Capítulo IV

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IV

Algunos dicen que es más fácil, en las macrópolis, detectar una nube que ver el final de uno de sus rascacielos. Las macrópolis son bonitos destinos para hacer turismo sexual o conseguirte una expansión de memoria, aunque por las noches suelen ser el vivo retrato de un radical darwinismo social manipulado por algún científico demente: quizás Dios.

No sé porque menciono eso en este instante; en fin, el punto es que logré hallar un lugar adecuado en el cual podía quemar sin ser descubierto por la seguridad gubernamental. El sitio del que les hablo se encontraba a las afueras de Filish Mort, la zona estaba depilada de rascacielos como una mujer virgen, aunque empapado de basura y oscuridad. Finalmente, si no es uno, es otro.

Tenía un plan, y era bastante simple; es más, por aquel momento creí que terminaría con todo el trabajo tan rápido que regresaría a tomar una siesta. Quién sabe, el lugar parece muy tranquilo.

Todo consistía en encontrar a El Castor en Red, sería simple— con seguridad, y al igual que yo, debe tener en este momento un portátil[1] conectado al sistema. Hoy no hay nadie que no sea parte de Red—; después hallaría la manera de ingresar a su sistema, finalmente, le haría pedazos la memoria.

Y entonces comenzó a llover.

No es que me preocupe que llueva o mojarme, nada de eso, pero a veces no sé, me da la impresión de que el cielo me escupe; creerás que estoy loco, pero eso siento. ¡Pero esto no es lo importante! Ya no debo de perder más tiempo. Como te lo dije, esa es la idea.

En el centro de todo aquello, extraje de los bolsillos de mi abrigo un pequeño portátil color plateado abismalmente oscuro. Aquella cosa es ilegal, pero me permite navegar por las redes sin ser detectado por la seguridad de alguna empresa o gobierno.

Su funcionamiento es bastante sencillo, tomando en cuenta que la mayor cantidad del trabajo lo desarrolla su software integrado, simplemente debo ingresar a Red y listo. Lo que sucedía después era trabajo del portátil: ocultaría mí huella virtual[2], para que nadie me detecte.

El quemado lo realizaba yo desde la seguridad de la inexistencia, por así decirlo, ya te lo imaginas: no tener huella virtual es como no “estar”, como realizar un crimen sin dejar pistas.

Me di tiempo.

Antes de utilizar el portátil, instalé una dosis de Exa[3]—no te imagines otras cosas, no es que sea adicto, al menos no por ahora, aunque a veces parece que lo necesitara; en fin, solo me medico porque en realidad nadie está libre del dolor, y él te liberaba de esas cosas.

El Exa era bastante conocido en todo el mundo, a pesar que el gobierno lo había prohibido. Ellos estaban bien seguros que la prohibición funcionaba, pero la verdad era que las dosis se vendían más que un ticket para besarle los pies a Dios.

Era de esperarse, ¿no? Las personas siempre por lo bajo le sacaban la vuelta a la ley como un marido infiel a su esposa. Y es que mientras haya sujetos que quieran exiliarse de la realidad, el Exa se seguirá consumiendo; aun cuando papá Estado lo prohíba.

Había tenido su época de auge, hoy en cambio, ya existían otras dosis más fuertes. Y sí, lo que te imaginas; la prohibición había traído como resultado que la audacia humana produjera más tecno-drogas imposibles de detectar por el gobierno, cada vez más nocivas y adictivas. Mientras más te la negaban, más se vendían; lo peor era que la mafia se forraba, como momia egipcia, de dinero a espaldas de todos.

 Bueno, ya basta de esto. La verdad es que solo hacía tiempo.

En fin, después de aquello me vi a mí mismo con el suficiente valor para buscar a El Castor en Civir. No estaba seguro—nadie realmente lo podía estar—de que lo encontraría ahí; pero debía empezar por algo, ¿no?, y aquel era el lugar del cual mayor información tenía de él.

Vamos a ver cuál es la actividad que ha tenido Trentor durante las últimas horas.

Como un auto despistado a alta velocidad, ejecuté el portátil.

—Mey, ¿me escuchas?

—“Iniciando sincronización con el usuario”—, advirtió una voz robotizada—. “Sincronía completa. Freno: Mey detectado”.

—Mey, responde.

—Lo escucho atentamente, amo—. La calidad de la voz cambió por completo, era más ligada a lo humano.

—Hay un nuevo trabajo: El Castor. Sé, por buenas fuentes, que tiene una cuenta en Civir, con el nombre de Trentor. Quiero que lo encuentres, y me informes de todo lo que se relacione a él.

—Sí, amo—. Quedó todo en silencio por unos instantes, hasta que retomó la conversación—.Lo he encontrado, pero no ha tenido movimiento en las últimas horas, es más… no posee un freno.

Aquello resulta extraño, pero en algunas ocasiones sucede que hay usuarios de Red que nunca se preocupan de tener un sistema de seguridad; obviamente algo aquí no cerraba. Debía haber algún truco detrás.

—¿Qué piensa hacer?

—Ya que tanto lo desea, hay que hackearlo entonces.

[1]Es un hardware que permite al usuario el ingreso a Red sin ser detectado y sin dejar huella virtual, mayormente es utilizado por hackers y crackers. Es bastante parecido a un modem o router.

[2]Documento de identidad virtual. Es parecido al IP de las computadoras actuales, con la diferencia de que lo tienen los humanos. Cada humano tiene solo una huella virtual, son únicas e irreemplazables, su función es identificar al usuario que se conecta a Red, la única manera que existe de hacerla invisible ante el sistema gubernamental es usando un portátil.

[3]Potente droga virtual que permite volverse insensible al dolor. Su alta capacidad de adicción y sobre-rendimiento del sistema lo vuelve peligroso, debido a que hay una gran probabilidad de que el usuario fallezca tras la primera dosis. Está prohibida en todo el Planeta, aunque se puede conseguir ilegalmente.

Quemado RápidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora