♚Los sagrados veintiocho♚ [George Weasley]

Prólogo

—Pero madame Maxime, tiene que entender—replicaba Lucius nervioso, con el sudor bajándole por las mejillas y sintiendo un calor abrazador—No podemos tenerla de vuelta

—Claramente lo entiendo—respondió la directora con su acento francés marcado—Pero no hay caso alguno para que Elizabeth continúe aquí. Llegamos a un acuerdo, señor, y me temo que el plazo de ese acuerdo ha terminado

—Si tan solo pudiera darnos un poco más de tiempo...

—Mademoiselle Elizabeth no tiene por qué seguir aquí, señor Malfoy. El acuerdo entre nosotros fue que tenía que disciplinarla durante seis años de su educación mágica para evitar rebeldías de su parte, y eso está hecho

—Pudimos verla, madame Maxime—Refutó Lucius mirando a la directora desde el otro lado del escritorio—Sin duda alguna Elizabeth sigue siendo la misma chiquilla rebelde de siempre

La enorme directora negó. Lucius Malfoy jamás entendería lo especial que su hija mayor era.

—Como quiera que fuese, no puedo tenerla más en Beauxbatons. Es una buena chica, pero ella no encaja aquí, con las demás

— ¿Qué quiere decir?—Intervino Narcisa luego de permanecer mucho tiempo callada al lado de su esposo. La directora los miró con severidad

—Con el tiempo lo entenderán

Se acomodó en su silla ante la mirada nerviosa de los esposos Malfoy. Juntó ambas manos sobre su regazo esperando una respuesta de su parte. Narcisa observó a su esposo con una pizca de súplica.

—Es nuestra hija, Lucius...

—Sigue siendo una amenaza, Cissy

Ella guardó silencio y apretándole el brazo a su marido suplicó poder llevarse a su hija. Olympe carraspeó.

—Las vísperas del Torneo de los Tres Magos comenzarán en un par de días. Mis chicas y yo iremos a Hogwarts para las festividades. Puedo llevar a Elizabeth hasta ahí si ustedes me lo permiten. Sé que ahora que deje Beauxbatons necesitará una escuela para terminar su ultimo año y creo que ella no podría estar mejor que en el colegio liderado por el buen Dumbledore

Lucius gruñó, como si con eso pudiese borrar las palabras de la directora francesa. Narcisa volvió a suplicarle por lo bajo hasta que Lucius asintió de mala gana.

—No me queda elección