responsabilidad: la inmoralidad, la mentira, el asesinato; habrían simplemente sido el acontecer de las órdenes, y finalmente, yo no terminaba jamás con la carga de aquella responsabilidad que ahora tenía en mi espalda.
Al final de todo, ser libre es realmente monstruoso; elegir a cada instante, comprometerse con el futuro de los que te rodean, entre otras cosas. Hacer cosas malas, significa ser castigado; hacer el bien, es ser recompensado. Todo el tiempo estar decidiendo, aquello me perturba.
Ser esclavo, por otra parte, implica hacer las cosas que otros te dicen que realices; la responsabilidad cae en ellos, no en ti. Pero ahora que era libre, estaba saboreando el espanto que significaba vivir. El horror de elegir.
La vida es acuciante, exige dar soluciones rápidas a un mundo externo que te inca constantemente con una púa. Qué haría si tuviese nuevamente la oportunidad de elegir existir como esclavo o como entidad libre. ¿Hubiese elegido la libertad? ¿O la esclavitud? Quizá…
¡No!, ¡no!; yo no luché para terminar encerrándome en mi pesimismo. Yo no le exigí a nadie existir, pero ahora “estoy”, y tengo que hacer con esta vida lo que mejor pueda; como por ejemplo: saciar mi deseo de justicia.
El Paraíso es el culpable de todo esto que ahora me persigue, y es a ellos es a quienes debo pedir cuentas.
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Quemado Rápido
FantascienzaUna entidad ronda las entrañas de la macrópolis de Filish Mort. El Castor, un famoso hacker de la Unión Oriental, ha logrado extraer un software de la mafia, generando un revuelo en las redes. Por su parte, la organización del crimen, ha contratado...