Vuelo a París

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Me levanté cuidadosamente, aún podía escuchar su respiración que hasta hace poco se encontraba agitada, igual que la mía. 

En medio de la oscuridad comencé a recoger mi ropa, esparcida por elpiso de la habitación número 17 del prestigioso hotel parisino deVendôme. Recordaba exactamente como había llegado hasta aquí. 

Dos noches atrás había aterrizado mi vuelo, sabía que después delviaje desde América hasta París estaría libre un par de días. 

Comenzaba a cansarme de esta vida. Sí, recorría los lugares más exóticos del mundo, disfrutaba de los platillos y manjares más exquisitos y variados que cualquiera pudiera imaginar, me hospedaba en los hoteles más lujosos del planeta, conocía a un sinfín de personas y además, me pagaban por ello. Pero nunca había estado en un lugar más de un mes, hace años no probaba comida casera, rara vez veía el rostro de un conocido, pero sobretodo jamás había tenido un hogar. 

Quizás, simplemente estaba pensando tonterías o quizás estaba envidiosa. Envidiosa de mi hermana, a quién acababa de visitar. Se había vuelto una hermosa mujer, la vida de casada había traído para ella muchos triunfos, además de una hija hermosa cuya sonrisa te embobaba. 

Fue entonces cuando me descubrí sentada y completamente sola en el L´Urgence, un bar nocturno muy agitado y popular en París. 

No había quedado en reunirme con ninguna de mis compañeras de vuelo, simplemente porque no estaba en mis planes escuchar toda la noche los cotilleos y chismes sobre los nuevos affaires entre las azafatas y los capitanes. Cotilleos y chismes que muchas veces yo había protagonizado. 

No es que fuera una cuarentona mal arreglada y toda llega de arrugas,con una cajetilla de cigarros en el bolsillo, una botella de whisky barato en la mano y un escote vulgar, amargada porque a estas alturas de su vida aún no había logrado amarrar a un hombre. 

Para nada, a los 26 años recién cumplidos era una exitosa aeromoza de una prestigiosa línea aérea americana, perfectamente educada, con 3 idiomas en el currículo, un cuerpo esbelto y curvilíneo (con el cual lucía elegantemente mi uniforme) y una larga lista de hombres, desde rubios, morenos, empresarios, militares, modelos y más, con los que había compartido mi cama. 

Sin embargo, nunca había estado con alguno de ellos por más de una noche. No me quejaba, había tenido experiencias sexuales indescriptibles. Pero siempre era lo mismo, una vez llegado el orgasmo alguno de los dos inventaba una excusa como “es tarde, mañana tengo que trabajar” y allí era la parte en donde nos separábamos, esa era la parte en donde volvía a sentir esa soledad que ahora me lastimaba mucho más. 

Después de mi segundo trago un hombre un poco mayor que yo, de unos 30 años se acercó a mi. 

-Bonnes nuits señorita 

Inmediatamente, recordé donde me encontraba y como si fuera lo másnatural del mundo continué la conversación en fluido francés… 

-Bonnes nuits- respondí cortésmente 

-¿Le puedo hacer una pregunta?- inquirió con un acento más 

marcado, quizás provincial. 

-Ya me hizo una.- contesté graciosamente 

-Tiene razón.- en ese momento me dedico una sonrisa de lado,mostrando una hilera de perfectos dientes blancos- No soy de aquí, vengo de Meurthe-et-Moselle y no tengo ni idea de dónde puedoconseguir un hotel para pasar la noche. 

-¿Y se puede saber qué hace un provinciano en París?- pregunté fingiendo desinteres. Aquel hombre me miró y alzó la ceja. 

-Lo mismo puedo preguntar: ¿Qué hace una mujer americana en París? 

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