8: paraíso

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Se trataba de un paraíso hermoso, pero sabía que no podría fiarse, pues estaba diseñado para que caballeros como el murieran antes de alcanzar su destino.

-¡Gilipollas! casi me rayas el coche con esa mierda de moto – vociferó Marcus irritado.

El singular motero, con un movimiento ágil y elegante bajó de la moto, para después quitarse el casco, que ocultaba su rostro de forma misteriosa. Fátima se quedó muy sorprendida cuando descubrió quien era el muchacho bajo el casco, se trataba del chico de mantenimiento.

Ángel se encogió de hombros indiferentemente y le dio la espalda a Marcus para ponerle el candado a su moto.

- ¡Eh tu idiota! me dirijo a ti.

-Déjame en paz tío – espetó Ángel.

Marcus, irritado por su indiferencia, se acercó a él e intentó propinarle a Ángel un rastrero puñetazo por la espalada, sin el menor esfuerzo el motero se apartó, de forma, que Marcus perdió el equilibrio cayendo irremediablemente al suelo.

-Para, si no quieres hacerte daño – le advirtió el cazador.

Fátima suspiró exasperada, sabía lo que iba a pasar a continuación, pues había sido testigo de cómo en otras ocasiones todo el grupo de Marcus la emprendía a golpes con el desgraciado chaval, que osase plantarle cara a alguno de ellos, como animales irracionales, o así es como Fátima veía al grupo, actuaban en manada. La bruja no quería que aquello ocurriera, pues no solo le harían daño al chico de mantenimiento, sino que Roger, su mejor amigo, se metería en un buen lío. Así que con valentía se encaminó decidida hacia el grupo y se plantó justo en frente del motero en forma de escudo.

-¡Parad todos ahora mismo! - sentenció.

Los muchachos se rieron de ella al unísono, Fátima se concentró aún más y rebuscó en el interior de su alma para extraer un poco de su poder telepático, luego miró de forma alternativa a los ojos de cada uno de los muchachos.

- He dicho que paréis.

Increíblemente, todos los miembros del grupo de Marcus, dejaron de avanzar en dirección hacia ellos, inmediatamente y aturdidos se fueron marchando para clase sin la más mínima réplica.

Fátima soltó entonces el aire que había retenido en sus pulmones a causa del pánico, que había experimentado al realizar el hechizo, "nunca me acostumbraré a esta sensación" pensó, el poder la abrumaba sin remedio, saber, que podía controlar a las personas con las que se había criado la aterraba, aun así, lo que verdaderamente la asustaba era la sensación tan placentera, que sentía cuando usaba su magia para obtener un beneficio propio.

-Gracias, acabas de impedir que me despidan en mi primer día de trabajo – Ángel la sacó de su enajenación con esas palabras.

- Solo he hecho lo que tenía que hacer, no me gusta la violencia especialmente.

Ángel asintió a sus palabras y le sonrió – gracias de todas formas.

Tras esas palabras, el chico de mantenimiento, se quedó mirándola de forma inquisidora, esperando, a que ella añadiera algo más a la conversación.

- ¿Vas a trabajar aquí? - preguntó Fátima por fin rompiendo el incómodo silencio.

- Si, soy el nuevo encargado de mantenimiento, aunque creo que eso ya lo sabías - especuló.

-¿cómo? – Fátima lo miró nerviosa e indecisa – no sé a qué te refieres.

-Recuerdo que fuiste tú la que me indicó ayer la situación del aula en donde ocurrió el accidente.

Fátima respiró tranquila, por un momento, había temido, que aquel muchacho pudiera intuir algo acerca de su magia.

-¿Te acuerdas de mí? – inquirió un poco sorprendida.

- Como para olvidar a la muchacha de grandes ojos celestes, que lloraba desconsoladamente – le dijo con una media sonrisa.

Fátima se sonrojó - pues esa moto parece cara, no creo que te haga mucha falta el trabajo – cambió de tema para eludir las palabras de Ángel.

El joven estalló en carcajadas, su risa era muy suave y alegre, era un sonido bastan agradable.

- Perdón, no debería haber dicho eso, son cosas tuyas, no tengo porque meterme - apresuró avergonzada.

-No te preocupes, es lógico que pienses así, es por culpa de mi padre, quiere que haga algo con mi vida – Ángel se inventó la escusa rápidamente, para salir del paso.

-Bueno, debo ir a clase, adiós.

- Ángel asintió en forma de despedida - por cierto, mi nombre es Ángel – añadió antes de que la muchacha se marchara.

-Fátima – respondió finalmente con una sonrisa.

Después se dio la vuelta y caminó hacia la entrada del instituto con una sonrisilla en los labios.

~•°•~

"Con que Fátima" se dijo. Esa chica tenía un poder oculto y se había incrementado mucho desde la última vez a que la había visto. Ángel podía captar el derroche de energía típico, que surgía cuando una bruja realizaba un conjuro. En este momento captaba tres rastros energéticos, dos conjuros eran de la chica, uno de ellos había sido realizado justo en sus narices, cuando había ordenado telepáticamente a los muchachos que pararan de aproximarse hacia ellos. Si verdaderamente Fátima era una bruja, se trataría de una muy poderosa, pues ya había demostrado, que ostentaba tres de las cuatro clases de poderes posibles, el telequinético, el telepático y el telemático. Parecía, además, que su magia aumentaba por momentos.

La otra fuerza que había distinguido, no había dejado rastro alguno de su procedencia, sin embargo, había algo inquietante en aquel poder de origen oculto. Pensativo, se marchó en dirección hacia la puerta del instituto.

La misión del joven cazador era la de vigilar a Fátima; para ello, lo primero que tenía que hacer era buscar información sobre el pasado de la joven, así, que se dirigió a la secretaria en buscar de su expediente académico.

Cazador de brujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora