Capitulo único

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Decidido fue a través del pasillo del ala de alta seguridad. Divisó a sus compañeros muy felizmente apostados a un lado de la puerta de acceso.
Maldiciendo su mala suerte entre dientes, elevó el mentón con orgullo cuando atravesó la primera línea de resguardo.

—Con que es tu turno, Stark. Suerte, la vas a necesitar.

—Por supuesto Jerry, alguien debe llevarle la comida al 3491. Y el elegido resultó ser nuestro novato favorito, ¿no es así?

—Tengo más agallas que ustedes dos juntos. —Respondió seco.

—Oh, claro, claro. No cualquiera sobrevive dos meses con ese. —Jerry palmeo su espalda y se acercó, rodeando su hombro con demasiada propiedad. —Esperemos que esta vez no salgas con los labios rotos. —Rió.

—Déjalo en paz. —Intercedió Johns en su defensa, aún cuando sonreía disimuladamente.—Por cierto, Stark, ¿te indemnizaron por eso?

Sus orejas ardieron, su orgullo estaba herido, obviamente el resto de los guardias no tenían la menor idea de lo que había ocurrido en verdad dentro de la celda número 3491, a pesar de que el suceso era un secreto y sus compañeros junto con su jefe de escuadrón creían ciegamente que la rotura en su labio había sido un puñetazo, él sabía que no era así, y por lo tanto, no conseguía olvidar la humillación.

Era su maldito trabajo, favorecedor en cuanto horario que le permitía estudiar a gusto entre semana, pero que cuando llegaba el sábado el infierno se volvía real y su estómago sufría extraños apretones. Lo hacía por terminar su carrera y obtener el título profesional, era un sacrificio por una vida más fácil y mejor, también por su pasión: la ingeniería mecánica. No podía permitirse vivir el resto de sus días con su empleo de guardia, tan sólo contaba con veinticuatro años y su futuro prometía.

Su espíritu de superación lo enalteció por dentro.

Apartando el brazo de Jerry, sostuvo la bandeja de comida en una mano y digitó de memoria la clave de acceso, la puerta mecánica se abrió de inmediato.

—¡Suerte otra vez! —Los oyó exclamar a sus espaldas cuando se hubo alejado lo suficiente. Payasos. Rodó los ojos.

La segunda línea de seguridad era Laufeyson: el centinela, quien también estaba en turno.
Al no ser de su escuadrón poco y casi nada sabía de él, se rumoreaba que rozaba los treinta y tenía un hermano modelo. "Hermano, sí, claro." Recordó a Jerry con sus gestos que aludían al doble sentido para explicar el escabroso embrollo. Entonces, Johns había soltado un "Laufeyson es adoptado" que hizo callar las risas de Jerry y calmar su propia expresión de incomodidad.

El hombre alto lo miró impenetrable, como siempre, hasta que habló. —¿Número?

Aclaró su garganta y respondió, siguiendo el procedimiento. —Prisionero 3491. —La información salió de su boca y la realidad volvió para invadirlo con fuerza, retorciendo su estómago.

Recibió un asentimiento en respuesta.

Siguió al centinela a través del trecho que lo separaba de su destino y se detuvo a dos pasos de la pesada puerta de seguridad.

—Solicito clave de ingreso para la celda número 3491, Steve Grant Rogers. —Laufeyson habló por el intercomunicador en su oreja. Stark apretó la bandeja plástica fuerte cuando la clave fue digitada en el teclado pegado a la pared y el dedo del hombre presionó su huella digital para confirmar. —Marca.

Levantó su diestra y aplastó su pulgar en la misma pantalla.

—"Acceso permitido. Treinta minutos."— La voz robótica informó.

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