Primera Parte: EL REFUGIADO - CAPÍTULO 9

277 32 3
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


CAPÍTULO 9

El bosque. Extendí sobre el suelo una manta que encontré en uno de los bolsos, y me acosté boca arriba, cerrando los ojos. Respiré lentamente, concentrándome,relajándome, escuchando. La tibieza del sol me acariciaba el rostro. El olor fresco de los eucaliptos evocaba una sensación de serenidad, de felicidad. Los familiares sonidos del bosque me tranquilizaron. El susurrar de las hojas delos árboles con la brisa, el canto de los pájaros, el murmullo del agua que corría en un arroyo cercano... Todos aquellos sonidos me hicieron olvidar todo:la muerte de Strabons, el hecho de que Nora y Mercuccio estaban en peligro por mi culpa, el hecho de que alguien estaba tras de mí. Inclusive olvidé que ya no estaba más en el Círculo. Disfruté las sensaciones del bosque a mi alrededor.Me concentré más, tratando de sentir en mi mente, la vida que me rodeaba, pero el sentir del bosque no pasó más allá de mis cinco sentidos. Intenté otra vez,solo necesitaba concentrarme más. La íntima conexión que había disfrutado antes con la vida que me rodeaba no fue posible. Podía escuchar los pájaros, pero no podía sentir el placer de su vuelo, de su libertad. Podía escuchar las hojas rozar unas con otras, pero no podía sentir su lucha y su fuerza por llegar al sol. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


No sé cuánto tiempo estuve intentando. Finalmente, frustrado, abrí los ojos. Volví a la realidad, y comprendí. No estaba en el Círculo, mi habilidad no tenía ningún efecto aquí. La epifanía ahondó la soledad. No solo estaba separado de mis amigos, sino que estaba separado de mi más profunda conexión con el mundo. Una vez había deseado con todo mi ser deshacerme de mi habilidad, inclusive había llegado a considerar la muerte para liberarme de ella. Ahora, su ausencia me hacía sentir una soledad inconmensurable, un vacío insoportable. La falta de mi habilidad acentuaba el sentimiento de no pertenecer a este mundo, de no poder conectarme con él.

Ahora que Strabons había muerto, tal vez nunca más lograra sentir la pertenencia a un lugar, a mi lugar, al Círculo. Estuve un rato más allí, tirado en el suelo, lamentándome. Finalmente, me obligué a levantarme. Debía dejar de tener lástima de mi mismo y tomar las riendas de mi destino, eso es lo que Dana me hubiera dicho.

LA PROFECÍA DEL REGRESO - Libro II de la SAGA DE LUGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora