Esta historia nace, donde los poetas enamorados mueren. Nace arriba de una montaña para luego ir a morir allá en el estuario para formar parte de otro cielo infinito. Esta historia acaba hasta que no quede ninguno que la pueda escuchar. No se preocupen, yo no soy un poeta, solo soy un relator que puede sobrevivir, aunque no totalmente ileso, para poderles brindar esta hermosa historia sin Dios.
Dos almas enamoradas condenadas únicamente por el destino a verse de reojo solo cada cierto tiempo cuando una vela se apaga. Ese sufrimiento en silencio de un amor imposible que lo escucha hasta el sordo que cruza la calle 34A todas las tardes del invierno nublado. Esta historia no es para aquellos cobardes que huyeron del amor que fue correspondido, porque se les tornó complicado. Esta historia relata una maldición que los condenó a desearse en un gran silencio del cual ningún poeta se atrevió hablar y mucho menos a escribir.
Esas dos miradas solo tienen la dicha de toparse cada cierto tiempo en cualquier temporada del año. La leyenda cuenta que sus cuerpos nunca han llegado a rozarse, pero cuando lo hagan no habrá humano que llegue un día si quiera a respirar el aire de aquel amor coloso devorador de todos aquellos amores de novela romántica y cuentos de hadas. Mientras alguien viene y con un frío aliento logra observarle por un segundo, otra mirada esquiva aquella negra como el abismo, porque no soporta ver aquellos ojos que tanta pasión le dieron, que tanta alegría brindaron y hoy, esa alma enamorada, no es ni si quiera capaz de dirigirle la palabra. Es un amor a distancia, pero más infinita que la misma galaxia.
La belleza etérea de esas almas tan encantadoras, como un recuerdo inolvidable, como aquella madre de vista extraviada o como aquella sonrisa de ese niño puro como el agua cristalina de un riachuelo que aún no ha conocido la luz del cielo, pero que algún día, cuando el destino lo agarre distraído lo iluminará como siempre debió hacerlo; aún me nubla la mente en este escrito.
No gasten su tiempo en pensar quién es capaz de cometer tal injusticia, si se los dijera no me creerían. Solo les digo que hay creaturas malignas que se alimentan del sufrimiento sincero de un corazón que palpita con mucha vida. Esos seres oscuros hay que tenerles cuidado, porque si crees mucho en el destino, tal vez acabes muy desilusionado.
Lo imposible es para aquellos que nunca si quiera tuvieron posibles – mencionó un día una de las dos almas cuando otra intentó rendirse. No sé si el que lea esto entienda la amargura de amar tanto a alguien y no poder ni si quiera hablarle, pero créanme que no es necesario saberlo, para comprender el desconsuelo de esas dos pobres almas perdidas y desgarradas que sin misericordias saboreaban los segundos que la vida les regalaba.
Vivir mordisqueando anhelos desgasta el alma, la vuelve fría y descolorida con el paso del tiempo. Se consuelan con la idea de que cada cierto tiempo se mirarán de nuevo, pero cada vez ese consuelo es menos, porque el crepúsculo del enamoramiento logra aniquilar el pensamiento. Los dos tienen miedo que después de tanta espera ya no quede sentimiento alguno que hubiera valido la pena.
Un alma mira la luna con cierto recelo. La entiende porque sabe que su historia es tan parecida que hasta le da miedo. Se compara con esa luna que solo es capaz de ver a su sol cada vez perdida cuando de milagro se unen para formar esa esfera roja sangre tan parecida al corazón de esa alma inmutable. No somos tan diferentes – se le escuchó decir mientras esperaba el momento de su llamada para ir a disfrutar aquel segundo que le llenaba los pulmones con ese aire helado de madrugada.
A pesar de todo entienden lo importante de su trabajo, comprenden que lo que hacen no es por ellos, sino para los otros, para que no sufran como ellos ese calvario. No está tan lejos de la realidad vivir para los demás y no para uno mismo, a pesar de que sea su propio cuento.
Mi forma de narrar se observa diferente en este texto, porque si lo narrará con mi tinta moriría como los poetas mueren todos los inviernos. Mi pluma tiembla y la vela al lado de mi tinta ya no quiere iluminar más esta historia de muerte lenta, pero yo solo les pido que resistan, porque la gente merece leer esta leyenda.
Antes que alguien si quiera redactará una palabra, antes que el sol y la luna se amaran, esas almas ya se habían amado más de setenta y siete mil veces en valles escrupulosos. Ahora solo se escucha un lamento a lo lejos y un grito desesperado ya casi sin aliento.
Me detuve por un segundo porque mi mano estaba en llamas. Había ido muy lejos y era muy arriesgado si continuaba. Faltaba pocas horas para el alba y me volví para ver a mi dulce enamorada. Allí tendida en la cama, como un ángel precioso caído de un cielo inventado, escuchaba lentamente su respiración a mi lado. Sabía que era la última vez que la vería. Poco a poco se despertó y me vio como siempre lo hacía cada mañana de inviernos nublados. La sabana cayó y dejo al desnudo aquel cuerpo de carne caliente que tantas veces estuvo a mi lado. Apenas vio mi mano en llamas se detuvo en seco, pero nunca temió o dudó de querer estar a mi lado. Se acercó y me abrazó mientras mi cabeza se apoyaba en su pecho para disfrutar de una única hermosa partitura escrita por latidos, para que yo saboreara la mejor melodía que nunca nadie antes había escuchado.
Vi el amanecer y me di cuenta de mi error. No era tan distinta nuestra historia ¿No? Esta historia nace, donde los poetas enamorados mueren. Esta historia nace, cuando los poetas enamorados mueren. Nace arriba de una montaña para luego ir a morir allá en el estuario para formar parte de otro cielo infinito. Esta historia acaba hasta que no quedé ninguno que la pueda leer.
Aquel libro que (...) llegue a tener un carácter etéreo, tan etéreo como ese amor imposible (...) tengo miedo y no es cobardía (...) la gente le teme al poder del recuerdo (...) como ese recuerdo inolvidable, como ese adiós de cobardes (...) es por eso que olvida (...) tengo miedo de olvidarte vida mía (...) Es por eso que el recuerdo ha sido mi único gran amigo (...) que aún vive... que quiere vivir... que merece vivir... en un recuerdo, pero que viva (...) sostenían con su mano era el mismo y lo que leían era sino al otro en un verso (...)Esta ¿qué? Nace ¿Quién nace?, donde ¿Dónde qué? los enamorados mueren ¿Cuáles enamorados?