único

2.2K 345 64
                                    

Así como el aliento se escapa de pulmones, como las nubes transitan haciendo de la luna una lejana silueta, como los búhos cantan más allá de las colinas, como la sangre espesa comienza a gotear de la madera astillosa, así mismo se escapa la vida de Kim Jongin.

Se escapa después de una sonrisa tímida, se va después de haber creído que sería libre para siempre.

Do Kyungsoo escuchó como sereno, vigoroso y lleno de aliento, Jongin le contó sobre sus deseos de ser feliz «No es que contigo no sea feliz, amo» había dicho, con una sonrisa que Kyungsoo sabía, derrochaba buena intención, «Pero siento que pude haber sido creado para algo más, algo más que esto...» Sonrisas, diminutas, sonrisas pintorescas atiborraron los labios en forma de corazón de Kyungsoo. Jongin a la espera de la cena, sentado en el galante pero lúgubre comedor, se dedicó a hablar y hablar acerca de salir más allá de las colinas, encontrarse con aquellas personas normales que no le despreciaban por ser como era, por estar hecho de miles de pedazos, de estar cocido, de desmembrarse a veces «A Baekhyun le causa gracia cuando uno de mis brazos cae, pero siempre lo vuelve a colocar y me dice que debo tener cuidado».

Jongin era el invento de Do Kyungsoo, Kim es sólo un apellido; el resultado de tanta soledad, tanta oscuridad, del desasosiego de la noche. Fue creado entre el polvo, la piel muerta, los torillos. Jongin nació del cementerio del pueblo y la divinidad de un rayo. Jongin, así imperfecto como se presentaba, era una pieza de arte, imperfecto. «Ves Kyungsoo, ahora ya tienes compañía, pero tú sigues siendo el amo de tu propio hogar, la gota escurridiza de bonanza».

Kyungsoo, como humano tenía un gravísimo problema; aquella piel excesivamente blanca, con esos labios de corazón de un rojo pasión, esa silueta tersa y llena de gracia, se volvían absurdamente invisibles delante de su verdadero carácter, en frente de esa pasivo agresividad que afloraba en sus genes de continuo. Esa necesidad imperante de oír cuan perfecto era, de saborear el dulce néctar de la adulación, de sentir en su piel cómo alguien más se desvivía por sus toques, por sus caricias, por su atención. De pequeño algún psicólogo con falta de trabajo y exceso de tiempo le llegó a diagnosticar con Trastorno de la Personalidad Histriónica.

Una verdadera calamidad.

—Señora, su hijo muestra los síntomas de ansiedad por su alrededor, las críticas forman una barrera depresiva en su persona. Al mismo tiempo, la opinión pública es necesaria para coexistir. Es inhumanamente egocéntrico...

Es un...

Es...

Es...

Está demás decir que un Do Kyungsoo de diecinueve años salió huyendo tan lejos como pudo; era el golpe más escabroso a su orgullo. Muy dentro de sí había forjado esa coraza, ese escudo protector contra el daño. Fue el Do Kyungsoo que quiso y conquistó la universidad, en el trabajo, siempre adulado, siempre victorioso, siempre urgido y necesitado de atención.

Jongin llego cómo experimento de ciencias, en su casa de campo, detrás de las colinas y donde decidió quedarse para que le bañase la piel de nuevas oraciones, de roces sobre el olor de su pelo, el sabor de sus labios. Kyungsoo estaba tan completo con este Jongin quien sólo tenía ojos para él.

Pero las bienaventuranzas duran poco.

Jongin conoció el exterior, ese fue el primer error de Kyungsoo. Dejar que conociera la naturaleza, que comparara texturas y que conociera nuevas personas había sido un punto y aparte en su relación; una que no debió desfigurarse con la llegada de los comentarios, de los «El sol es tan brillante» «La brisa se siente tan fresca». Ese día, ese funesto día al amanecer enredados de piernas, cuando el reguero de fluido seco predominaba en la cama, Jongin pronunció un «Que bonito día» en lugar de un «Que perfecto amaneciste, amo».

El Epítome De La Traición → KaiSoo/Top!SooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora