Querida Princesa.

La triste realidad en la que se vive.

En un país desconocido y lejano, gobernaba una reina que no tuvo la fortuna de dar a luz a un varón, sólo dio a luz a dos bellas niñas valientes: Victoria y Charlotte.
Charlotte tenía una melodiosa voz, era muy bella; todos los hombres de aquel país querían casarse con ella.
Victoria era una chica muy valiente, pero siempre quedaba a la sombra de su hermana Charlotte.
Victoria desahogaba su dolor cazando, adoraba cazar a sangre fría cortándole la cabeza a los animales. Por muchos traumas y depresión que sufría, su estabilidad mental estaba fatal, aunque lograba mantener su imagen estable.
En una de sus cacerías, se encuentra con un chico joven muy apuesto y muy amable. Comienzan a hablar sobre sus gustos por la cacería; esto pone de muy buen humor a Victoria, quien regresa al castillo con una sonrisa en su rostro y mucha motivación; se había enamorado de aquel apuesto joven. El único detalle era, que nunca le preguntó su nombre… Era muy extraño, porque él jamás se presentó apropiadamente hacia ella.
Al llegar, le pide ropa y maquillaje a Charlotte, quien amablemente accede a prestárselos.
Ese día, Victoria durmió muy bien; al despertar no dudó en comenzar a arreglarse para verse bella ante aquel joven apuesto. Se puso el hermoso vestido rojo con negro que su hermana le había prestado, llevó su espejo por si en el camino se despeinaba, se puso un lindo collar hermoso y salió.
Caminó por varios minutos hasta que lo encontró… Él era muy guapo; sus cabellos largos dorados, sus ojos eran como dos diamantes hermosos, tenía buen gusto para vestir, tal vez eso fue lo que enamoró a Victoria.
Se dirigió hacia él quien leía un libro sentado en un tronco de árbol. Muy nerviosa y con una gran sonrisa lo saludó.
Mientras más hablaba con él, más se enamoraba, sin duda era algo que nunca había sentido. Con él, ella sentía que por fin alguien la quería, no sentía más dolor sin soledad con él.

Todo era muy lindo para ella, pero la verdad era muy aterradora.
Se había enamorado de un hombre del cual no sabía absolutamente nada, ni siquiera sabía su nombre, quiénes eran sus familiares, dónde vivía, si era de la realeza…
Pero no era como si esto le importase mucho, ella era feliz a su lado, todo su dolor quedaba atrás cuando lo veía y estaba con él.
Todos los días se miraba en el espejo mientras su autoestima subía. “Soy hermosa, soy perfecta para él”, eran las palabras que decía frente al espejo una y otra vez.
Su hermana Charlotte, preocupada por el estado mental de su hermana, le dijo a su madre. Su madre que era una persona sumamente estricta y que estaba escribiendo su testamento, decidió dejarle el trono a Charlotte, ya que consideraba muy mal el estado mental de su hija Victoria, a quien terminó corriendo del palacio.
Pero no fue algo por lo que se preocupó mucho Victoria. Tomó la bella ropa de su hermana, su espejo y su hacha y se fue rumbo a la cabaña en donde siempre veía a aquel apuesto joven misterioso.
Cuando llegó a ese lugar, se dio cuenta de que el chico no estaba; por su mente rondó “Éramos capaces de atravesar el muro,
por alto que fuera.
¿Por qué ya no estás aquí?
Quiero verte... “.  En realidad, este chico nunca existió… Todo fue producto de la imaginación de Victoria.
“Como te conocí en un sueño, ese sueño volverá a desaparecer con crueldad.
Sí, como una estrella fugaz... “
Victoria, muy enojada y ahogada en su propia locura soltó en llanto; se calmó, tomó su hacha y se dirigió al palacio con una gran sonrisa en su rostro.
Envuelta en su locura, se dirigió al cuarto de su hermana y le cortó la cabeza a sangre fría. Tomó la cabeza y se dirigió hasta el trono, donde se encontraba su madre.
Aventó la cabeza en dirección de su madre. Soltó una carcajada al ver a su madre horrorizada por la situación. Se dirigió hasta ella con una sonrisa de oreja a oreja.
El único recuerdo que tuvo la reina de su hija, fue la locura que ella misma provocó…
Victoria quería poder, pero envuelta en su locura, se suicidó.