La mañana del domingo había ido a trotar un rato, luego tome un desayuno ligero, y fui a verlo. Corte camino por los jardines de su residencia, olí algunas rosas de la entrada, borde la casa hasta el jardín de atrás, y entre por la cocina, y si, ahí estaba el, magnifico cocinero. Él estaba en traje, como siempre debo mencionar, una corbata color vino tinto y unos zapatos bien lustrosos.
-Claudia no esperaba verte si no hasta más tarde- soltó con una sonrisa amable.
-es mejor que salgamos de esto, cuanto antes mejor- respondí encogiéndome de hombros.
-shh calla, que impaciente eres, ven y prueba lo que estoy cocinando- dijo tendiendo me una cuchara llena de una mezcla con olor familiar.
-No me digas que es...
-Si la receta de la casa, debes tener fuerza y ánimo para todo lo que viene- dijo mientras terminaba de preparar la comida.
-No estoy segura alessandro, este tipo de cosas se puede volver en nuestra contra y más en la mía- dije tratando se sonar tranquila.
-Bah, es un juego nada más, es todo o nada, en donde tendremos la vida que nos merecemos ¿no lo ves?
Mire a mi alrededor, alessandro vive en un mansión muy bonita. Tiene amplios jardines y un motón de cuartos, y ni hablar de los carros y los viajes de placer que se da. Esta cocina es del tamaño de una casa, es increíble lo ambiciosas que pueden ser algunas personas. En mi opinión esta vida no está nada mal, y más cuando se trata de jugar a todo o nada.
-¿en qué piensas mi amor? Vamos quita esa cara, ya verás que será divertido- dijo regalándome un pequeño beso en la mejilla.
Me senté en la barra de mármol de la cocina y él se acercó a mí, acaricio mi rostro y me miro con una mirada compasiva, luego dejo varios besos en mi cuello y se fue dejándome sola en la cocina. Cuando ya estuve sola solté un suspiro ¿estará bien lo que estoy a punto de hacer?
Me baje de la barra y fui a mi habitación, una habitación que alessandro había acondicionado especialmente para mí. Con un gran ventanal desde el cual podía ver la piscina y los jardines, una gran cama con montones de almohadas y cojines. Todo decorado en violeta y gris. También tenía tres espejos de cuerpo enteros, colocados de tal manera que pudiera verme de cualquier Angulo, y lo mejor de todo un gigantesco armario con toneladas de ropa y zapatos de todos los tipos.
Ya en el cuarto me eche en la cama y me puse a meditar un rato y sin querer me quede dormida. Cuando me desperté mire el reloj, vaya una hora perdida. Me asome por el ventanal y vi a alessandro nadando en la piscina, ya casi era hora de almorzar.
Me pare de la cama y busque un traje baño, escogí uno de cuerpo entero que me había regalado alessando la navidad pasada, cuando fuimos en un crucero por el caribe, un sombrero y un pareo.
Cuando llegue a la piscina me senté en una de las sillas y en seguida una de las sirvientas me trajo una limonada, estire las piernas y me hundí de nuevo en mis pensamientos.
-mi amor ¿tienes hambre?- me pregunto alessandro al entrar en la casa, y yo respondí con un movimiento de cabeza asintiendo.
Dejo un plato lleno de ensalada de atún y otro llena de frutas sobre la mesa y siguió bañándose.
-Uhmm- dije cuando me metí el primer bocado en la boca.
Cada vez faltaba menos para que se hiciera hora de irme, y no lograba sentirme del todo segura. Por más que le daba vueltas en mi cabeza tenía un mal presentimiento. Tome mi maleta y abrí el gran armario, no tenía ni idea de que ropa llevar, agarre varios vestidos y abrigos y los puse sobre la cama, luego me senté en el piso y suspire, ¿5 vestidos será suficiente? ¿Debo llevar ropa casual? Me levante, y me senté en la silla de la peinadora, saque un pequeño bolso de usa de las gavetas y lo llene con maquillaje, algunas brochas, sombras y labiales. -¿es posible sentir más estrés?- dije mientras apoyaba la cabeza en la mesa de la patinadora.