Capítulo 1: ¿Cómo comenzó todo?

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Todo se fue al desastre. 
Las personas lloraban.
Las personas gritaban.
Todo era miedo, todo era temor.
La oscuridad comenzaba a tomar parte de la ciudad.
Poco a poco..
Y así, del mundo.
Nada era como antes, minutos después de que la sombra se dispersara. 
Muchas personas murieron.
Muchos entraron en pánico y mediante intentos de escape, murieron.
Muchos intentaron conservar la calma, no pudieron y se escaparon de control.
Todo se sumía en la desesperación por no perder la vida.
Se mostraba la verdadera faceta de un humano común.
La de querer sobrevivir, la de querer superar a los demás.
Así fue como todo se destruyó.
Así fue como toda su vida cambió.


En lo más profundo de un centro comercial aparentemente abandonado y sin ningún tipo de luz salvo el enfoque de una linterna, se escuchaban unos ligeros pasos que retumbaban en las paredes de dicho establecimiento que formaban un eco repetitivo, el chico, Blake Coleman, se hallaba buscando provisiones entre los escombros y escasos estantes en pie. 

En tan solo media hora, deducía que el lugar estaba totalmente desolado puesto que no se escuchaba nada más que sus pasos y su repetitivo respirar con cada vuelta que daba a los pasillos con el miedo de encontrar algo que le pudiese atacar, ya que el centro comercial se encontraba prácticamente intacto después de tres años de desastres, muchos habrán escapado o simplemente acabado debajo de los escombros que restaban de la polvorienta ciudad.
El punto era que el centro comercial era totalmente suyo, no quedaban todos los productos, algunos estaban vencidos, otros rotos, otros ya habían sido propiedad de ratas o cucarachas. Pero estaba contento de por lo menos encontrar algo que le ayudase a cargar energías o simplemente sentirse lleno. 

Recogía algunos suministros más, poniendo estos en su mochila a la vez que salía del establecimiento, siendo sus ojos penetrados por la luz del día, ¿cuanto tiempo se tomó ahí dentro? En lo que concierne, solo estuvo media hora, pero, a juzgar por el amplio espacio que abarca todo aquel centro comercial, se pudo decir que había tardado mas o menos una hora y media, como para que la luz tuviese impacto en sus ojos y dejarle ciego por unos segundos.
No se escuchaba nada entre las calles, todo estaba solitario, todo estaba destruido, los suelos estaban agrietados, era un desastre ese lugar, y todos los que pisara pues, hace tres años que todo eso ocurrió.

Todo comenzó cuando Blake tenía tan solo catorce años de edad, era una tarde calurosa pero a la vez tranquila en la común ciudad de pérdida de tiempo laboral, aunque en este caso es escolar, era prácticamente el mismo asunto. Solo al cerrar los ojos recordaba su mano sosteniendo el lápiz que era balanceado de un lado a otro al apretarlo con sus dedos, con un cuadernillo en frente suyo. La basta luz iluminaba, todo era como antes, igual de rutinario, igual de común, igual de aburrido. Entre un abrir y cerrar de ojos, comenzaba a escuchar agobios en lo lejos del instituto, como si algún accidente pudiese haber pasado, pero, nadie salía a su socorro de aquella posible persona herida o incluso personas.
Tan solo al reaccionar, su pupitre de izquierda a derecha, comenzaba a neutralizar la luz que claramente le daba, poco a poco, así fue con todo el salón. 

  - ¿Qué está pasando? — Preguntaba en voz baja con una mirada un tanto perpleja, con aquella sensación de asombro de que algo malo está a punto de pasar.
Comenzaba a apartar las manos del pupitre, subiendo la mirada y notando que todos los alumnos corrían a la salida, y este no se hizo esperar, tan pronto como vio a los demás, el fue deprisa.

Los profesores, estudiantes y demás personas se escuchaban muy temerosas, corría el rumor de que algún desastre no natural estaba a pocos minutos de azotar la ciudad (o al menos eso pensaba), las sombras eran solo el aviso de que ya estaba por llegar lo peor. Todos salían del instituto, hasta el joven de mediana estatura y cabello color negro, lo primero por hacer fue mirar al cielo, y notar que el mismo era un tono grisáceo, junto con el de las nubes que era más negro en comparación que el cielo, dando un ambiente algo escalofriante y digno de más de un tragón de saliva que asimilaba agobio y nervios. 
No sabía que hacer, no sabía adonde aproximarse, los padres de los demás estudiantes comenzaban a llegar muy deprisa para acoger a sus chicos y llevarlos a un supuesto lugar seguro, pero teniendo en cuenta de que la sombra sería el lugar en donde el desastre avanzaría y destruiría, muy difícil era el poder escaparse o salvarse siquiera. 

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