VI
Civir, el metaverso más grande todo Red. No hay ninguna entidad que no tuviera existencia dentro de ella; es como una ley universal: Para existir en el mundo, debes de existir en Civir, el mundo virtual de Red.
Inicialmente solo podía escuchar el sonido de los cláxones de algunos autos, y algunas personas conversando en voz alta, pero no podía comprender exactamente lo que decían. Abrí los ojos a media, y mi vista sintió el leve aire chocar contra ella.
Visualicé mi cuerpo unos segundos; era evidente que me sintiera extrañado de mí, pues la entidad que ahora era, no era yo.
Era pequeño y delgado, creo que se trataba de un ego[1] de niño; no me di el tiempo suficiente para revisarme por completo. Aunque tuviese al tiempo de mi lado, tampoco lo haría, lo gastaría en otras cosas. Solo vi mis manos— es decir, las suyas—, como un movimiento involuntario. Y sí pues, como lo había pensado, se trataba de un niño. Aquella es una estrategia muy audaz para no levantar sospechas.
—No hay freno—. Le comenté lo evidente a Mey.
No estaba seguro de dónde realmente me encontraba, solamente veía gran cantidad de personas. Caminando, hablando entre ellos, conversando en chat general, contemplando algunas tiendas, etc. El lugar estaba abarrotado de sujetos como una tienda sucia lo está de cucarachas…
“¿Estás dentro de mí, o yo en tu interior?”
Aquellas palabras inundaron mi mente, aparecieron de la nada; es más, nunca las pensé. Estaba sintiendo los pensamientos de El Castor. Era evidente, ¿no? Él no permitiría que lo quemara tan fácilmente… Maldita sea, es como si estuviera consiente conmigo dentro.
De pronto el dolor recorrió mi cuerpo, y sentí que el interior de mi estómago se hacía pedazos junto con cada uno de mis órganos. No sé si ya lo sabrás, pero el inconveniente mayor de tener un portátil es que tu físico sufre las alteraciones que puedas tener en Red.
Me hice hacia atrás y golpeé con algunos transeúntes; intenté correr, pero esto no dependía de aquello, era una cuestión de frenos; ¡y Mey que no contrarrestaba el ataque!
—¿Eh, mocoso que te pasa? Fíjate por donde caminas—. Dijo un idiota con el cual choqué.
—¡Mey; Mey contesta!
Nuevamente aquel dolor. Lo sentí innumerables veces más. Era muy fuerte y pronto dejaría de resistirme a él; como una mujer excitada al hombre de sus sueños. Tendría que abandonar Civir… Y entonces, algo parecido al acido lamió mis tripas, y me produjo nauseas.
—Eh, eh; qué te sucede.
—Quizá ha tenido un problema con su cuenta. ¿Niño, por qué no intentas reiniciar?— Me dijo alguien. En aquel instante no tenía las ganas de escuchar a nadie, peor aún a alguien que no comprende de estas cosas…
Y otra vez aquel dolor acido; pero en esta oportunidad ya no lo puede contener. Vomité frente de todos. Me espanté del mar de sangre que expulsaba y de cómo manché el asfalto grisáceo, que ahora era rojizo. Pensándolo bien, es extraño que le pusiera más atención al asfalto que a mi propio cuerpo…
“Pero qué le sucede…”
“Qué le pasa…”
“Lo están…”
El metaverso se expandió frente a mí hasta que se desvaneció por completo. Mi cuerpo real fue aventado, como si Civir me eyectara, hacia el mundo. Regresé otra vez a las afueras de Filish Mort. Yo estaba consternado y mi físico muy sacudido. Pero, ¡cómo dolía todo esto!
—Mey.
—…
— ¡Mey!, ¡Mey!, ¡Responde!
Simplemente se había ido, fue neutralizada… Así de la nada.
No podía seguir en aquella situación, mi vida corría seriamente peligro. En realidad ya no podía continuar con esto, pero cómo, ¡cómo había sucedido!, ¡cómo!; espera, alguien debía poder explicarlo, ¿no?
Y una vez más la tortura regresó a mi cuerpo. Y nuevamente: sangre. Sangre por todos lados: saliendo de mi boca, de mis oídos, de mis orejas. El interior de la cabeza me ardía: mi memoria. ¡Rayos, el sujeto va por la memoria!
Entonces, perdí el sentido.
Y mientras tambaleaba, regresé la mirada al portátil que colgaba en mi cintura. De pronto, mi vista izquierda se oscureció… Reventó en pedazos. Dolor, dolor; las fuerzas para continuar salieron sin explicar cómo. Intenté apagar el portátil, pero algo parecido a un láser color violeta, venido no sé de dónde, me cercenó la mano izquierda y mutiló en miles de pedazos el brazo derecho.
Literalmente la vida se me iba a chorros de sangre. Me dejé caer al suelo bruscamente, mientras sentía que mi cuerpo se hacía trizas.
En aquel momento, no lo sé, recuerdo que visualicé una silueta; no la distinguía bien. Solo aparecía y desaparecía frente a mí. Parce que la lluvia la había hecho perceptible a mi vista.
“¿Así es morir?”, “¿Así?”; agregué sin recibir respuesta.
[1] En el mundo de Red, ego es todo individuo que tiene una cuenta en Civir.
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Quemado Rápido
Science FictionUna entidad ronda las entrañas de la macrópolis de Filish Mort. El Castor, un famoso hacker de la Unión Oriental, ha logrado extraer un software de la mafia, generando un revuelo en las redes. Por su parte, la organización del crimen, ha contratado...