Nueve

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Los parpados de Castiel se abrieron con mucha dificultad mientras se retorcía en la cama buscando algún sonido proveniente de sus huesos acomodándose a la posición erguida. No recordaba el momento que se había quedado dormido de nuevo. El sol estaba un poco más intenso haciendo que la cama se sintiera más caliente de lo que en realidad era.

Al estirar sus brazos su mano derecha se colocó ocacionalmente sobre su mesita de noche donde descansaba algún objeto no identificado. El pelinegro se sentó en la cama y fijo su vista en aquella cosa, que resultaba ser el reloj de Dean.

Dean..

Había olvidado el motivo que lo hizo caer rendido nuevamente en su cama. Dean había sido el culpable, bueno, no en realidad, había sido en parte su culpa por no detenerse y por iniciar el beso en primer lugar. Un suspiro escapó por sus labios al recordarlo todo. El rubio era sencillamente perfecto, justo el tipo de persona que Castiel tanto anelaba.

No estaba seguro de que diablos pasaba por la mente de Dean, pero estaba más que seguro, que el rubio estaría muy avergonzado por aquel acto. Claro, Dean es heterosexual de piez a cabeza y el ojiazul entendía perfectamente que esto solamente había sido un suave desliz, una calentura. No por ello el rubio dejaría a su familia para escapar con él. Eso es ridículo.

Aunque, siendo realista, aquella fue una idea que se cruzo por la mente del abogado cuando Dean salió de su cuerpo y se acostó a su lado rendido, respirando con dificultad y sudado. Inventó en su cerebro una fantasía donde Dean lo besaba y le decía que lo quería, donde en verdad le importaba. Claro que todo ese castillo de arena se vino abajo cuando abrió sus ojos y notó que el rubio ya no estaba.

Después de todo, no era la primera vez que tenía relaciones de una noche. Aunque sí era la primera que tenía con un cliente. No le gustaba Dean, de eso estaba seguro. ¿Le parecía atractivo? Sí, bastante, ¿Se acostaría de nuevo con el? Rayos no. Ya suficientes reglas había roto ese mismo día como para poner en riesgo toda su carrera.

Si hubiese conocido a Dean en otra circunstancia tal vez hasta estaría enamorado de él, lo que era difícil de admitir después de contarle al rubio por qué ya no le gustaban las relaciones.

El timbre de su departamento resonó por todo este haciendo que el pelinegro sacudiera su cabeza alejando todos sus pensamientos y trayendolo a la realidad. Donde estaba desnudo, con restos de sudor y semen y tenia alguien tocando su timbre. Sin importar su aspecto el pelinegro se levantó rápidamente y corrio hacia el portero eléctrico, donde tocó un botón para hablar por el otro lado.

─¿Qué? ─Dijo, de mala gana. La persona al otro lado soltó una carcajada y luego habló

─Mala noche, ¿Eh? ─La voz inconfundible de su hermano lo hizo caer en la cuenta de que seguía desnudo ─Anda, abre la puerta Cassie

─Sí, claro. ─Lo siguiente que hizo fue tocar el otro botón y disparar hacia el baño.

Gabriel tenía la llave de su puerta pero no la del edificio, por eso no se preocupo por el mayor al estar bajo la lluvia artificial. El agua recorriendo su cuerpo era una buena forma de relajarse y despabilarse después del increíble polvo con Dean. Recordar como las manos de rubio recorrieron su cuerpo, como gemía en su cuello o la forma en la que sus cuerpos se fundían lo hacía perder el control de su cuerpo mientras enjabonaba distintas partes. Eso no explicaba nada, solo que el rubio lo excitaba, ¿Y como no? Era muy atractivo, todo un adonis. Aunque si fuera otra situación, seguramente, Castiel ya lo habría llamado preguntándole como le había parecido el acoston o si alguna vez volverían a verse -Como toda adolescente con demasiadas historias en su cabeza- y seguramente insistirá hasta después de un tiempo, donde el pelinero se hartaria y dejaría de llamarle. Hasta aburrirse. Aunque esto era un tanto más complicado, Castiel no podía llamarlo -Más bien, se rehusaba a hacerlo- y eso ocacionaba que las ganas de tener a su cliente incrementaran.

Pillowtalk ➽ |Destiel|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora