Fred Weasley

2K 76 7
                                    

Época: segunda generación.

Advertencia: ninguna.

Título: No puedes enamorarte de mí.

Aquella chica fría siempre me había intrigado. Su forma de comportarse, sus gestos.. Decía llamarse Emily Anderson pero, estaba seguro de que, verdaderamente, ese no era su verdadero nombre.

Una tarde aburrida de invierno, ella estaba en el sofá de la sala común de Gryffindor, observando cómo la madera de la chimenea se transformaba poco a poco en cenizas. Decidí acercarme a hablarle y poder hacerme su amigo.

Era una chica bastante atractiva: su cabello era negro y sus ojos verdes y fríos. Muchos chicos iban detrás de ella, sin embargo, ella parecía no buscar nada en ellos.

-Hola. -le saludé.

Me senté a su lado y ella me miró sorprendida ante mi atrevimiento.

-¿Qué quieres? -su voz sonó como un tímpano de hielo.

-Quería presentarme personalmente. Soy Fred, Fred Weasley.

-Emily Anderson. -se limitó a contestar.

Esa noche comenzamos a hablar y aquellas charlas nocturnas se convirtieron en una rutina que, poco a poco, me iban gustando más.

Con cada cosa suya que me confesaba sabía que me quedaba mucho más que descubrir sobre ella.

-¿Alguna vez te has enamorado? -pregunté intrigado.

-No sé cómo se siente el amor. -susurró y su mirada se centró en el suelo.

Estaba avergonzada. Lo podía ver.

-Sabes que estás enamorado cuando una personas es el motivo de tus sonrisas. -comencé a explicar. -pero, a la vez, tus noches en vela y tus días grises. Cuando esa persona lo es todo: tu mayor miedo. Entra tan dentro de ti que tu todo, sin él, se convierte en nada. Darías lo que fuera por ver a esa persona sonreír , aunque ello implicara que tú no lo fueras.

-¿Y tú alguna vez te has enamorado? -asentí.

-Ahora mismo estoy enamorada de alguien, si te soy sincero.

Ella me miró con notable sorpresa reflejada en su rostro.

-¿Quién es ella?

-Lo sabrás dentro de poco.

-Oh, venga, Fred soy tu amiga, ¿no?

-Ese es el problema. -suspiré.

Su rostro mostraba confusión, no sabía que me estaba declarando.

-No quiero que solo seamos amigos. -confesé.

Abrió sus ojos sorprendida. Negó con su cabeza mientras susurraba un ¨no¨.

-No puedes enamorarte de mí.

Se levantó del sofá y me miró: podía ver en sus ojos tristeza con dolor y enfado. Estaba enfadada, ¿por qué?

-¿Por qué no, Emily? Es imposible no hacerlo, eres perfecta.

Lo era. Era perfecta de la cabeza a los pies. La chica más perfecta que había conocido en mi vida.

Todo de ella lo era: sus ojos, sus bonitos ojos, no necesitaba tenerlos de colores para que fueran encantadores, transmitían una belleza y transparencia únicas, eran de esos ojos que te encarcelaban una vez que los mirabas, ya no podías detenerte, sentías que era lo único que querías ver.

Era de esas chicas que mordía la punta de su pluma en los exámenes, que se reía de todo cuando estaba en confianza y, conmigo, incluso de ella misma. Esa que daba todo el cariño que a ella no le habían dado; la que me decía cosas bonitas cuando lo merecías; esa que aunque algo le doliera nunca lo decía; la que nunca se derrumbaba ante nadie; esa que cada noche oía sollozar, sin poder evitarlo de ninguna manera.

-No soy perfecta, Fred, no me conoces realmente.

Me levanté yo también. Necesitaba saber qué escondía.

-¿Qué escondes, Emily?

Las lágrimas habían comenzado a resbalas por sus mejillas.

-Si te lo dijera, me tendrías miedo. -susurró.

¿Miedo? ¿Cómo iba a poder temer a ella? Lo único que podía temer era que acabara con mi corazón porque, ahora mismo, estaba en sus manos.

-No podría tenerte miedo de ninguna forma. Te amo.

Mis manos se posaron sobre sus hombros y la acerqué a mí. Nos miramos a los ojos. Ella sorbió para dejar de llorar y eso me pareció adorable.

-Esto ha llegado demasiado lejos, Fred. -apoyó su mano sobre la mía. -Debería de nunca haberte dejado hablar conmigo.

Se separó de mí.

-Es mejor que te olvides de mí y de que alguna vez hemos sido amigos.

Comenzó a correr y se alejó de mí. ¿Qué había ocurrido? Por un momento la tuve tan cerca y, luego, todo se rompió.

Los días pasaron y, por más que lo intentaba no podía hablar con Emily. Se alejaba en cuanto me veía.

Todo iba mal: Voldemort había vuelto, a pesar de Umbridge decir lo contrario, y Emily cada vez se veía más apagada.

Hablaría con ella: costara lo que costase.

-Emily. -la llamé.

Se encontraba en el sofá de la sala común leyendo un libro muggle, su libro preferido: Hamlet.

-Debo irme. -susurró.

Se levantó del sofá y se iba a ir pero, mi mano agarrando su brazo, la detuvo.

-¿Qué quieres, Fred? -murmuró. Su mirada estaba posada en el suelo.
-Quiero que me digas la verdad, tu verdad.
-Yo...
-Puedes confiar en mí, lo prometo.

Asintió.
-Vamos a tu habitación. Nadie debe de enterarse.

Asentí y cogí su mano, conduciéndola hacia mi habitación. Me avergoncé al ver lo desordenado que se encontraba, ella sonrió divertida.

-Es sobre mi padre. -confesó.

Se sentó en mi cama y yo me senté a su lado, mirándola con intriga.

-Me dijiste que estaba muerto, ¿no?

-No exactamente. Ahora, ha vuelto. -murmuró y pude ver como cerraba sus ojos con fuerza.

Como esas veces que sabes que vas a recibir un golpe y cierras tus ojos fuertemente, incapaz de hacer nada más, esperando el impacto que está a punto de venir.

¿Acaso su padre había resucitado?

-No te entiendo, Emily. -confesé, confundido.

-Mi padre es el mago más temido del mundo mágico.

Abrí mis ojos como platos al entender lo que quería decir. ¿Cómo ella, siendo tan perfecta, podía ser hija de un monstruo?

-Ahora va a volver y no quiero que lo haga porque le odio, a pesar de llevar su sangre. Y sé que me va a buscar y las personas que estén conmigo estarán sometidos a demasiado peligro. No quiero eso para ti.

Estaba en estado de shock aún. Voldemort tenía una hija y era la chica más impresionante de todo Hogwarts. Además de ello, yo estaba enamorada perdidamente de ella.

-Di algo, por favor. -sollozó.

Hasta ese mismo momento no me había dado cuenta de que estaba llorando y, odié aún más a Voldemort porque sus lágrimas fueran por su culpa.

Me acerqué a ella y la abracé. Fuerte, contra mi pecho. Quería demostrarle que siempre estaría aquí, donde ella estuviera, pasase lo que pasara porque, a su lado era mi lugar preferido.

-Voy a estar contigo, suceda lo que suceda. No me voy a ir de tu lado, Emily, porque te amo.

Acogí su rostro entre mis manos con suavidad y uní mis labios con los suyos. Los suyos se movieron torpemente sobre los míos y, sonreí en mi interior al saber que yo era su primer beso. Segundos después, siguió mi ritmo y me sentí en el cielo.

-Yo también te amo, Fred.

Harry Potter's One Shots #Wattys2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora