Día siete.

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A veces debemos controlar nuestra lengua, no alardear, hablar de más. Porque entonces llegarán las consecuencias.

El rizado despertó con un dolor en su cabeza. Por lo regular no suele beber de esa manera, y ahora que lo hacía sentía horrible.

-Buenos días bello durmiente.- sonrió.- Café, algo picoso, jugo ¿Qué deseas?-

-¿Qué... Qué estoy haciendo aquí?- preguntó, levantándose de la cama.

-Un chico te trajo en la madrugada, dijo que no podía cuidarte.- el rubio bebió de su taza.- No me dijo su nombre.-

-Era pequeño de ojos azules.- Niall asintió.- Ya, si lo conozco. ¡Dios! Mi cabeza va a estallar.-

-Conmigo no bebes pero con ése chico si, me siento traicionado.-

-No empieces. Me duele mucho la cabeza.-

Entonces lo había botado, no recuerda nada después de su quinta botella tal vez.

Tendría que ir al café de siempre por una explicación.

[...]

Era increíble que aquel chico no se presentará. Iba todos los días y no había asistido a su cita.

Algo debió haber dicho para que él no quería verlo.

Salió de la cafetería, tenía que buscar algo sobre él pero ¿Cómo haría eso si no sabe su nombre?

Al salir tropezó con alguien pequeño y si, era aquel enano que lo dejo plantado todos los días.

-¿Por qué huyes de mi?- preguntó el rizado, tomando la sudadera de aquel chico.-Estas muy equivocado si piensas salir corriendo.-

-Suéltame.- exigió.

-No, dime que rayos te paso. Por qué me dejaste botado y desapareciste.-

-No lo recuerdas ¿Verdad?-  la mirada zafiro de aquel individuo cayó por los suelos. ¿Qué debía recordar?

-No, quiero que me expliques qué hice o dije para que me dejaras plantado todos estos días.-

El ojiazul no respondió, siguió con la mirada en el suelo.

-Habla.- ordenó. Los minutos corrían y aquel chico no mencionaba palabra alguna.- Cómo gustes.- soltó su sudadera para cargarlo en sus hombros.

-Bajame, las personas nos están viendo.- el castaño golpeaba su espada para que lo bajara pero era inútil, el rizado tenía más fuerza.

-Me dirás lo que te pasa si o si.- los había llevado a un callejón. Las personas pasaban pero no notaban la presencia de aquellos chicos.-Habla.- el rizado colocó sus manos en la pared donde el ojiazul estaba recargado. Lo tenía acorralado

-Sólo estábamos equivocados... Yo te obligue a estar conmigo.-

-¿Por qué piensas eso? ¿Tuvimos sexo?-

-No, me refiero a que te obligue a pasar tiempo conmigo​. Esa noche me dijiste que te obligue a estar conmigo.- las lágrimas empezaban a salir de sus zafiros.- Sé que soy molesto, odiosos y mi aspecto es horrible. Sé que soy pésima persona. Esa noche me dijiste que era asqueroso por besarte.-

-Hey...- tomó sus mejillas.

-¡No! Ya me cansé de obligar a alguien a estar conmigo. Odio ser como soy... Detesto cada parte de mi.-

El rizado trataba de calmarlo pero no podía, las palabras que dijera serían rechazadas por el ojiazul.

Besó sus labios. Ese era el único método de callarlo.

-No eres nada de eso. Tu eres hermoso.- apretó su cuerpo contra el suyo.- Eres perfecto para mi.-

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