[D I A 1]

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La luz del sol entró por la ventana directo a mi rostro. Abrí los ojos para volverlos a cerrar luego de unos segundos envolviendome de nuevo en las cobijas, no quería levantarme pero el maldito sonido del despertador me taladro los oídos obligándome a salir del pequeño y caliente nido que había creado en mi cama.

Caminé con pereza al baño para darme una ducha antes de salir a la universidad y después ir a mi trabajo en la biblioteca como todos los días.

Tomé mi mochila, un suéter y salí de mi departamento; llevaba puestos unos pantalones negros ajustados que sacaban a relucir mi figura y una playera blanca un poco grande, me gusta ese estilo.

Caminé hacia la cafetería cerca del edificio donde vivo para comprar mi café diario.

—Ah Jimin, luces bien hoy, veo que te cambiaste el color de cabello, te queda bien el rubio.— mencionó Hoseok, un empleado de ese lugar.

—Gracias.— respondí tímido.— La verdad es que el rojo ya me había hartado un poco.— confesé.

—Ya veo.— asintió con una sonrisa.—¿Y qué llevarás hoy? ¿Lo mismo de siempre?.

—Por favor.— le dediqué una amplia sonrisa al chico peli negro.

Pasee mi vista por todo el lugar, las paredes tenían ese tono café y beige que daba tranquilidad y mi nariz percibía ese olor a café tan delicioso que me hacía cerrar los ojos y aspirar.

—Aquí tienes.— me entregó mi pedido.

—Te agradezco Hoseok, nos vemos luego.

Al salir de la cafetería ví que justo a un lado acababan de abrir una tienda de discos, había bastante gente entrando, pero hubo algo que captó mi total atención, entre toda esa multitud un chico de cabello castaño destacaba por su belleza. Me quedé observándolo por unos segundos hasta que ingresó en la tienda, un cliente quizá.

Miré mi reloj... «Joder» tuve que apresurarme o de lo contrario llegaría tarde a la universidad y no quería escuchar un sermón por parte de mi histérico profesor de ciencias.

...

Por la tarde, llegué a la biblioteca y dos jóvenes ya estaban esperando a que abriera.

—Vaya, ya era hora.— se quejó uno de ellos con el ceño fruncido.

—Por si no lo saben, abrimos a las tres, estoy llegando justo a tiempo mocoso.— le respondí seguro, mientras que ellos dos solamente parecían mirarme ofendidos.

Abrí y los tres ingresamos en el lugar.

Luego de un rato, comencé a acomodar algunos libros en sus respectivos lugares, no entiendo porqué la gente deja todo por donde le place... En fin, el día pasó tan lento que parecía que le gustaba verme sufrir y esque ser bibliotecario no es precisamente el trabajo más divertido para un chico de veinte años al cual no le interesa mucho la lectura, pero es lo que encontré.

Los libros y yo, simplemente no nos llevamos muy bien.

El día siguió su curso hasta que dieron las nueve de la noche. Apagué todas las luces y tomé mis cosas para luego salir y cerrar las puertas, agradezco profundamente que mañana es sábado y me toca descansar.





°S Á B A D O°

Escuché el canto de los pajarillos ¡malditos animales molestos!.

Me cubrí con la almohada, quería seguir durmiendo todo el día aunque por supuesto eso no fue posible gracias a una sencilla razón... Mi estómago me exigía alimentos.

Me paré tomándome mi tiempo y en la ducha me mantuve bajo el chorro de agua por algunos minutos más que de costumbre, después del baño, me vestí y salí en busca de comida.

Cuando regresaba a mi departamento mi vista viajó hasta esa nueva tienda de discos y sólo por curiosidad quise hechar un vistazo.

Me adentre. El lugar era grande de colores llamativos y ví varios estantes entre pasillos llenos de discos, había una gran variedad. Comencé a caminar buscando algo de mi interés.

—Coldplay.— dije en voz baja al leer el nombre de la banda.

¿Quién rayos conoce ésto? Basura.. pensé para mí mismo.

—¿Puedo ayudarte?.— preguntó una dulce voz.

Levanté la mirada y ví a ese chico hermoso del día anterior. De cerca pude apreciar mucho mejor su rostro: ojos grandes de color café claro, labios voluminosos y rojizos, dientes blancos y perfectos que se asomaban de aquella preciosa sonrisa. Involuntariamente sonreí como idiota no sé por cuanto tiempo.

—¿Estás bien?.— preguntó luego de unos segundos al no recibir respuesta de mi parte.

Salí de aquel trance y me sentí algo apenado, pensará que soy un tarado.

—Eh, si...— aclaré mi garganta.— Quisiera comprar ésto.— levanté el disco que traía en la mano sin despegar mi vista del castaño.

—¿Coldplay?.— leyó— ¡¿Enserio?!— dijo gritando y haciéndome pegar un brinco— L-Lo siento.— bajó su cabeza y sus mejillas se sonrojaron, definitivamente este hombre será mi esposo y tendremos seis hijos.— Esque la gran mayoría no conoce a ese grupo y es mi favorito.

Vaya, vaya, si supiera que yo no tengo idea de quién rayos son.

—¿De verdad? También es mi grupo favorito, son geniales.

—Lo sé.—dijo sonriendo y con un tono de emoción.— Sígueme yo te cobro.

Lo seguí, lo hubiera seguido hasta el fin del mundo si me lo pidiera... Bueno tal vez exagero un poco, lo acabo de conocer pero esque es tan perfecto.

—Oh... ¿Muse no te gusta?.— preguntó señalando un disco mientras nos dirigiamos a la caja.

—¡Por supuesto!.— exclamé sin saber de qué carajos me hablaba.—¿A ti?.

—Obviamente.— soltó una pequeña risita.

—Me lo llevo también.— tomé el disco y seguimos.

Así terminé comprando dos discos de bandas que ni conocía, pero si a esa hermosura le gustan me imagino que deben ser buenos.

Caminé hacia la salida a paso lento, quería saber su nombre pero no me atrevía a preguntárselo. Apreté los puños y me armé de valor, dí media vuelta para volver... pero justo en ese momento un hombre vestido de negro entró bruscamente.

-¡DAME TODO EL DINERO!.— gritó y sacó una pistola apuntando en todas direcciones.

Todos comenzaron a gritar y se ocultaron entre los estantes.

El castaño estaba temblando y hacía un puchero mientras sacaba el efectivo.

Cuando el hombre retrocedía, apuntó hacia el chico lindo y jaló el gatillo...

Yo instintivamente corrí y me interpuse en la trayectoria de la bala... me atravesó el abdomen y caí al piso.

El tipo huyó, escuchaba muchas voces y logré ver al castaño llorando mientras me tomaba entre sus brazos, no entendía lo que decían, mi vista se volvió borrosa y pronto todo se oscureció.




















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Los planes del destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora