y todo cambia~

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KyungSoo nunca creyó que su vida fuese a cambiar en cuestión de segundos. Nunca creyó atribuirle al destino algo porque desde que podía recordar, siempre mencionaba que el destino no existía.

Pero esa mañana ajetreada en su trabajo supo que definitivamente las cosas no podían volver a ser iguales. Do KyungSoo de ojos grandes y brillantes, piel pálida y cabellos azabaches demasiado cortos para el gusto de todos sus amigos, bajito y con sueños grandes... terminó trabajando en una estación del metro que estaba un poco distante de su casa, pero ese a final de cuentas había sido lo único que había logrado conseguir.

Estudiaba por las mañanas y por las tardes salía corriendo para alcanzar a llegar a tiempo, siempre puntual, siempre cumplido, silencioso. KyungSoo trabajaba en la sección de taquilla del transporte público de esa concurrida ciudad. Estaba dirigido a atender a los clientes en la venta de boletos sencillos o en la carga de sus tarjetas.

Lo cierto era que nunca había prestado demasiada atención a las cientos de personas que atendía a diario, pero había sido algo en específico y que tras pasar un par de noches pensando no logró definir, lo que le había hecho mantener sus ojos grandes sobre la silueta que no solo caminaba... si no que danzaba al compás de sus habilidosos pies delgados.

La silueta del chico era perfecta, entre más sus ojos le observaban, más detalles particularmente atractivos encontraba. Tenía la piel bronceada que le daba un aspecto destacable, era delgado y más alto que él, KyungSoo se atrevía a pensar que seguramente le llegaba al mentón o quizá a la altura de sus perfectos labios esponjados.

Porque el muchacho tenía esos labios que lo habían puesto a pensar por horas sobre su textura y su sabor, si es que el muchacho usaba alguna especie de bálsamo sobre ellos o si deslumbraban en conjunto con sus dientes perlados desde el momento que lo vio esbozar una ligera sonrisa a su acompañante.

Y KyungSoo se preguntó entonces si es que ya tendría alguien en su vida, se repetía mentalmente que no debía interesarle, porque era uno de esos clientes que ni siquiera lo habían volteado a ver alguna vez.

O quizá sí, quizá el muchacho que tenía la costumbre de comprar boletos todos los días pese a lo atestado de gente que pudiese estar, lo había observado alguna vez.

A KyungSoo se le arrebolaban las mejillas de solo pensarlo, de solo imaginar la mirada del muchacho sobre su rostro. Se valía soñar, después de todo.

El bajito observó la fila de personas que tenía enfrente y suspiró girándose para observar el reloj en la pared de la pequeña cabina, daban las ocho con cincuenta y cinco y sabía que era cuestión de cinco minutos para observar la cabellera castaña alborotarse por el pasillo frente suyo.

Siempre asistía a la misma hora, con ropa casual y en determinadas ocasiones con algunos atuendos más elegantes, indignos de los ojos comunes y corrientes de aquellas personas que viajaban a diario en el transporte.

Pero el moreno era también una de esas personas, pese a que para KyungSoo parecía ser más bien un ángel que flotaba ligeramente todas las noches hacia un destino desconocido.

A KyungSoo le hubiese gustado saber muchas cosas, hubiese querido saber su nombre, su color favorito y también su edad. Le gustaría saber su sabor favorito de bebida y si es que prefería el chocolate sobre el café. Pero lo cierto era que KyungSoo era un espectador más que lo único que podía hacer era verlo pasar.

A menos que algún día tomase el valor suficiente para hablar. Y había pensado en ello mucho tiempo, se había postrado frente al espejo con el ceño ligeramente fruncido y los nervios de punta, imaginando que el muchacho venía hacia él y él tenía que decir algo de inmediato, aprovechar el par de segundos que tenía para él.

Buenas noches, hermoso.

Que tengas bonita noche, me encantan tus pantalones, pero me encantas más tú.

¿Qué clase de extraño monólogo sería ese? KyungSoo se dio de topes contra la palma de su mano y escuchó a su compañero de trabajo sonreír.

ㅡ Relájate, no pasa nada.

La voz de Kim MinSeok era casi tan dulce como lo era él en persona, su timbre de voz solía calmarlo, pero en ese momento sentía que no había algo que pudiese reconfortarlo.

El reloj dio las nueve en punto y KyungSoo tragó saliva, con las manos sudorosas mientras la gente comenzaba a disiparse como si por arte de magia el muchacho los desplazara para poder pasar. El corazón de KyungSoo se estremeció en la caja torácica y estaba entrando en pánico, porque una vez más iba a quedarse en blanco, una vez más iba a permanecer en completo silencio.

Lo que sea, di lo que sea.

ㅡ ¿No cree que es mejor adquirir una tarjeta? No tendría que hacer fila todos los días.

KyungSoo cerró los ojos un segundo, lamentando profundamente ser tan torpe, tragando saliva porque le había ofrecido un producto a su precioso muchacho, uno que si adquiría haría que no lo viera a diario.

El moreno dibujó una sonrisa diminuta y KyungSoo agradeció estar sentado, porque los pies le temblaban cual gelatina.

ㅡ Me das lo habitual, por favor...

ㅡ Sí, perdone... ㅡ KyungSoo agachó la mirada en automático, bastante apenado y seguro de que sus mejillas estaban más encendidas que los tomates maduros de la huerta de su tía.

Le temblaban las manos y respiraba pesado, cortando los boletos para entregárselos y recibiendo el efectivo sin querer volver a mirarlo, pero perdiendo contra sus propios instintos en el camino.

El muchacho le observaba fijamente con esos ojos marrones y rasgados, sentía que por primera vez en la vida estaba desnudo frente a una persona extraña, aunque fuera metafóricamente.

Cuando su cliente estaba listo para recibir el cambio, sintió que se estremecía por completo con el mero tacto de las yemas de sus dedos rozando estratégicamente su palma. Coincidencias, seguramente eran coincidencias.

El moreno retrocedió un paso y se detuvo antes de girarse, regresando nuevamente sobre sus pasos para volver a sonreír con algo que KyungSoo no pudo etiquetar.

ㅡ Si comprara una tarjeta... ¿Cómo haría para verte todos los días, KyungSoo?

El bajito tembló y dio un pequeño salto en su lugar, parpadeando con los ojos bien abiertos, estupefactos e incrédulos porque seguramente su imaginación ya estaba jugándole una buena.

El muchacho señaló su pecho y el corazón de KyungSoo martilleó, recordando que ahí se encontraba su placa de empleado, pequeña y acorde a su uniforme. Soltó un suspiro y sin saber qué responder se mordió el labio inferior.

ㅡ Puedes llamarme JongIn ㅡ el muchacho le sonrió una vez más y después se giró repentinamente para emprender su camino. ㅡ Pasa una linda noche, nos vemos mañana.

ㅡ Buenas noches...

Eso había sido lo único que había atinado a decir, antes de que pudiera arrepentirse. Y no es como si su vida estuviese resuelta, no era JongIn un caballero de brillante armadura que venía a resplandecer sus días grisáceos.

Pero el nos vemos mañana le sabía dulce, prometedor. Le sabía a una oportunidad muda que no pensaba desaprovechar.

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Notas:

Tenía esto en la cabeza desde ayer, iba a escribir algo bien sad, pero la verdad es que me sale lo fluff por los poros de la piel. Esto iba a ser un drabble. Pero se me fue la mano :v

Gracias por leer

🌠Ary

Subway ❀ KaiSooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora