Esa canción… ese baile...ese chico… sus manos...sus ojos… su corazón.
Somos dos adolescentes sin experiencia, dos almas que se rozan pero que no llegan a tocarse, dos conocidos, dos extraños, dos infortunados que se enamoraron.
Un suave vals en medio de una multitud; me recosté en su pecho, cerré mis ojos y lo sentí vivo. Olía mi cabello como de costumbre, sentí como sus brazos me estrechaban cada vez más fuerte, cada vez más doloroso.
De a poco nos apartamos y no pude contenerlo...y prometo que lo intenté, mis lágrimas salían sin ser llamadas, sus dedos acariciaron mi frente, mis mejillas, mi nariz, mi boca, mi cuello; como si con eso estuviera guardando cada parte de mí en su ser.
Observé sus ojos fríos e inexpresivos, lo admito...siempre fue más fuerte que yo. Y aunque no lo demostrase sentía como se destrozaba, porque anhelaba un beso tanto como yo, no obstante, no me tocó, se alejó con esa expresión que me hacía odiarlo, caminando con la mirada en alto pero con el corazón al piso, cuán equivocado estaba… se arrepentiría por su cobardía cada vez que cerrara los ojos y pensara en mí.
Caminé hacia la dirección contraria y por fin pude sacarlo de mí...no, no a él, sino a mi dolor. Porque eso no era solo un sufrimiento inmaduro, era un pedazo incompleto de mi vida.
-Lucy-