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Sé que ambos estamos haciendo un esfuerzo por desplazar todos los pensamientos y sentirnos bien, aún sabiendo que Keyra se irá, pero es tan difícil como ninguna situación en la que hubiese estado antes alguna vez.

Nos recostamos sobre mi cama con la televisión prendida en frente y hacemos como si estuviésemos viéndola, cuando ninguno de los dos en realidad presta atención, ni siquiera nos damos cuenta cuando pasan comerciales. Pero Keyra está a mi lado, apoyándo su cabeza sobre mi pecho mientras enredo mis dedos en su pelo y juego con él.

En todo ese tiempo reflexiono sobre el futuro incierto que me espera desde ahora. En éste momento no tengo ni la menor idea de lo que sucederá conmigo mañana o el resto del año. Ella va a irse y no sé cómo lidiar con eso, ni siquiera lo creo aún, no asimilo su leucemia ni el hecho de que no estará mañana. Simplemente no logro crear en mi mente la idea de una vida sin verla, sin escuchar su risa ni tenerla al menos cerca, al menos dentro del mismo terreno del instituto o incluso dentro del mismo continente.

Inclino la mirada hasta ella mientras mis dedos siguen deslizándose entremedio de su cabello. Me mira y deposito un beso sobre sus labios. No podría arriesgarme a besarla con más dedicación, porque luego no podré separarme de ella ni seré capaz de conducir hasta su casa.

Volvemos a mirar al aparato ruidoso en frente de nosotros mientras inhalo y exhalo el olor de su perfume, del cual jamás sabré a qué fruta en específico huele.

Sí, sé que podría vivir sin ella, sin tenerla en mi vida, pero sería una ridiculez. Cuando ella salga de aquí probablemente me convertiré en un ser miserable. No sabré en qué dirección caminar, no sabré cómo recuperar la vida que tenía antes de que llegara. Me gustaba esa vida, sim embargo pareciera que desde ahora la odio, tal como ella odia la vida que tenía en San Clemente. Y tiene razón, el lugar no es el problema, sino su ausencia.

De pronto los estúpidos ruidos que emite el televisor me desagradan, me enojan porque gracias a ellos mis pensamientos de hacen más fuertes, y mi garganta comienza a crear un nudo, esa sensación que he estado evitando durante todo el día. Me siento enojado porque las cosas que están sucediendo no son justas. No es justo que Keyra y yo no podamos estar juntos, no es justo que siempre la vida tenga una excusa para nosotros, ella no se merece tener cáncer ni yo me merezco que la alejen de mí. Me enoja Mimi apesar de no conocerla, me enoja que Will no pueda hacer algo para que Keyra se quede aquí y me enoja ella, por no incluírme en su vida desde ahora, porque no me dijo a tiempo cuando el médico le advirtió sobre la leucemia. Nada de esto es justo, no creo haber hecho algo tan malo como para merecer que Keyra llegue hasta aquí, que me enamore de ella y luego se vaya. No lo merezco, sé que no lo merezco.

Trago saliva y busco el control remoto sobre el cubrecamas. Cuando lo hallo le doy al botón de apagar y toda la habitación queda en completo silencio. Si Will no puede hacer algo para que Keyra se quede aquí, tendré que hacelo yo. No sé cómo, no tengo ni la menor idea de qué voy a hacer, pero ella no puede irse.

Cuando miro a Keyra, ella ya tiene sus ojos confundidos sobre mí.

—No te vas a ir de aquí—digo.

—¿Qué?—Se apoya sobre un codo para verme bien.

—Eso. No voy a dejar que te vayas.

—Pero es que eso no depende de nosotros—murmura, riéndose con temor.

—No me importa. No te irás de aquí—insisto. Junto sus labios con los míos. Me alejo sólo para repetir: —No te dejaré ir.

—Pero...—comienza, pero la interrumpo besándola de nuevo. Ahora no puedo dejar de hacerlo, no puedo separarme de ella. —Nia...

Keyra en las nubes (fanfic n.h)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora