El hombre, era diferente a lo que fue, ya que uno cambia paulatinamente. A cada logro que se dé, el alma se enternece, se apiada de la existencia protagónica en la que se piensa el alma reside. El hombre, frotaba sus manos, quizás con una emoción que sus otras piezas nunca le dieron, en millones de sarcófagos rellenos de arrepentidas rozadas coloradas, se encontraban las decepciones del alma.
Era un cuarto oscuro, de esos que se sienten dichosos al recibir el roce de las velas que revelan las viejas marcas del pasado, esas marcas que antes parecían importantes, pero ahora reconciliaban el sueño de la inexistencia bajo brochas y lienzos rasgados. Había creado el motivo de la vida, la virtud perseguida por los sabios, entendió por fin que el amor no es otro sino el propio, y que el amor propio es el narcisismo, por lo que creo a su musa con otra musa más palpable que cualquiera de las que permanecen inmutables en los panteones, se utilizó a él mismo. Oktavia, era un nombre precioso para la mujer algo masculina que reposaba sus ojos vacíos sobre él. Era perfecta, lo suficientemente ella , pero lo suficientemente él. Qué extraño se hacía, en un cuarto oscuro, en algún lugar de las ruinas desoladas de lo que algún día servía de vivienda, un hombre creó el amor, un amor hecho de pinturas exóticas cuyo ritmo tocaba una balada, suavemente Oktavia Lorenzze surgía desde notas musicales y lianas coloreadas. El cuadro del amor fue entonces, cuando el hombre se abalanzó contra el espejo asimétrico, y convirtió a un cuadro plasmado en una dimensión a la que solo con brochas se llegaría, en una mujer, elegante y desnuda, algo ruda pero sutil, débil y voraz, estaba ahí, presente rozando la impresionable conciencia del pintor Lucas Lorenzze. Fueron uno, así como se es uno con el polvo que recorre las paredes, con los pájaros matutinos, con las vistas lujuriosas que se lanzan desprevenidas contra señoritas de corta edad, fueron uno.
Lorenzze, se marchó entonces de su escondite, donde dejó a Oktavia reposando, tan temida como deseada, con sus ojos petrificados con la vista a un trapo. Lorenzze, debía hacer la compra de la comida, como era usual, salía de sus cavernas solo porque su imperfecto cuerpo se lo pedía, deseaba entonces, otra existencia, como la de esas señoras pintadas cuyas palabras flotaban en cada pincelada que daba, siempre perfectas, nunca juzgaban, miradas completamente empíricas eran la angélica salvación. El rocío de agua en su frente junto a las cargadas bolsas de comida, le hicieron entender, que quizás nunca estaría con su querida Oktavia, sus realidades, separadas por las líneas subjetivas de la sociedad, nunca se encontrarían a menos que ambos renunciaran a la realidad cruel que separaba con líneas lógicas su estadía juntos,
El hombre entonces, arrojó las bolsas recién salidas del mercado a un conjunto de matorrales escondidos, un conjunto de matorrales que veían la tierra desde su escondida existencia en el fondo de un profundo río.
Lucas Lorenzze, llegó a su refugio, destapó a su querida Oktavia, y cerró con los incontables laberintos mecánicos que colgaban de la puerta su salida, esto, en base a que la llave reposaba junto a las bolsas en el fondo del río.
Lucas, veía la salida, esa puerta lúgubre y perenne, imponente. Abrazaba a Oktavia, dejando que el tiempo, y su cruel necesidad de hacer cumplir los requisitos que el señor Lorenzze despreciaba en su vida imperfecta (comer,beber), le transportara al hermoso jardín en el que la había dibujado, donde aseguraba que ella lo esperaría, con lágrimas en los ojos y sus brazos abiertos, lista para sentirle.
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Aventuras De Desventura
Short StoryExisten, en esta realidad frágil que llamamos vida, desgracias. Desgracias cuya finalidad no es más que un gran capricho, ya que así es la vida, caprichosa e incoherente. Qué ha decidido la vida para el quejumbroso mundo, cuantos cuervos desalmados...