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Era una mañana algo fría, sentí que mi madre movía suavemente mi cuerpo tratando de levantarme. En el momento que desperté la mire a los ojos, se veían tristes y cansados.

Me levante sin tomarle importancia, y la vi recostandose sobre mi cama, la acariciaba como si yo no estuviera ahí, nuevamente no le tomé importancia y prosegui con mi rutina de siempre.
Fui hacía al baño, que estaba junto al comedor, al pasar por allí pude ver a mis hermanos sentados en la mesa sin decir una sola palabra o siquiera desayunar, solo sentados ahí, normalmente estarían devorando lo que sea que mamá haya preparado. Entre directo a la ducha sin tomarle importancia al asunto, es que en realidad no me daba igual, en cuanto salí de la ducha me dirigí rápidamente a mi habitación, ya que hacia bastante frío y no queria enfermar, vestí mi uniforme y volví a la cocina para tomar mi desayuno y correr a la parada si no quería perder el autobús y llegar tarde.

—Buenos días mamá. — la salude a pesar de que ella fue la que estaba en mi habitación minutos antes. Me ignoro y miro la silla en la que siempre me sentaba a desayunar. —supongo que anoche tuvimos una pelea fuerte. — murmure.

No obtuve respuesta ni desayuno, así que fingiendo estar enojado me dirigí hacía la salida, aunque volví y besé su frente, ella cerró los ojos ante el contacto y habló.

—Se le haría tarde, y ni siquiera hubiera acabado su desayuno. —sonrió nostálgica mientras algunas lágrimas caían por su mejilla.

—No llores madre. —la abrace, pero pareció no afectarle ya que siguió ignorándome. Ésta vez si estaba enojado así que salí dando un portazo e importandome muy poco si salía a tirarme algo en la cabeza.

Camine tranquilo hacia la parada de autobús, estaba treinta minutos antes de que la campana sonara, ya que me gusta ser de esos que llegaban antes y agarran los mejores asientos.

El autobús pasó justo a la hora exacta, pero no paro. ¡Genial! Debía esperar al menos treinta minutos más para que otro se dignara en aparecer. Frustrado decidí caminar a la escuela en que concurría, total solo eran unos quince minutos caminando.

Mire la hora en mi reloj y solo faltaban menos de dos minutos para que la campana tocara. Ahora debía correr y al menos faltaban unas cinco cuadras para llegar.

Llegue agotado pero pude hacerlo justo en el momento en que el preceptor Kim ingresaba al salón para tomar los presentes, me escabulli sutilmente a la mesa que compartía junto a mis amigos y por suerte mi amigo ratakook me guardo un lugar a lado suyo.

—En serio no sabes lo que agradezco que me guardaras un lugar amigo, el autobús no quiso parar y estoy teniendo una mañana difícil. — él también me ignoro.—Genial hoy es el día de ignoremos al raro. ¿Por qué no me avisaron así también los ignoraba a ustedes?

No contesto, en cambio se recostó sobre la mesa y miró a mi lugar, la misma mirada de mi madre, triste y nostálgica. El preceptor tomó asistencia y algo raro ocurrió cuando le tocó nombrarme.

—¿Kim? ... ¡Oh! lo siento, es la costumbre.— sonrió nervioso a lo que mis amigos sólo asintieron.

—¡Preceptor Kim! Solo ignore a estos idiotas, ¡estoy aquí, presente!. — grite divertido pero con el propósito de que me oyera. Él solo asintió para seguir tomando asistencia.

kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora