𝗨́𝗡𝗜𝗖𝗢 𝗖𝗔𝗣𝗜́𝗧𝗨𝗟𝗢

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«La realidad se siente todavía como un sueño, ¿acaso es sólo eso? Me siento desorientado, deberías saberlo. Pero cuando despierte de este sueño por la mañana ¿olvidaré cómo volar para siempre?»

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Los primeros rayos del sol iluminaron la sombría habitación: el rojo en la pared, en su intensa tonalidad, divergía con el rostro angelical que se asomaba bajo finas mantas de satén. Extraño. El adolescente frunció levemente su ceño aún dormido, hace un momento había una asombrosa fuente de calor y ahora, mientras su pálida mano repasaba el lugar vacío a su lado, su rostro fue adquiriendo poco a poco comprensión. Incorporándose rápidamente miró a su alrededor con cierto temor. 

Nadie más que él.

Parpadeó unas cuantas veces ajustando su respiración y a la vez tratar de expulsar la espantosa sensación de despertar así: con las caderas débiles, un dolor insoportable en la parte baja de su gloriosa desnudez y solo en —probablemente— un hotel de cuarta. Pronto, sus orbes de ciervo se pusieron rojos, teñidos rápidamente de lágrimas silenciosas y calientes, traicionando la poca racionalidad que quedaba de él.

Él no estaba.

Su estómago se contrajo dolorosamente y ahogó un grito de desconsuelo. Dolía. Su pecho dolía y los balbuceos incoherentes fueron sustituidos por lastimeros suspiros y llanto, seguido de hipidos incontrolables. Su mente parecía no reaccionar, se negaba a creerlo y su afligido corazón buscaba alguna lógica. Se abrazó a sí mismo tratando de cubrir su desnudez con la fina tela bermellón. No pudo soportar sentirse como un juguete, ¿qué esperaba? ¿no era ya demasiado mayor para deducir que si te acuestas con un desconocido —que además susurraba hermosas promesas contra su oído— al día siguiente serían extraños?

La lógica de Lu Han estaba cayendo en picado. Tonto. Qué tonto. Él mismo debería estar contento: su primera vez fue con un hombre extraordinariamente hermoso; sus músculos, su voz, los dedos callosos recorriendo su piel sensible... debería estar contento y, sin embargo, se sintió desesperadamente en conflicto.

Los sucesos de ayer no debería haber sucedido. Un impulso extramente feroz lo llevó a cometer tal locura: fue repentino. Apenas cruzaron miradas pero se había perdido en aquella mirada regia, en sus profundos ojos marrones. Una explosión de alegría lo llevó a los sucesos posteriores.

Cuando la racionalidad llegó a él fue como un chorro de agua helada de pies a cabeza, y su rostro se tornó pálido. 

— Oh joder. Mierda, mierda, mierda. 

Lu Han en su desesperación cerró los ojos.— Es un sueño. Si no recuerdo no lo sentí, y si no lo sentí no pasó. —Lu Han iba a llorar. Estúpida polla gruesa y estúpido Oh sensual Se Hun.

Diez minutos después estaba en la misma posición de ciervo. 

Si se movía, le dolía el trasero. Exasperado decidió seguir el camino de la ignorancia: se levantó e ignoró que le dolía el trasero. Caminó hacia el baño e ignoró que algo resbaladizo y sospechosamente blanco se deslizaba entre sus muslos. Llegó a la ducha e ignoró la llamativa mordedura en su cuello —una muy fea y púrpura palpitando allí.

Su ojo derecho comenzó a parpadear, rápidamente entró a la ducha; era consciente de que su estado mental fluctuaba pero decidió ignorarlo. Quería volver rápidamente a su casa, envolverse en su precioso futón mientras escuchaba alguna triste balada de los tiempos mozos de sus padres. 

Esa noche » [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora