MAL DE AMORES (Relato)

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Aidan la rondaba desde hacía días. Exactamente desde el mismo momento en que Lony llegó a la manada un mes atrás. Con 23 años, esta mujer pantera lo estaba volviendo loco. Había llegado con su madre para refugiarse en su manada después que un trágico accidente hubiera matado a su padre. Rosh, el padre de Lony, había sido un buen amigo de la familia durante mucho tiempo y cuando su viuda le pidió refugio para ella y su hija, no pudo negarse, a pesar que realmente él nunca había llegado a conocer en persona al difunto.

Aidan había crecido con las historias que le contaba su padre sobre sus aventuras con Rosh y Owen en África, donde se habían salvado la vida mutuamente muchas veces, y aunque el destino los había separado de él, el padre de Aidan seguía considerando a Rosh su mejor amigo.

La primera vez que Aidan vio a Lony, su madre y ella acababan de llegar a Midtown. Como jefe en funciones de la manada mientras sus padres estaban de viaje celebrando sus treinta años de feliz matrimonio, le correspondió a él recibirlas en la estación de autobuses. Cuando vio bajar a una exuberante morena del autobús que venía de Nueva York, se quedó sin respiración. Llevaba una minifalda de cuero que a duras penas cubría sus muslos y un top rojo que dejaba sus hombros y su vientre al descubierto. Nada de huesos marcados en la dorada piel. Su cuerpo era todo redondeces, desde sus impresionantes pechos hasta sus nalgas respingonas. Una mujer de verdad, no esos sacos de huesos que hoy en día tanto se estilan y que a él le producían náuseas.

Sólo el verla hizo que su polla palpitara de emoción.

Cuando fue evidente que aquella impresionante belleza era una de las dos personas que estaba esperando, no supo si echarse a reír o a llorar. Las acompañó hasta la casita que había preparado para ellas en las afueras del pueblo, las ayudó a instalarse y después de prometerles que al día siguiente, cuando hubieran descansado del viaje, les presentaría al resto de la manada de Midtown, se marchó a su casa.

Había pasado un mes desde entonces. La madre de Lony, Rachel, era peluquera, y él le había encontrado trabajo en uno de los salones de belleza de la pequeña ciudad. La mujer estaba tan agradecida que se empeñaba en que fuera a su casa cada noche, a cenar. Y él iba, por supuesto. Una oportunidad diaria de ver a Lony, hablar con ella e incluso de corretear por el bosque amparados por la oscuridad de la noche, no podía dejarla pasar.

Se habían adaptado rápidamente a la manada. Incluso Rachel, siendo totalmente humana como era, no tuvo ningún problema, aun cuando las normas de la manada aquí eran muy diferentes de las de Nueva York. Rachel sonreía cuando decía que eran primitivos y absolutamente bárbaros, pero lo decía con un tono de voz que delataba lo maravilloso que le parecía. Que la manada de Nueva York las hubiese dejado tiradas cuando lo perdieron todo después de la muerte de Rosh alegando que ella era humana y que Lony sólo era una mestiza, no decía nada bueno de ellos. Aquí habían encontrado una oportunidad de reanudar su vida y la mujer parecía feliz, a pesar del dolor que se veía en sus ojos. Perder a su marido después de tantos años, y en un estúpido accidente de coche, había sido un golpe brutal para su alma.

Y aquí estaba Aidan, un mes después de su llegada, corriendo por el bosque persiguiendo a Lony a través de la oscuridad.

La muchacha encendía sus instintos más primitivos. Cada vez que la veía, su polla palpitaba. Cada vez que ella reía, su polla saltaba de emoción. Y cuando corrían libres por el bosque, ellos dos solos, como en este momento, su polla ya no sabía qué hacer. Su mente estaba confundida. Nunca, en sus treinta años, se había sentido así por una mujer. Había tenido amantes, por supuesto, pero ninguna que pudiera llamar especial, ninguna que le durara más de tres o cuatro noches. Las mujeres pantera solían ser bastante promiscuas hasta que se emparejaban y él, como cualquier otro macho, se aprovechaba de eso, tanto como lo hacían ellas. Pero Lony... con Lony era diferente. En un mes no se había atrevido a acercarse a ella en esa forma.

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