Einar había obtenido con anticipación la entrada al gran espectáculo, pero sin embargo había recibido la llamada desde los infiltrados en la isla de Citnos, de que hoy sería la noche elegida. Como fanático y amigo de la banda, se había asegurado de que las dosis de los medicamentos llegaran a los chicos, y para ello había ideado un loco plan, que ya estaba en curso. En ese momento diez soldados ya inmunes, habían insertado en los sueros el antibiótico adecuado, comandados por el General Wes Casten, a quien llamaban "el pianista". Los chicos despertarían en los siguientes minutos, custodiados por el grupo de hombres armados.
Muchas dosis habían sido ya inyectadas, y otras iban en camino. Este no era un caso aislado, había una comunidad internacional unida, un grupo al que llamaban"los inmóviles" o en latín como les decían: Quod Inmotum. Se comunicaban por fax, tecnología obsoleta, pero aun presente en algunos grupos. En la isla de Citnos, en la antigua Grecia, uno de los enviados se movía rápido y habían acorralado en sus propias casas a los peces gordos detrás del atentado. Éphyra, si bien tenía la fama de ser la bulliciosa ciudad, repleta de estrellas de la música y la gente de poder, concentraba en los suburbios la fuerza opresora, el poder popular como le llamaban ellos. El movimiento Quod Inmotum había aumentado su fuerza en la ilegalidad, y así como tenían enorme cantidad de arsenales de guerra, también gozaban de las potentes y brillantes estrellas pensantes, algunos detrás de los laboratorios y otros detrás de las computadoras, y juntos habían formado una verdadera fuerza paramilitar.
Hoy era el día esperado por ellos, pero no lo habían planeado, sólo reaccionaban a los hechos, pero sin embargo la agenda estaba clara, digamos el itinerario a seguir después de la primera oportunidad, y esta era una.
Un grupo de soldados del Quod Inmotum había tomado como rehenes a algunos de los implicados en el atentado, pero a quienes se habían resistido les habían asesinado. Einar por su parte, en el laboratorio bajo el campamento, había logrado conseguir los antibióticos adecuados, y había visto cómo se formaban los halos de inhibición en el agar, en la prueba que él llamaba Kirby-Bauer. El resultado demostraba que varios de los tantos antibióticos que él había probado funcionaban en contra la cepa mejorada de campylobacter, la que había sido modificada por el profesor Ford. Estaba claro, muchos morirían por el shock, pero un grupo grande lograría sobrevivir al fatal día.
La ciudad debilitada mostraba poco movimiento, muchos agonizaban en las calles, en las iglesias, o en los centros médicos. Los del Quod Inmotum, insertaban igualmente el antibiótico en los pacientes del centro médico, porque en su mayoría quienes estaban allí provenían de la clase trabajadora. Sin embargo, en los barrios de la elite, los cuerpos de los mandamases se transformaban en cadáveres sobre el piso y ya no había nadie que quisiera ayudarlos, ellos habían sido ladrones, y explotaban a los trabajadores, al punto que la vida de todos estaba planificada, controlada desde el momento de su concepción, cuando muchos habían nacido en las incubadoras de la fábrica, pero claro, esto tampoco lo sabían. Este también era el caso de los chicos de la banda, pero ellos ahora eran parte del movimiento del Quod Inmotum, y eso les había salvado la vida, porque Einar y el resto de los cabecillas, habían planeado una nueva era, un mundo diferente como ellos le decían.
Stanley fue el primero en reaccionar. Despertó sobre la camilla, pero aún tenía una extenuante somnolencia. Como pudo se acercó hasta sus compañeros, haciéndolos despertar de improviso. La sangre le seguía cayendo, pero su cuerpo ya había controlado la invasión. Ahora la cepa de campylobacter no los afectaba, pero ignoraban el dramático desenlace que tendría el día a pesar de los esfuerzos del Quod Inmotum. Acompañados por Wes "el pianista", y el resto de los soldados, salían quejumbrosos haciéndose espacio entre los cadáveres. Afuera, la ciudad descansaba silenciosa, como nunca había estado desde su fundación.
A esas horas el doctor Ford, habiendo autorizado el programa, se retiraba en una enorme nave con destino a Citnos, pero allá sería atrapado de igual forma. Empero la operación había iniciado, ya no había nada que pudieran hacer, después de todo hoy sería un día fatal.
El General Wes Casten en el volante conducía con precaución sobre la iluminada autopista, porque centenares de automóviles abandonados o con los cadáveres dentro estaban repartidos en forma desordenada por toda la calzada; sin embargo, nunca lograrían llegar hasta el campamento, porque sobre sus cabezas pasaba el titánico bombardero acorazado, que corría por sobre los cielos de la ciudad dejando caer la peor pesadilla que Éphyra alguna vez hubiera experimentado. Diez segundos después notaron el destello blanquecino, casi plateado que duró breves milisegundos, y luego de un enorme estruendo estalló el principio de los dolores. Una bola de fuego abrasador de hasta un millón de grados centígrados arrasó con todo lo que estaba alrededor del enorme estadio de la ciudad.
Los edificios de piedra sobrevivirían a las altas temperaturas, pero llevarían impresos, como si de un negativo fotográfico se tratara, las sombras de las cosas y las personas carbonizadas frente a sus muros. La onda de choque inicial generó ráfagas de 1,5 kilómetros por segundo, que arrastraron con fuerza colosal los escombros, que desgarraron a su paso miembros y órganos humanos, a todos quienes se encontró en su camino. El automóvil se volcó, dando varias vueltas a través de la carretera. Entonces, un hongo nuclear se elevó por encima de la destruida urbe, hasta alcanzar los 16 kilómetros de altura. Había sido un terrible atentado, para eliminar de raíz la gloria que tenía el nuevo continente.
Al reincorporarse, y a varios metros de distancia de los restos del automóvil, Stanley notó como su camisa, pantalones y piel colgaban de su cuerpo, mientras las dolorosas heridas abiertas dejaban los vasos sanguíneos al aire; parte de sus orejas habían desaparecido, y aún sentía un ruido ensordecedor dentro de su golpeada cabeza. Ahora yacía sobre la oscura carretera, estaba cubierto de sangre y repleto de quemaduras. No había mucho que pudiera hacer, la ciudad y su cuerpo estaban destrozados. A su costado notó como Rees tenía el ojo derecho colgando fuera de su rostro. Kay, algunos pasos más allá de Stanley, desfalleciendo sobre la berma, intentaba en vano contener sus intestinos dentro de su propio cuerpo; suerte similar habían corrido el General y los soldados que los acompañaban, ahora convertidos en cadáveres sobre la autopista.
Era el terrible infortunio, el día fatal que nadie esperaba, uno que había acabado de la peor forma, que había arruinado todo el esfuerzo de una generación, y que había instaurado el miedo de la peor forma posible.
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Día Fatal
Fiksi IlmiahTres rockeros en medio de un espectáculo se ven envueltos en el primer y fatal atentado a la ciudad portuaria de Éphyra, antes llamada Valparaíso. Acorde los chicos son salvados por soldados del movimiento revolucionario Quod Inmotum, un amigo de el...