Vainilla.
El olor del pan recién hecho ataca, placenteramente, las fosas nasales de una rubia penetrando hasta lo más profundo de su nariz. Ella se preguntaba si, tal vez, aquella fragancia era como una tentación que la incitaba a pecar contra sí misma por tratarse de harinas.
Odiaba ese maldito olor, odiaba el lugar de procedencia del mismo y, más que nada, aborrecía a la persona que residía ahí: Marinette Dupain-Cheng.
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.—Sabrina, ¿Hiciste lo que te pedí?— preguntó la hija del alcalde bastante amenazante, ni siquiera había salido de la gran limusina que la transportaba todas las infernales mañanas.
—Por supuesto, no te fallaría, amiga— contestaba entusiasta la peli naranja sin refutarse de la manera tan grosera en que la contraria tomó la carpeta que contenía el trabajo final del quinto semestre de Física Elemental, cosa que no fue fácil de redactar, pues se llevó toda una tarde de gozo.
(...)
En las paredes empañadas por el vapor que se liberaba al compás de la salida del agua caliente, se encontraba una franco-china concentrada en el lavamiento de su pequeño cuerpo, por la mañana.
Alegremente tarareaba aquella canción que le llamó la atención varias semanas atrás, cuando un indú recitaba una hermosa melodía, la cual se titulaba "Saans", en una de las calles de París, esperando conseguir algunas monedas para comer.
Sin más, salió de la ducha y se dispuso a ejecutar su rutina, sólo que esta vez tranquila y puntualmente.—¡No puedo creer que vengas temprano! ¿Acaso sucederá algo especial, Marinette?— habló tiernamente la pequeña Tikki curioseando en las expresiones faciales de su portadora intentando dar sentido a la situación.
—No estoy segura, nunca se sabe. Por otra parte creo que es por...¡Las vacaciones! — dio una pirueta con sus brazos abiertos al aire sin dejar de caminar, a consecuencia chocó con su rival, provocando molestia en la misma.
—¡Auch! , fíjate por donde andas Dupain.— reclamó refregándose la área del impacto doloroso. Sin duda era muy despistada.
—Lo siento, Chloé.— cabizbaja.
—Ándate con cuidado, panadera.— dicho esto empujó con su hombro a la contraria dándole un toque de superioridad.
Esa fue la primera "conversación" entre las estudiantes en el día, este lucía agradable, demostraba que era perfecto para holgazanear en casa acompañada de una gran taza de chocolate caliente con malvaviscos y un buen libro, así es, llovía.
Las clases de Mrs. Mendeleiev, comenzaron puntuales y "felices" en el laboratorio, el establecimiento adecuado para las travesuras infantiles de los practicantes.
Tras mucha teoría y escritura comenzaría la diversión. Sin embargo, toda acción tiene su reacción.
Disponían a descubrir el pH de las sustancias, algunas de estas eran agresivas para la piel, por lo cual se les pidió extremo cuidado.Descuido.
Nada que no se pueda hacer.
—Ten mucho cuidado con eso, Alya.
—Tranquila, lo tengo todo calculado— la castaña manipulaba, meticulosamente, el ácido muriático, pero los nervios de su amiga la hacían perder los estribos y provocaba un ligero temblor en sus manos. Como toda una mamá primeriza, Marinette, la subestimó provocando irritación en la morena —¡Marinette, ya por favor, me pones nerviosa! ¿No piensas en el poder de esta sustancia? — reclamó, al agitar sus manos un poco salpicó hacia la blanquecina piel de la chica más cercana.
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¿Por qué yo no? |Leer descripción|
Short StoryChloé Bourgeois, la niña rica y mimada que ama ser el centro de atención, sin embargo, no todo en su vida es como ella desearía. La envidia es su principal enemiga, no deja que pueda ser feliz con lo que tiene, ya que hay alguien que posee lo que ta...