Capítulo 10

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- La concha de la lora como me duele la cabeza.

Nuestras mesas estaban muy cercas, así que pude escuchar como Paulo se quejaba de su resaca, lo que me daba a entender que anoche estuvo borracho cuando habló conmigo y que, al beber más, se puso más borracho.

Me extrañó no escuchar a su novia regañarle, tal vez ahora a él le dé por beber mucho cuando salen de fiesta y ella ya esté acostumbrada de que no le haga caso cuando le dice que pare. Terminé de desayunar y miré al cuarteto, si, cuarteto, porque Toni se vino junto a Marc y no se ha ido.

Los cuatros estaban cansados y con resaca, unos más que otros, como Bianca y Ariadna, que al final no conquistaron ningún italiano. Yo al final fui con Cristiano, que estaba con Ramos, Kroos y Casillas, después fui a buscar a las dos y me las traje aquí con los tres de antes.

"¿Cuándo volvés a España?"- Óscar.

"En una hora."

Guardé de nuevo el móvil y me levanté junto a los demás. Hoy la sala donde se desayunaba estaba en silencio total, todos con resaca. Subí a mi habitación y saludé de nuevo a Lleò, dándole su desayuno.

Mientras él comía yo ya había elegido una blusa blanca, pantalones palazzo color salmón y unas sandalias doradas. Terminé de prepararme y fui a recoger mis cosas, guardándolas en la maleta que luego cerré y me fui con ella hasta la habitación de Bianca a ayudarla, después a Ariadna y después puse a Lleò en el trasportín y me lo llevé abajo, era hora de volver.

- Un placer haberte conocido, espero que nos veamos más.

- Igualmente, Antonella.- miré a Paulo, que estaba despidiéndose de Leo.- Despídete de él de mi parte.

- Claro.

Me sonrió y yo lo hice, aunque con menos alegría y no sabía por qué, ella era buena chica. Cogí mi maleta de nuevo y me fui junto a Marc, que ya se había despedido de Toni hace unos minutos.

- ¡Ché, boluda, esperáme!- Leo me gritó y frené en mi camino hacia Marc.- Querías irte sin mi eh.

- Claro que no, Leo.- sonreí y él hizo lo mismo.

- ¿Y sin despedirte de él?- miró a Paulo y yo a él confundida.- ¿Pensabas que no me contaría nada? Os vi hablando ayer y hoy cuando lo he pillado sin Anto, hablé con él y me contó vuestra historia de...

- Verano, historia de verano.

- Dale, despídete de él, no seas tarada.

- Me encantas cuando usas tu acento argentino y no el catalán.

- Tania, ese acento nunca se borra, ahora no cambies de tema y andá a despedirte, no se acuerda de nada de anoche.

- Solo por ti.

- Claro, claro.

Guiñó su ojo y yo rodé los míos. Agarré el mango de mi maleta un poco más fuerte y empecé a hacer rodar las ruedas de estas, buena suerte la mía que las Antonellas se despedían, por lo tanto Antonella no estaba con Paulo.

- Hola.

- Hola.- dijo cansado y sonreí.- ¿De qué te reís?

- De que estás cansado, te duele seguramente la cabeza o al menos eso escuché en el desayuno y...

- Ya, ya sé que esto es una resaca, tuve muchas de esta.

- ¿Así? Sos muy chiquito para eso.

- Te llevo un año.

- Por desgracia, pensé que no me lo volverías a recordar.

- ¿Qué haces acá? Pensé que me odiabas, que nos odiábamos y todo eso.

- Leo me dijo que sabe lo nuestro, que se lo contaste y me ha obligado a venir a despedirme.

- ¿Te has enfadado por eso?

- Más de lo que estoy desde hace mucho tiempo contigo no creo.

- Genial, chao Tania.

- Chao, Paulo.

Su frialdad chocó contra mí como el puño de un jugador de boxeo, no me lo esperaba y me había dejado K.O. Fui de vuelta con Leo, negué con la cabeza y él entendió a que me refería que nuestra comunicación, jamás volvería a ser la de antes o al menos la de unos amigos.

- ¿Qué ha pasado?

- Nada, solo me despedía porque Leo me obligó. Fin.

- Siempre es fin.

Sonreí al escuchar a Marc, después nos llamamos por los altavoces y los que íbamos destino a Barcelona nos fuimos. Thiago y Mateo me saludaban desde sus asientos, su padre les había dicho que era buena chica y argentina, por lo tanto debían saludarme siempre que me vieran, pobres chicos.

- Pasajeros con destino a Barcelona, hemos llegado.

Nos levantamos, cogimos nuestras cosas y salimos del avión. En el aeropuerto había periodistas para hablar con los futbolistas, por lo tanto yo pasé de largo y fui a recoger a Lleò. Pedí un taxi y me despedí de los demás, nos daban el fin de semana libre por haber estado en Italia, días que me pasaría durmiendo.

Llegué a mi casa, pagué el taxi y abrí la puerta. Olía raro, conocido. Subí las escaleras hasta mi habitación, al entrar había un bulto en la cama. Me asusté, gritando.

- ¿Pero qué...?

- ¿Óscar? ¡¿Qué haces acá?! ¡Casi me matas del susto, boludo!

- Cuando pensé en cómo reaccionarías, no pensé que me llamaras boludo y me gritarías.

- Vos sos...sos...sos un idiota.

Fui hacia él, que estaba sentado en la cama sin camiseta. Le abracé, tirándome encima de él y cayendo en la cama tumbados. Después de eso le besé y me quedé así con él un buen rato, lo echaba tanto de menos.

- Esperá.

- ¿Qué pasa?

Me levanté sonriendo divertida, fui hacia donde estaba el trasportín y lo abrí. Lleò miró a los dos lados, entonces fue corriendo a la cama, saltó en ella y después se puso a ronronear a Óscar.

- Pará, me vas a llenar de pelos.- reí y él levantó al gato.- Me echaste de menos eh.

- Tengo algo para ti, por cierto.

Fui al armario, la busqué entre las demás hasta que la encontré. Le tiré la remera a la cara, pero él ya sabía que era la de Leo. Se puso a abrazarla, dios mío, qué asco, no estaba lavada aún porque se me olvidó.

- Sos la mejor novia del mundo, amor, la mejor.

Se levantó, pasó sus brazos por mi cintura y me pegó a él con fuerza. Con la misma fuerza pegó también nuestros labios con el gato maullando de fondo.

Clarity (Paulo Dybala)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora